Fuente:Religión Digital
En una Iglesia sinodal, circular, que tiene como práctica la conversación espiritual para un discernimiento comunitario, es posible, a partir de la diversidad de ministerios y servicios, encontrar más fácilmente los caminos comunes en vista la construcción del Reino de Dios
Uno de los símbolos de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad en su Primera Sesión fueron las mesas redondas, algo que quiere poner de manifiesto la necesidad de una Iglesia circular, superando el clásico esquema piramidal, presente secularmente en la Iglesia. Es verdad que no debería ser algo novedoso después de 60 años del Concilio Vaticano II, que tanto insistió en una Iglesia Pueblo de Dios, en una Iglesia que tiene como fundamento el bautismo y el sacerdocio común de los fieles.
Ventajas de una mesa redonda
Pero como dice el dictado, del dicho al hecho hay un trecho, y en muchos ambientes eclesiales la visión piramidal de la Iglesia, fundamentada a partir del sacramento del orden, es una tentación, y porque no decirlo, una práctica. Ante eso podemos decir que en una mesa redonda todos hablan y escuchan, todos pueden mirar a todos a los ojos, no hay puestos destacados. En una Iglesia sinodal, circular, que tiene como práctica la conversación espiritual para un discernimiento comunitario, es posible, a partir de la diversidad de ministerios y servicios, encontrar más fácilmente los caminos comunes en vista la construcción del Reino de Dios.
Pero para eso es necesario entrar en sintonía, una actitud que ayuda a mirar al futuro con esperanza, a caminar con mayor entusiasmo, amando aquello que se es, que se hace y a aquellos con quienes se comparte la vida y la fe. Ante tantos momentos de miedo, de duda, de no saber por dónde seguir, de ver al otro como un enemigo, la circularidad calienta el corazón y da vigor a la vida personal y comunitaria, a lo que somos y a lo que nos relaciona y enriquece.
No al ordeno y mando
Las relaciones de arriba para abajo, el ordeno y mando, engrandece el ego de unos pocos y provoca sufrimiento en la gran mayoría, imposibilitando pasar del yo al nosotros, ser comunidad que comparte la vida y la fe. Eso genera una comunidad, una Iglesia, en la que ser llamado maestro se desea mucho más que asumir el servicio. En una mesa redonda es más fácil que pueda existir el compartir, que se viva en comunión, que el otro, a quien veo con mayor facilidad, pueda ser objeto de atención, de cuidado.
Los empeñados en la mesa piramidal harán lo posible, y en no pocos casos lo imposible, para llegar a la cúspide, para asumir el lugar de mayor privilegio y menor servicio. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga, para ser los primeros y alejarse de los últimos, para ser y vivir como señores y abandonar todo lo que tiene que ver con la práctica del pueblo, de los que están abajo, de aquellos a quienes el sistema no les permite dar un paso adelante.
Modos de posicionarse
¿Y yo qué es lo que quiero? ¿Qué modelo de Iglesia estoy dispuesto a promover? ¿Qué valores evangélicos están presentes en mi vida y pretendo mostrar para mi comunidad, para aquellos con quienes me siento a la mesa, tenga ésta la forma que tenga? Estas y otras cuestiones similares deben estar presentes en la vida de todos los bautizados.
La Asamblea Sinodal, que está dando el pistoletazo de salida a su Segunda Sesión, necesita ayudar a definir como ser una Iglesia que siguiendo la Tradición pueda dar respuesta a las demandas de Dios y de la humanidad hoy, saber leer los signos de los tiempos, que se dijo unos 60 años atrás. Que nadie dude que juntos, con el aporte de todos, será más sencillo, pero para eso es necesario querer asumir la sinodalidad. Los temas en la Iglesia son importantes, pero mucho más las dinámicas.