Homilía Monseñor Braida – Jueves Santo 2024

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Jueves Santo: Misa de la Cena del Señor                                                 La Rioja, 28/03/2024

Homilía de Mons. Dante Braida pronunciada en la Misa de la Cena del Señor  en la Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari

COMO JESÚS, SE TRATA DE AMAR HASTA DAR LA VIDA

“JESUS… LOS AMÓ HASTA EL FIN” (Jn 13,1)

Queridos hermanos y hermanas:

Con gozo estamos viviendo estos días tan importantes para nuestras vidas y para nuestra fe.  En la última Cena, Jesús comparte con sus discípulos muchas enseñanzas fundamentales para sus vidas y las de aquellos que iban a creer a partir del testimonio de ellos.

Primero deja claro que Él vino a manifestar al mundo el Amor de su Padre Dios por todos, sin excepciones y que él está dispuesto hasta dar la vida para expresar ese amor. Por eso dice al inicio de este evangelio que escuchamos: “él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”.

Luego hará ese gesto de lavar los pies a los discípulos mostrando que el AMOR verdadero siempre se expresa de modo concreto, por eso con muchos detalles se nos relata esta escena donde Jesús realiza varias acciones: “se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura”.

El lavado de los pies era un gesto de recibimiento y hospitalidad que se debía hacer apenas se llegaba a una casa, antes de la comida; y lo hacían los sirvientes o los esclavos. Jesús rompe con esta antigua tradición porque, siendo el que preside la cena, el maestro, ocupa el lugar del “sirviente”. Por esto es la sorpresa y la reacción de Pedro y de los discípulos.

El servicio humilde realizado por amor es el camino que nos enseña Jesús para una Vida bien vivida. Por eso hoy damos gracias porque Dios a cada uno nos ama entrañablemente y se ha dado todo por manifestarnos ese Amor. Por eso cuando lo contemplamos haciendo el bien en el Evangelio y cuando lo vemos en la cruz entregado por amor, todo eso lo hizo y lo hace también por cada uno de nosotros. Damos gracias por ese amor de Dios hacia nuestras personas y, a la vez, damos gracias por tantas personas que Dios ha ‘utilizado’ para manifestarnos su amor, que de modo concreto han sido servidores que nos han ayudado a crecer y desarrollarnos: familiares, vecinos, educadores, amigos y amigas, catequistas, etc., quizás también personas desconocidas que nos han dado una mano servicial en alguna etapa del camino.

Luego Jesús dirá: “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.”

Con toda claridad y contundencia Jesús nos manda a recorrer el camino del amor y del servicio. Por eso hoy también es un día oportuno para dar gracias por tantos voluntarios que desempeñan generosamente tareas en la Iglesia con esta vocación de amor y servicio: Catequistas, agentes de cáritas, pastoral carcelaria, pastoral de la salud y de la educación, animadores de comunidades, en los consejos pastorales y económicos, por nombrar algunos. También aquellos que participan de instituciones solidarias, deportivas, de servicio, vecinales, etc.

Pero también la caridad es la que hace plena todas las vocaciones del mundo, especialmente la vocación a la vida matrimonial y familiar, a la vida sacerdotal y consagrada, a la vida laical en general. Sí, un laico en el mundo tiene la misión, desde la caridad, de transformar y mejorar las realidades. De modo especial en la actividad política se debe vivir la caridad al servicio del pueblo. En este sentido quiero traer aquí las palabras del papa Francisco: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo y la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes (…) levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?” (Evangelii Gaudium, n. 205).

En la última cena Jesús también nos deja la Eucaristía. En ella se manifiesta plenamente su presencia, su Amor y su Vida. Allí quiso dejarnos el misterio de su Muerte y Resurrección como alimento de sus discípulos para siempre. Por eso les dice a los apóstoles que hagan esto en su memoria. Como memoria de su entrega. En la Biblia “hacer memoria” es hacer presente el acontecimiento, la realidad del pasado es traída al presente mediante la «memoria litúrgica». Así toda la familia cristiana alimentada por este Pan de vida crece y madura en su misión de amar y servir a todos.

Cuando Jesús nos deja la Eucaristía instituye también el Orden sacerdotal mediante el cual el Pueblo de Dios puede recibir esta Presencia vida de Cristo en todos los tiempos de la historia. Por eso los sacerdotes tienen como misión especialísima ‘hacer la Eucaristía’, como alimento para el Pueblo y para construir comunidades vivas dinámicas, sinodales y evangelizadoras. También los sacerdotes como maestros y pastores debemos manifestar con nuestra vida y modo de pastorear la caridad y el servicio de la última cena. En estos tiempo, especialmente, siendo portadores de la misericordia y el consuelo de Dios, dispuestos siempre al servicio. En este sentido nos dice el Papa Francisco a los sacerdotes: “Recordemos que, si vivimos para ‘servirnos’ del pueblo en vez de ‘servir’ al pueblo, el sacerdocio y la vida consagrada se vuelven estériles… Entonces concretamente nuestras vidas se trata de ser signos de la presencia de Cristo, de su amor incondicional; del perdón con el que quiere reconciliarnos; de la compasión con la que quiere hacerse cargo de los pobres. Nosotros fuimos llamados para ofrecer la vida por los hermanos y las hermanas, llevándolos a Jesús, el único que cura las heridas del corazón”. (Discurso 2/3/23)

Demos gracias a Dios por estar reunidos en este día celebrando el camino del Amor que nos propone Jesús y pidamos la gracia de recorrerlo con alegría y fidelidad y de vivirlo de modo concreto. Así sea.