Homilía Encuentro Nacional de Pastoral de Adicciones
1Cor 12, 3b-7. 12-13; Lc 10, 35-37 – La Rioja, 23/11/24
Hemos venido desde distintos puntos del país para vivir este Encuentro de responsables de la Pastoral de Adicciones.
La palabra “encuentro” en La Rioja tiene un sentido muy especial, evoca un proceso de paz en los orígenes de su fundación entre los pueblos originarios y los españoles recién llegados a esta tierra. Tinkunaco quiere decir Encuentro, evocando un acontecimiento históricos cuando españoles y diaguitas estaban enfrentados y la intervención de San Francisco Solano ayudó a un entendimiento, un encuentro. La Rioja es Tierra del Tinkunaco.
Al mismo tiempo reconocemos que encontrarnos y caminar juntos es un desafío permanente y requiere opciones claras, que dejan de lado todo aislamiento e individualismo y asumen el amor al prójimo como algo central. Significa escucharnos, entendernos, dejar a veces proyectos propios, significa una apertura a recibir al otro y vivir una experiencia de despojo. Aquí venimos a dar lo que hemos recibido y recibir lo que los otros nos dan. Eso nos enriquece mutuamente.
Jesús, en el Evangelio del Buen Samaritano que escuchamos, nos pone de manifiesto que en el Reino de Dios todos tenemos un lugar y que a nadie puede considerarse descartado. Al contrario, quien está en las márgenes debe ser tratado con preferencia. Hay un encuentro y lo que motiva este encuentro es la compasión, el samaritano se compadeció y se acercó, curó, ayudó y esa acción individual se transformó en una acción comunitaria cuando el herido es llevado a un albergue y hay muchas más personas que se prestan a colaborar con su recuperación.
Sabemos que hoy muchos hermanos y hermanas nuestros están viviendo verdaderos dramas al estar atrapados en alguna adicción, muchas veces víctimas de personas inescrupulosas que lucran con la fragilidad humana. Pero en el corazón de este buen samaritano, lleno de compasión y ternura, no hay tiempo para especulaciones, se detiene ante el caído, cura sus heridas lo carga y lo lleva al alberge, allí otras personas más participarán de la atención y el cuidado.
Ser parte de la pastoral de adicciones requiere mucha compasión para lo cual necesitamos estar muy unidos al Señor, fuente de toda compasión, y muy unidos a otras personas que han sentido el llamado de trabajar en este ámbito. La compasión crece cuando nos encontramos, cuando caminamos unidos y damos lugar a nuevas propuestas de actividades que ayuden a más personas afectadas… pero siempre unidos a la fuente del amor compasivo que es Jesús.
En su última carta encíclica sobre el corazón de Jesús, nos dice el papa Francisco: “Necesitamos volver a la Palabra de Dios para reconocer que la mejor respuesta al amor de su Corazón es el amor a los hermanos, no hay mayor gesto que podamos ofrecerle para devolver amor por amor. La Palabra de Dios lo dice con total claridad: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).” Dilexit nos 167.
Este Encuentro quiere ser un eslabón más en esta cadena que vamos construyendo día a día para formar una amplia red de personas, grupos y comunidades, de instituciones que trabajan en el basto mundo de las adicciones. A su vez esa red tiene que extenderse a otros grupos y movimientos que, desde sus propios carismas pueden aportar su granito de arena. En este sentido la sinodalidad que queremos asumir más decididamente como iglesia viene en nuestra ayuda para que nos animemos a caminar juntos y también con otros en un permanente intercambio de dones.
Si estamos aquí es porque hemos sentido un llamado y queremos responder con fidelidad. Ese llamado muchas veces llega porque yo mismo pasado por alguna adicción y pude salir adelante con ayuda de otros. O por algún familiar afectado.
Dios, de nuestra fragilidad o necesidad saca talentos o capacidades para el servicio de los demás. Pero ese servicio es más fecundo y podemos sostenerlo en el tiempo cuando trabajamos con otros… nunca cortándonos solos.
Como dice San Pablo en la carta que leímos todos formamos un solo cuerpo, cada uno es importante pero unidos a los demás, cada miembro obra con su propia particularidad. En muchos casos el haber transitado un camino de recuperación de adicción ha posibilitado que se despertaran talentos.
Cuando hoy recorría los stands estaba hablando un grupito y uno de ustedes decía “yo que estoy saliendo de este pozo quiero dedicar toda mi vida a ayudar a los demás”. Lo escuché a la distancia y me dije que es una palabra que resuena en el corazón y habla de un Dios que obra y que despierta los talentos aún en las personas que han estado en situaciones difíciles y de mucha fragilidad.
Cuando nos descubrimos pequeños Dios puede hacer grandes cosas en nosotros como lo hizo con María.
Esa frase simboliza el modo como Dios obra si nos dejamos abrazar por Él. Si se padecen adicciones es porque hay personas que en lugar de dar una mano en la tristeza, en la soledad, acercan una droga y con eso lucran. Hoy muchos inescrupulosos que lucran con la debilidad, la fragilidad. Jesús enseña lo contrario. El único modo de ser comunidad, caminar juntos es estar cerca de los más pobres, los frágiles.
Estar con los más débiles es una acción profética de esta época, lo mismo que caminar juntos, caminar con otros en redes.
En esta tierra regada por sangre mártir tiene que ver con este profeta, Monseñor Angelelli, que se animó a poner en práctica el Concilio Vaticano II que hizo una opción por los más pobres y a la vez invitaba a que todos asumamos la misión propia de la Iglesia.
El Sínodo se lo concibe como una nueva recepción del Vaticano II del que fueron testigos nuestros mártires buscando trabajar en comunidad, dando participación a los que no están porque el Espíritu actúa en todos. Los que tenemos alguna responsabilidad estamos al servicio del Pueblo de Dios para que cada uno pueda surgir con sus talentos y ponerse al servicio de los demás con sus dones y carismas.
La palabra adicción significa no poder decir, no poder expresar lo que nos pasa, lo que nos duele. El beato Monseñor Enrique tenía este lema “con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”, lema muy importante en nuestra pastoral, tener un oído atento para que Dios nos hable con su Palabra y de tantas otras maneras y tener también un oído atento para permitir que aquel que no puede decir pueda expresar lo que le pasa pueda hacerlo. Esta enseñanza nos ayuda para dar nuevos pasos en esta Pastoral de adicciones.
En esta frase tan corta aparece dos veces la palabra oír, escuchar a Dios y al prójimo.
El Buen samaritano se acerca, contempla, escucha el dolor del que está tirado. Pero también la oración, la escucha de un creyente es un lugar que hay que cuidar mucho.
Finalmente agradecemos al Equipo Nacional y al equipo Local de la Pastoral de Adicciones por ponerse la camiseta del encuentro y darnos lo mejor. Que el Señor siga animando nuestros pasos y lo vivamos con alegría y esperanza.