Este jueves 22 de mayo, María Cristina Fernández ofrecerá un taller sobre la vida y obra de Mama Antula, primera santa argentina, en el salón parroquial de la iglesia Catedral. El viernes 23, su imagen será entronizada. Una propuesta para reencontrarse con la fe, la historia y una misión que sigue viva.
María Cristina Fernández, docente, misionera por vocación y alma enamorada de Dios, compartirá con los presentes la historia viva de Santa María Antonia de San José, nuestra primera santa argentina, cariñosamente conocida como Mama Antula.
Su taller no será solo una charla, será una siembra. Porque cuando María Cristina hablaba, no informaba: emociona. No recita datos, transmite experiencias. No llegó a la Capital con pasos apurados, sino con el mismo temple con el que caminó Mama Antula por estas mismas tierras riojanas hace exactamente 250 años.
Una mujer, una misión, un fuego que no se apaga
María Cristina no pertenece a ninguna orden, no tiene un título eclesiástico ni un respaldo institucional. Lo que tiene es algo más interesante: una fe que arde, una determinación silenciosa y una entrega por la evangelización misionera que la moviliza por completo. Como Mama Antula, ella también camina sin mirar el costo, sin calcular recompensas, sin pedir nada a cambio.
Con su propio sueldo docente, y con el apoyo incondicional de su esposo jubilado, traslada la imagen de la santa por los rincones más olvidados del país, desde la inhóspita Antártida hasta los pasos fronterizos donde solo el viento y unos pocos gendarmes combaten males invisibles.
“Fue un homenaje a ellos también”, dijo María Cristina con emoción, refiriéndose al personal de Gendarmería, “ellos también eran como Mama Antula: hacían mucho, en silencio, sin que nadie los viera, sin buscar ser noticia”.
Una santa peregrina para almas sedientas
Mama Antula fue una mujer que desafió la adversidad con la paciencia de los santos, pero con la perseverancia de los profetas. Y María Cristina hizo suya esa consigna. Con cada gruta que incentivó a construir, con cada imagen que entregó, con cada palabra que pronunció, ella buscó lo mismo que buscaba la santa: acercar almas a Dios.
“Esta idea nació de la espera. Durante años se esperaba la canonización. Y un día me pregunté: ¿qué puedo hacer yo?”, recordó Fernández. Ese fue el inicio de su misión. No impuesta, sino asumida. No planificada, sino inspirada. Como si una llama interior, la misma que ardía en el corazón de María Antonia, se hubiera encendido también en el suyo.
Una entronización que es un abrazo del cielo
El viernes 23 de mayo a las 20 horas, en la Catedral de La Rioja, se vivirá un momento de gracia: la entronización de la imagen de Mama Antula, acompañada de sus reliquias misioneras —reliquias que han tocado manos, recogido oraciones, y recogido lágrimas en todo el país—. Será una oportunidad única para todos los fieles: acercarse a ella, mirarla con devoción, pedirle, agradecerle.
Porque Mama Antula no es una figura lejana, ni una estatua fría. Es una mujer de carne y fuego que sigue caminando a través del testimonio de María Cristina, y de tantos otros corazones encendidos por la fe.
Una invitación, un encuentro
Quienes participen del taller del jueves encontrarán mucho más que datos históricos. Encontrarán una historia que se vuelve propia, una vida que interroga la nuestra, una fe que contagia, y sobre todo, una certeza: que aún hoy, en medio del ruido, hay mujeres que como Mama Antula caminan con Dios para llevarlo a donde no es conocido.
Y quienes asistan a la misa del viernes podrán ser testigos de un hecho espiritual de gran trascendencia: la llegada solemne, silenciosa y poderosa de una santa a su nuevo hogar en La Rioja.
María Cristina lo resumió con sencillez: “No fue la imagen lo importante, sino el espíritu que trajo. Y ella trajo luz, trajo esperanza, trajo misión”.