Mensaje de Navidad (24 de Diciembre)

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HERMANOS: En la nochebuena de esta navidad, esta es la reflexión y el fruto de la contemplación ante el CRISTO DEL PESEBRE. Nos dirigimos a ustedes, el obispo y el consejo presbiterial de La Rioja. Les hacemos llegar este mensaje navideño, porque fuimos investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, por la gracia y la unción de este mismo Niño Dios. Para decirlo con palabras del apóstol, “no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor; y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús, que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. Llevamos este tesoro -el del ministerio apostólico- en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios; porque somos llamados a ser sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios (2 Cor. 4).

Les anunciamos la ESPERANZA, no como una ilusión, sino como una realidad. Les anunciamos la paz, no como una componenda de los grandes de este mundo y del poderío de las armas, sino como fruto de la justicia y del amor; como una tarea, no como pasividad Esta es nuestra credencial: somos pastores de la Iglesia del Cristo del pesebre. En su nombre y con su autoridad, presidimos la Iglesia. Es un presidir en el servicio y no en el dominio. Como el Cristo de Belén, debemos seguir asumiendo el ser signos de contradicción por el evangelio. A la vez, con ustedes también experimentamos el dolor de esta hora que vivimos los argentinos. De ustedes somos hermanos, con ustedes nos sentimos necesitados de la gracia de Cristo y de la fraternidad entre nosotros. Con ustedes hacemos el camino al andar y buscamos esa LUZ DE LA BUENA NUEVA de Belén, para arrojar claridad sobre los acontecimientos y la vida. Con ustedes queremos encontrar, guiados por Cristo, las causas profundas que provocan la violencia en sus más variadas manifestaciones. Con ustedes lloramos la sangre derramada en nuestra patria. Con ustedes sentimos la necesidad de orar con el corazón universal de la Iglesia y por la universalidad de los redimidos por Cristo. Con ustedes sentimos la necesidad de una actitud sincera y humilde ante Jesús esta navidad. Con ustedes queremos estar muy junto a Cristo para recoger todas las exigencias que hoy importa para nosotros, argentinos, el canto de los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad”. Pero antes de proseguir, nos brota esta oración a María: “Señora de Belén, Señora de la noche más buena y esperada, Señora del silencio y de la luz, Señora de la paz, de la alegría y de la esperanza, Señora de los pobres y de los niños, de los que no tienen nada, de los que sufren soledad… enséñanos a ser MENSAJEROS DE LA PAZ”.

En el clima profundamente sereno del pesebre, confesamos nuestra fe en Jesucristo, Señor de la vida y de la historia. Porque sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza, por eso nos sentimos, más allá de nuestra debilidad humana, testigos de la esperanza en esta hora difícil para nuestro pueblo. Miramos, reflexionamos y padecemos nuestra realidad riojana y argentina desde la perspectiva de este pesebre; desde él nos despojamos de todo otro criterio o sentimiento y experimentamos la necesidad de actualizar el mensaje del evangelio que a diario anunciamos: “EN BELÉN NOS HA NACIDO EL SALVADOR DEL MUNDO”. Con nosotros camina, con nosotros construye la vida, la paz, la patria.

También en esta navidad nos unimos al santo padre Pablo VI, que clausura en la nochebuena el año santo universal. Con él reafirmamos: “La paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad, porque la paz es fruto de un orden en la libertad y en el deber responsable…”

Mientras se clausura en esta nochebuena un año de gracia que buscó la renovación y la reconciliación de los hombres y de los pueblos del mundo, la navidad encuentra a los argentinos rechazando en la vida concreta de la nación los fundamentos verdaderos para que la paz del pesebre de Belén regule nuestras relaciones. Parecería que intentamos construir la paz con las fuerzas del egoísmo; con el rechazo entre ciudadanos; con el poder mortífero de las armas; con el desenfreno moral; con la corrupción a todo nivel; con el miedo, la delación y la mentira; con el asesinato impune y macabro; con el secuestro; con las torturas físicas y morales; con el odio, la cobardía y las traiciones; con la pérdida de la capacidad de sorpresa ante la vida y la muerte; con el sangriento costo de vida humanas, de toda condición social, de toda edad y de toda responsabilidad; con acciones que dejan secuelas irreparables y heridas difíciles de restañar.

No nos mueve una visión pesimista de la vida al redactar esta dolorosa descripción de la realidad. También estamos ciertos de que suman más los esfuerzos por concretar los verdaderos fundamentos de la paz. Pero ser hombres de esperanza no nos aparta de un análisis descriptivo de la realidad ni tampoco deseamos caer en lugares comunes. Quisiéramos estar equivocados al dar estas pinceladas en el cuadro de nuestra situación… El Papa nos pregunta en su mensaje para la jornada mundial por la paz: “¿Es suficiente, es segura, es fecunda, es feliz una paz sostenida solamente por estos fundamentos…?”

No podemos callar y dejar de compartir, a la vez, el sufrimiento de tantos hogares argentinos y riojanos en esta Navidad. Cristo nos de su luz y su gracia para superar esta difícil situación pero no imposible.

Todos necesitamos sinceramos ante el Cristo del pesebre. Con humildad, con valentía, con honestidad; un sinceramiento evangélico, definitorio, generoso, noble, profundo, sereno. Navidad nos convoca a ello: a nosotros, hombres de Iglesia; obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicado; a gobernantes, legisladores, jueces, políticos, militares, guardianes del orden, empresarios, dirigentes sindicales, obreros, profesionales, hombres de prensa; a la juventud, a los hombres de la cultura, a los educadores; a quienes optaron por la clandestinidad; a quienes sufren y a quienes son causantes del sufrimiento de sus hermanos; a quienes roban el pan de los pobres y a quienes, sintiéndose frustrados, se entregan al vicio evadiéndose de la vida.

Nos urge hacer un alto en este alocado camino emprendido. ¿Qué razones vamos a dar a las generaciones futuras para que vivan, crean y esperen?

¿Seguiremos suponiendo que la paz, el orden y la justicia se conseguirán con una escala de valores que busque solamente tener más? Cristo nos reitera en esta navidad que nuestra escala de valores es otra: la de las BIENAVENTURANZAS. Las armas son otras: las que se fundamentan en esta palabra de Jesús. ¿Es una utopía?

Al dejarles este mensaje fraternal, cargado de afecto por todos, pedimos a Cristo, niño en nuestros pesebres y vestido con el ropaje de Alcalde en nuestro Encuentro, que dé su PAZ, su LUZ y su GRACIA a los hogares riojanos, ben- diga a la patria y nos haga a todos fieles y constantes constructores de paz.