INICIO AÑO JUBILAR “PEREGRINOS DE ESPERANZA”
HOMILÍA Mons. Dante G. Braida en Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari – 29/12/2024
“«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)
Queridos hermanos y hermanas:
Con inmenso gozo iniciamos este año jubilar unidos al Papa Francisco y a todas las Iglesias del mundo que hoy abren las puertas de la misericordia para que sea un año de crecimiento en la esperanza especialmente para todos los cristianos.
El lema que nos convoca es “PEREGRINOS DE ESPERANZA” y nos ilumina el texto del apóstol san Pablo en su Carta a los Romanos: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5)
El papa Francisco nos decía al convocar el jubileo[1]: “Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1)”.
Por eso en este tiempo especial el centro de nuestra mirada tiene que estar en Jesús que nació hace 2025 años y que pasó toda la vida haciendo el bien y manifestándonos de muchos modos el AMOR de nuestro Padre Dios hasta el extremo de dar la vida en la cruz por nuestra salvación y en total obediencia a su Padre. Porque su amor y entrega generosa fue tan grande la muerte en él no tuvo la última palabra sino que todo culminó en la Resurrección y la Vida de la cual participamos por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
- El Evangelio que escuchamos nos presenta a Jesús que desde niño va tomando conciencia de que tiene que ocuparse de la cosas de su Padre-Dios. Sin embargo su vida crece en el ámbito de una familia junto a sus padres José y María, junto a sus parientes y compueblanos con quienes compartía la vida cotidiana y las peregrinaciones a Jerusalén, lugar de encuentro con Dios.
Los padres de Jesús al no encontrar al niño lo buscan desesperadamente y al encontrarlo le reclaman por lo que había hecho, sin embargo no dejan de maravillarse por su sabiduría expresada en el encuentro con los doctores de la ley en el Templo. Lo que no comprende María lo guarda en su corazón.
En este año jubilar, como María y José, estamos llamados a buscar más intensamente a Jesús, encontrarnos con él, dialogar con él desde el lugar donde nos encontramos, desde la situación por la que podemos estar atravesando. Si hay algo que nos atormenta o angustia, con más razón acerquémonos a él, que está atento a todo lo que nos sucede y nos ofrece constantemente su amor y misericordia. Por ello sostener un espacio de oración cotidiana será esencial para este tiempo y acudir con frecuencia al sacramento de la reconciliación también para dejarnos sanar por su misericordia que siempre nos da nuevas oportunidades.
En este año, como Jesús, busquemos crecer en hacer la voluntad del Dios en todo. Será un tiempo propicio para ver si estamos viviendo con docilidad a su voluntad, si estamos atentos a ir donde él quiera y a renunciar a todo tipo de apego para vivir la vida con mayor libertad. Cuándo vivimos centrados en Dios crece en todos la esperanza aún en medio de las dificultades por las que estemos atravesando. Porque Dios nos ama siempre y desea para todos una vida plena. Por eso dice Francisco la “esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino” (bula de convocatoria al Jubileo n°3).
Si todos buscamos crecer en la obediencia a la voluntad de Dios crece en todos la vida fraterna y la obra misionera de la Iglesia se hace más fecunda y el Reino de Dios se manifiesta más patentemente.
- Hemos abierto la Puerta Santa de esta Catedral que es símbolo de Cristo que es la Puerta. Como dice el evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Jn 10,9)
En toda la Diócesis hay numerosos templos jubilares[2] donde se puede ir en peregrinación. Nos dice Francisco que la peregrinación expresa un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar. Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial” (bula de convocatoria al Jubileo n°5).
Respecto a las Iglesias dispuestas para las peregrinaciones nos dice el Papa: “Las iglesias jubilares… podrán ser oasis de espiritualidad en los cuales revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión. Que en las Iglesias particulares se cuide de modo especial la preparación de los sacerdotes y de los fieles para las confesiones y el acceso al sacramento en su forma individual.”
Por eso los invito a aprovechar plenamente esta posibilidad de crecimiento que nos ofrece este año de júbilo peregrinando a las Iglesias dispuestas para ello y allí rezar por la Iglesia y el Papa, confesarnos, asumir un compromiso de cambio de vida para obtener indulgencias con las que el Señor nos libera para vivir en su gracia plenamente y entregar la vida en el servicio a los demás como nos señala Jesús en el Evangelio respondiendo concretamente a los signos de los tiempos que hoy vivimos.
- Ciertamente, el año Jubilar nos invita a reconocer los signos de los tiempos, aquellas situaciones de vida que tenemos que atender especialmente para vivir nuestra fe de un modo encarnado llevando allí la luz del Evangelio. En cada comunidad y en la diócesis tendremos que discernir los signos de los tiempos Ahora menciono al algunas situaciones a tener en cuenta propuestas por el Papa (bula n° 7-15),
– la tragedia de la guerra. La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia… Dejemos que el Jubileo nos recuerde que los que «trabajan por la paz» podrán ser «llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). La exigencia de paz nos interpela a todos y urge que se lleven a cabo proyectos concretos.
– la pérdida del deseo de transmitir la vida. A causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas… se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad. La apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor… el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda sociedad y es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza.
– En el Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria. Pienso en los presos que, privados de la libertad, experimentan cada día —además de la dureza de la reclusión— el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en bastantes casos, la falta de respeto… Que en cada rincón de la tierra, los creyentes, especialmente los pastores, se hagan intérpretes de tales peticiones, formando una sola voz que reclame con valentía condiciones dignas para los reclusos, respeto de los derechos humanos y sobre todo la abolición de la pena de muerte, recurso que para la fe cristiana es inadmisible y aniquila toda esperanza de perdón y de renovación.
– Que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud. Que esa gratitud llegue también a todos los agentes sanitarios que, en condiciones no pocas veces difíciles, ejercitan su misión con cuidado solícito hacia las personas enfermas y más frágiles…
– También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir. Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social. Sin embargo, resulta triste ver jóvenes sin esperanza. Por otra parte, cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento. La ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos. Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!
– No pueden faltar signos de esperanza hacia los migrantes, que abandonan su tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Que sus esperanzas no se vean frustradas por prejuicios y cerrazones… Que resuene en nuestros corazones la Palabra del Señor que, en la parábola del juicio final, dijo: «estaba de paso, y me alojaron», porque «cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,35.40).
– Signos de esperanza merecen los ancianos, que a menudo experimentan soledad y sentimientos de abandono. Valorar el tesoro que son, sus experiencias de vida, la sabiduría que tienen y el aporte que son capaces de ofrecer, es un compromiso para la comunidad cristiana y para la sociedad civil, llamadas a trabajar juntas por la alianza entre las generaciones.
– Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir. Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Pero no podemos apartar la mirada de situaciones tan dramáticas, que hoy se constatan en todas partes y no sólo en determinadas zonas del mundo. Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos. A menudo no tienen una vivienda, ni la comida suficiente para cada jornada. Sufren la exclusión y la indiferencia de muchos. Es escandaloso que, en un mundo dotado de enormes recursos… los pobres sean «la mayor parte […], miles de millones de personas… No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables.
– Haciendo eco a la palabra antigua de los profetas, el Jubileo nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. Es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos, reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad. Pienso de modo particular en aquellos que carecen de agua y de alimento…
– Hay otra invitación apremiante que deseo dirigir en vista del Año jubilar; va dirigida a las naciones más ricas, para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas… Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos.
- Querida comunidad diocesana, vivir el año Jubilar en nuestro territorio será una ocasión para discernir y asumir los propios signos de los tiempos y las realidades que nos interpelan con la sabiduría y la fortaleza que nacen del Evangelio.
Este camino que nos propone la Iglesia es para una Vida Plena, para ser felices, reconociendo que la felicidad es la vocación del ser humano, una meta que atañe a todos. Felicidad que se fundamente en el sabernos amados por Dios y en vivir la vida desde el amor. Como dice el Papa: “Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás. Recordemos una vez más las palabras del Apóstol: «Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8,38-39).
Que María, mujer plenamente feliz por vivir la voluntad de Dios en las situaciones concretas de su vida, su esposo san José, hombre justo y padre presente y los beatos Mártires Riojanos Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao que viven la alegría del cielo luego de haber peregrinado los caminos del evangelio en esta bendita tierra intercedan por nosotros para que el año jubilar que estamos comenzando sea un fecundo tiempo de gracia.
¡Que tengamos un provechoso y renovador año jubilar. Bendiciones y mucha paz para todos!¡ Así sea!
[1] Francisco. Bula de convocatoria del Jubileo 2025: https://www.vatican.va/content/francesco/es/bulls/documents/20240509_spes-non-confundit_bolla-giubileo2025.html
[2] Lugares donde se puede ganar la indulgencia jubilar en el territorio diocesano: Decanato San Nicolás: Sede parroquial de la Parroquia Catedral San Nicolás de Bari y Santuario San Nicolás de Bari; Sede parroquial de la Parroquia y Santuario Mariano Diocesano Nuestra Madre de La Merced. Decanato San Francisco Solano: Iglesia San Francisco Solano (Padercitas); Sede parroquial de la Parroquia Santa Rita de Casia; Sede parroquial de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás; Cuasiparroquia Beatos Mártires Riojanos (Sede provisoria-Capilla Virgen del Valle, Barrio Virgen del Valle); Decanato San Pablo: Santuario Nuestra Señora del Rosario de Polco; Antiguo Templo de Chepes Viejo; Paraje el Pastor, Capilla Beato Enrique Angelelli, Paraje el Pastor de Punta de los Llanos (Ruta 38); Santuario Santa Rita de Catuna. Decanato San Juan Evangelista: Sede parroquial de la Parroquia San Blas, San Blas de los Sauces; Sede parroquial de la San Antonio de Padua, Anillaco; Sede parroquial de la Parroquia Inmaculada Concepción, Aimogasta; Santuario Señor de la Peña; Sede parroquial de la Parroquia Nuestra Señora de La Merced, Sanagasta; Decanato San Pedro: Sede parroquial de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Villa Unión; Sede parroquial de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y Santuario Santa Rita de Casia, Chilecito. Cuasiparroquia Inmaculada Concepción, Malligasta-Anguinán (Sede parroquial); Santuario Niño Jesús de Hualco, Angulos-Famatina.