Tenemos que estar cerca de la gente
El protagonista de esta nota tiene un aspecto bonachón y siempre sonríe. Todos se acercan a saludarlo y dicen que es una buena persona. En realidad es un buen pastor. Es el Cardenal Villalba. Pronto a cumplir 90 años, con 40 de obispo y 25 sirviendo en la Arquidiócesis de Tucumán conversó con nosotros y vimos que es protagonista de una buena parte de nuestra Iglesia.
Nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1934. Fue ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1960, y el 20 de octubre de 1984 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires por San Juan Pablo II.
En 1991 fue trasladado a la diócesis de San Martín, el 8 de julio de 1999, fue promovido a la sede arzobispal de Tucumán y se desempeñó en este servicio hasta el 10 de junio de 2011, cuando Benedicto XVI aceptó su renunció por razones de edad. El sábado 14 de febrero fue creado cardenal por el papa Francisco.
Su lema es “Apóstol de Jesucristo” y realmente lo vive hasta el presente. Atiende la Capilla de la San Cruz en Tucumán y es con 90 años un verdadero párroco. Inquieto, cercano, profundo en sus reflexiones, concreto en sus ideas, querido por todos.
Le preguntamos sobre la Iglesia de 1960, cuando se ordenó de sacerdote y la de ahora.
En realidad, los profesores que yo tenía en la Facultad de Teología, donde estudié, Giaquinta, Gera, se estaba haciendo todo un proceso de cambio, Tello, todos los que estaban ahí en ese momento. Así que, de alguna manera, yo entré con ese cambio, que después se concretó a los pocos años, estando yo en Roma, porque yo me ordené y a la semana viajé a Roma, y me tocó el concilio Vaticano II. Tuve la suerte de estar en la apertura del concilio esa noche, cuando Juan XXIII reúne a la gente, los saluday les anuncia la realización del Concilio.
El Concilio sin duda fue un cambio, un cambio radical que todavía se está dando. El Papa Francisco es consciente de que todavía hay cosas del Concilio que hay que aplicarse. La liturgia, el protagonismo del laicado y la mujer, la misma sinodalidad. La Palabra de Dios.
Yo creo que el concilio Vaticano II nos marcó fuertemente. Se venía preparando, sobre todo los profesores y los superiores del seminario, lo venían preparando, pero fue un cambio realmente extraordinario.
Angelelli participó del Concilio ¿Usted lo conoció?
Lo conocí, pero no mucho. Es decir, me acuerdo que yo, estando en Devoto, ya como superior del seminario, fui a las fiestas patronales de la parroquia de él en Córdoba. Después, siendo obispo de la Rioja compartí con él pero no tuve un trato muy fluido. Lo admiro por su sencillez y su amor a la Iglesia del Concilio.
Esta iglesia en Salida, esta iglesia sinodal ¿Es la iglesia que usted soñaba cuando vivió el concilio?
Creo que todavía falta, como digo, todavía creo que el concilio no se aplicó totalmente, pero sin duda que si uno piensa en lo que era la década del 60, a lo que es ahora 60 años después, el cambio es ideal, el cambio es notable.
¿Qué riqueza le ve a la iglesia argentina?
A la iglesia argentina le veo que está muy cerca de la gente, que esto es muy importante, los sacerdotes, las religiosas están cerca de los fieles, muy cerca de la gente, eso es lo que es importante.
Usted fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina y el presidente era Bergoglio…
Los dos periodos que Bergoglio fue presidente, yo fui vicepresidente primero. Así que durante seis años, prácticamente, salvo enero, a veces febrero, nos reuníamos todos los meses. Bergoglio yo lo siento como un hombre muy austero, siempre fue muy austero.
Pensemos que él no se tomaba vacaciones, es decir, no tenía audiencia, no recibía gente, pero se quedaba en la curia preparando cosas, preparando material. Un hombre, como digo, muy austero, muy sobrio, muy sencillo, muy simple. A él le gustaba viajar, por ejemplo, en colectivo, encontrarse con la gente.
Y a nivel iglesia, ¿qué ideas nuevas él quería impulsar?
A nivel de iglesia argentina, cuando era presidente de la Conferencia Episcopal quería imponer una iglesia misionera, una iglesia en salida, una iglesia que busca a la gente, que no espera a que la gente venga, sino que sale a buscar a la gente. Me parece que eso era propiamente de Bergoglio.
Nos tocó, no me acuerdo de qué año era, pero una situación económica muy brava. Una de las tantas nuestras. Los obispos de la presidencia nos repartirnos para pedir ayuda para los pobres a las Conferencias Episcopales.
A mí me tocó hablar con la Episcopal de España. Con el presidente, con el secretario, decirle cuál era la situación argentina que estábamos viviendo, que la situación económica era muy grave y que necesitábamos ayuda para la gente más necesitada.
¿Y cosas lindas que vivieron?
Por ejemplo, un cambio fundamental fue las reuniones del Episcopado. Cuando yo entré al Episcopado en el 84, yo era auxiliar y los grandes obispos estaban ahí, había que tratarlo de usted y mirarlos de lejos
Me acuerdo que yo tuve un enfrentamiento con un arzobispo pero eso cambió totalmente. Hoy somos todos hermanos, nos tratamos igual. Hay un cambio generacional, aún con el obispo que recién es ordenado y que entra.
Somos todos hermanos, cercanos. Muy lindo, muy lindo. Eso cambió mucho a lo que fue, como le digo, el Episcopado.
Y a nivel Iglesia Argentina, ¿qué cosas lindas recuerda de esa época?
Yo, por ejemplo, siendo obispo, hice las visitas pastorales. Me quedaba una semana viviendo en la parroquia con un plan de trabajo, no iba a la curia ni nada. Y recorría toda la parroquia, no solamente las iglesias, las parroquias, y los colegios, sino las instituciones.
Eso es algo realmente extraordinario. Las visitas pastorales que hacemos acá en Argentina.
¿Y qué tiene para decir de la religiosidad popular?
Yo creo que nuestro pueblo es religioso. Religioso significa que tiene fe, fe verdadera. Aunque a veces el modo de expresarla puede desorientarnos un poco, pero es un pueblo religioso que tiene fe, que reza, muy devoto de la Virgen, de los santos, y que tenemos que apoyarlo.
¿Alguna anécdota con Bergoglio?
Yo me acuerdo que cuando lo hicieron Papa, él no quería. Nosotros los obispos del NOA estábamos reunidos en Tafí del Valle, y justo uno de los obispos estaba viendo la televisión, ahí a primera hora de la tarde, y se entera, todavía no sabía quién era Bergoglio, que había anunciado el nuevo Papa, así que nos levantamos todos.
Y bueno, ahí nos quedamos hasta que apareció Bergoglio. En uno o dos días preparé el viaje, y me fui a Roma.
¿Qué se dijeron?
Lo primero que hice fue besarle la mano, como Papa, y después un gran abrazo.
Nos queremos mucho, él me quiere mucho también, a mí lo sé, yo lo quiero a él también. Trabajamos juntos mucho, muy cerca, y como digo, estamos cerca.
Yo todos los domingos escucho el Ángelus, y un domingo de 2015 escucho que cuando termina el Ángelus dice mi nombre y que era nombrado cardenal Él tenía por principio no anunciar, no comunicar, sino decirlo públicamente. Así que me anuncio, soy yo, dije.
Me escribió me dijo que me regalaba la sotana. Así me dijo, veníte a Roma con tiempo para probártela.
¿Y qué se dijeron ahí cuando se vieron?
Un abrazo, un abrazo grande. O sea, con los abrazos se dice mucho. Sí, sí. Un gran obispo. Y está haciendo mucho bien a la Iglesia.
¿En qué cosas usted ve que está haciendo mucho bien?
Yo siento que está haciendo bien en todo. Por ejemplo el poner tantos laicos y mujeres en la curia romana. Es algo nuevo. Nunca eso se había dado antes en la Iglesia. Salir, estar con la gente.
¿Y qué le dice usted de esta Iglesia sinodal?
Yo creo que tenemos que dialogar mucho. Hacer que la Iglesia se abra. Dialogue. Se abra al mundo. Y es lo que está haciendo el Papa Bergoglio. Yo creo que con esta Iglesia sinodal está haciendo eso.
¿Usted conoció a Pironio?
Lo conocí, sí, sí, sí. tampoco mucho. Yo lo quiero mucho, un hombre de oración. También era muy alegre
¿Y Juan Pablo II?
Bueno, él me hizo Auxiliar de Buenos Aires, me hizo Diosesano de San Martín y me hizo Arzobispo de Tucumán. Lo único que no me hizo fue Cardenal.
Y estuve con visitas ad límina tres veces con él.
¿Qué puede decir Juan Pablo?
Un hombre de iglesia, realmente. Y también ha hecho mucho. Pensemos que Juan Pablo fue papa más de 20 años. Lo hicieron papa jovencito, 50 y pico de años. Es un gran hombre. Y lo que escribió, realmente, para seguir leyéndolo.
¿Y usted conoció a Juan Pablo I?
No. A Juan Pablo I no, porque murió. A Juan Pablo II sí y a Benedicto también.
¿Y de Benedicto qué dice?
Un hombre de Dios. Firme en lo suyo. Es tradicionalista, sin duda, no se puede negar. Pero cumplió bien su trabajo. Hizo bien el trabajo en la iglesia. Lo que escribió es una maravilla. Yo todavía ahora sigo leyendo los escritos de él.
Un mensaje a los jóvenes. ¿Qué le diría?
A los jóvenes. Que vivan con fidelidad su propia vocación. Que sean jóvenes. Que sean jóvenes cristianos. Hijos de Dios.
No solamente que nos ocupemos de las cosas de este mundo, sino también de la buena noticia que nos trae Jesús. Yo creo que hay que decirle a los jóvenes eso. ¿Cuál es el verdadero valor? Que vivan la fe, la esperanza, la caridad.
¿En la iglesia tucumana?
Que se dé a la gente. Que esté cerca de la gente. Y necesitamos un problema que tenemos, no solamente acá, sino un poco en Argentina, en todo el mundo, es la falta de vocaciones.
Hay pocos sacerdotes. Teniendo en cuenta el trabajo que tenemos. Así que hay que pedir mucho por las vocaciones sacerdotales también.
¿Tendría algún mensaje usted para la iglesia riojana que Dios la ha bendecido con cuatro mártires?
Es una gracia de Dios que tengan esos mártires. Vivan esa gracia.
¿Qué hace un cardenal hoy? ¿Cómo es su día?
Yo estoy a cargo de esta iglesia de la Santa Cruz. Trato de no meterme para nada en la diócesis, para no jorobar al arzobispo. Entonces yo prácticamente lo que hago es atiendo la iglesia, tengo la misa diaria, confesiones, catequesis, Cáritas. Me llaman de tanto en tanto.
Por ejemplo, el domingo pasado, de la Divina Misericordia, Fiesta de San Agustín, me llaman a veces, me manda el arzobispo a alguna misa afuera. Participo siempre que puedo en las grandes celebraciones diocesanas,
¿Cuánto dedicas a rezar por día, a leer?
Rezo a la mañana. Cuando me levanto, lo primero que hago es rezar el Ángelus y las lecturas del día. Y rezo. Y después rezo a la tarde, antes de la misa. Usted como cardenal es, digamos así, como consejero del Papa.
¿Lo sigue llamando el Papa para preguntarle cosas?
No, poco. No, calcula que ya tengo 90 años, ya estoy casi retirado
¿Qué le desea a usted a Francisco?
Que persevere. Que persevere, que no se desanime a pesar de las críticas que recibe, porque realmente a veces le dan fuerte. Pero que se ponga las manos del Señor y las manos de la Virgen, que lo van a ayudar.
¿Qué mensaje final quiere dejar?
Que seamos hombres y mujeres de fe. No solamente que vivamos las realidades temporales, sino también las realidades sobrenaturales. Y que demos ese testimonio a nuestros hermanos. Nuestros hermanos, chicos, jóvenes, adultos, necesitan testimonio de fe. Y nosotros, los cardenales, tenemos que darles el testimonio de fe y de caridad.