ANGELELLI: Estamos perdiendo la sorpresa que causa la muerte. Aludió en su homilía a los asesinatos políticos.
“La serena meditación de la Cruz de Cristo, que tenemos presente al poner la flor ante nuestros seres queridos, nos debe sacudir interiormente para cambiar la escala de valores que tenemos en la vida” señaló ayer durante la homilía de la misa radial, monseñor Enrique Angelelli.
Y agregó: “Mientras lloran hoy tantas madres sin saber donde poner una flor para sus hijos, tantas esposas para sus esposos, tantos hijos para sus padres, Dios quiere que recapacitemos todos los argentinos en esta conmemoración de los fieles difuntos para no seguir doblando las rodillas ante la mentira, ante el soborno y la coima, ante los negociados, ante el sexo, ante la sed de su poder descontrolado, ante las armas como fundamento de la paz, ante la sed de venganza, ante la infidelidad, en todo sentido, como norma de conducta”.
Al comienzo monseñor Angelelli se refirió a la visita misionera de San Nicolás al interior de la provincia señalando entre otros conceptos que “no podemos medir con medida humana lo que en esta visita misionera Dios ha obrado en el corazón de cada mujer y hombre de nuestra tierra; en el corazón de cada familia y de cada pueblo donde hemos compartido intensamente alegrías y sufrimientos. Más que nunca la Cruz de Cristo se nos reveló como signo de vida; llamando a una profunda reconciliación; llamando a una profunda renovación de la mente y el corazón”.
“Una Rioja que ha optado por caminar su propio camino y seguir haciendo su propia historia – dijo luego – con la palabra de Dios como luz, alimento y guía; con San Nicolás como testimonio de fe cristiana vivida hasta entregar la sangre; con serenidad y sabiduría en esto momentos duros y difíciles en que vive la patria, es un signo profético que nos regala Dios para que sepamos descubrir en él, qué mensaje encierra”.
Recordó que “hoy todos hacemos cristianamente el camino del cementerio para darle a nuestros hermanos muertos, junto con una flor, nuestra oración unida a la de Cristo que se ofrece en cada misa que celebramos. Ante la Cruz que preside nuestro cementerio y las tumbas de nuestros seres queridos, nos sentimos llamados a hacer una reflexión muy sincera de nuestra propia vida y la de un pueblo como la Argentina donde hasta estamos perdiendo la sorpresa que causa la muerte”.
“Hoy es un día de dolor sereno y cargado de esperanza; mirarlo de otra manera no sería cristiano. Sigue siendo la muerte el gran interrogante para el hombre que no tiene fe; sigue siendo un cuestionamiento a nuestra conciencia. Ante nuestra propia conciencia y ante la muerte no podemos engañarnos ni engañar a los demás”. Y enfatizó: “Más aún, ante tantas muertes como se vienen sucediendo en nuestra patria, jóvenes y padres de familia, no podemos ser insensatos en juzgarlos superficialmente y sin sentirnos también, culpables de que siga la sangre derramándose. Las causas son profundas y es preciso afrontarlas con valor, fortaleza y lucidez”.
“Sentimos hambre de paz, de mayor justicia, de esperanza y fraternidad entre los argentinos. Este ha sido el clamor recogido en toda esta gira en forma de súplica y escrito en el libro. Pero nos debemos preguntar qué hacemos para que esta paz sea alegría y gozo de un pueblo; qué hacemos para que la espe- ranza no muera y todos sintamos, como un viento renovador, que otro aire se respira como signo de vida y no de muerte”.
Finalizó invocando a Dios para que “todos nuestros seres queridos y todos los que murieron en este drama argentino que vivimos descansen en tu paz y la muerte de ellos inquiete nuestras conciencias para no perder nunca la sorpresa ante la muerte y la capacidad creadora para seguir construyendo la vida cada día, caminando todos tomados de la mano sin que se nos quede nadie en el camino”.