3 de diciembre – Día de la discapacidad

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En el día de la Discapacidad queremos hacerle un homenaje a las personas que acompañan a los discapacitados. Nos reunimos con Gabriela Maldonado y Giselle Analia Bustos que trabajan en distintos centros de salud de Chilecito, apoyando a las familias y personas con discapacidad . Nos comparten sus testimonios

Palabras de Giselle

En mi tarea cotidiana como Acompañante Terapéutica, me invita a dar gracias a Dios en aquellos momentos en dónde logro un avance significativo en el abordaje. El impacto positivo en la vida de la persona con discapacidad que acompaño y a su familia.

Ser AT me transformó en una persona empática, comprensible, tolerante, sensible, paciente. Las personas con discapacidad nos enseñan valiosas lecciones espirituales como la aceptación, la gratitud, la resiliencia.

Mi fe es un apoyo constante y diario. Mis oraciones me ayudan mucho en algunas situaciones en dónde uno puede sentirse abatido. Cristo siempre presente como mi apoyo espiritual.

Palabras de Gabriela

Cada día, en medio de la rutina, hay pequeños gestos que me llevan a dar gracias a Dios:

Cuando un niño que antes evitaba el contacto me busca con la mirada.

Cuando un alumno que parecía distante se anima a intentar algo nuevo.

Cuando una familia se siente acompañada y menos sola.

Cuando un desafío que parecía imposible se vuelve un logro, aunque sea pequeño.

Cuando una crisis puede ser calmada con un abrazo, un agarre de mano, una caricia.

En esos momentos siento que Dios me permite ser instrumento de Su ternura, que me confía lo más valioso: la fragilidad y la grandeza de cada persona que acompaño.

 ¿Cómo siento que este trabajo me transforma como persona y como creyente?

Este trabajo me moldea. Me vuelve más paciente, más sensible, más humilde, más perceptible. Me enseña a ver a las personas como Dios las mira: con amor, sin apuros, sin exigir perfección. Como creyente, me invita a confiar más. A veces me faltan las respuestas, o me siento limitada.

Ahí aparece la fe como un sostén: “Vos hacé tu parte, que lo demás lo hago Yo.” Siento que Jesús camina conmigo, que me recuerda que acompañar no es “resolver”, sino estar, sostener, escuchar y amar. 

¿Qué enseñanzas espirituales me regalan las personas con discapacidad?

Me enseñan el valor de lo simple como:

* La sinceridad de un abrazo auténtico.

*  La alegría de un avance mínimo que para otros pasa desapercibido.

* La capacidad de vivir el presente sin máscaras, vivenciar las diferentes realidades

Muchísimas veces descubro en ellos el Evangelio vivo:

 Su pureza de corazón me recuerda las Bienaventuranzas.(Corazón puro con la inocencia de un niño)

Su perseverancia me muestra lo que significa “levántate y anda”. (A pesar de las circunstancias mantienen esas ganas de salir adelante de ir contra la corriente)

* Un instante de silencio antes de empezar la jornada.

* Una oración breve: “Señor, dame tu paz para dar paz.”

Recordar por qué hago esto: porque Él me llamó a cuidar, a acompañar, a servir. Porque lo siento como un llamado, vivía una vida llena de frustraciones, rece tanto para el el señor me  marcara el camino correcto, que hacer que decir hacia donde ir y después de realizar el eslabón me convocaron para ser parte del centro terapéutico. Allí pude comprender cual era mí vocación, y es mí testimonio de vida siempre agradecida y llena del amor que estás personitas brindan, nuestro trabajo no es más que devolver un poquito de todo lo que ellos nos dan, nos enseñan.

Simplemente es mirar a los chicos y ver en ellos su rostro.

* Agradecer al final del día, aunque haya sido difícil.

*A veces es un gesto de un niño, una sonrisa inesperada, o el abrazo de una familia lo que me devuelve al corazón el sentido verdadero de mi Su modo de amar sin juicio es un espejo del amor de Jesús. (Sin juzgar, sin prejuicios)

Me enseñan que la santidad también se expresa en un gesto pequeño, en un día difícil, en una mirada que dice más que mil palabras.

Cuando el trabajo se vuelve desafiante, ¿qué me ayuda a poner mi corazón en manos de Jesús?

Hay momentos duros: crisis, frustraciones, cansancio, emociones que pesan, cosas que no se pueden resolver inmediatamente, la mira de costado del otro que no entiende pero que tampoco hace por interiorizarse.

En esos días, vuelvo a Jesús a través de detalles simples:

*Visita al santísimo, misión.

Gracias Giselle y Gabriela por la entrega, el testimonio y la generosidad en la entrega. ¡María las bendiga y acompañe!