Seguimos compartiendo las distintas entrevistas de la Asamblea Sinodal Diocesana, en esta oportunidad Diego Olivera, seminarista de nuestra Diócesis y Eduardo Vargas, representante de la Parroquia Encarnación del Señor, Iglesia Niño Jesús. En ambos diálogos resuena que la participación de diversos miembros de la Iglesia es una manera de crecer y de interpelarnos. A pesar de las sombras que podemos encontrar, las escuchas, lo compartido, lo vivido, es una gracia donde podemos encontrar luces en nuestro caminar como Iglesia. Te invitamos a leerlos.
Diego Olivera, seminarista.
Fue una jornada muy interesante, se plantearon temas “heavies” como abusos de autoridad, de poder, sexuales, el encubrimiento y silencio por parte de los consagrados, entre otras heridas y dolores. Fue duro, pero está bueno que esas sombras salgan a la luz para poder iluminar. Me voy muy interpelado.
Después de la pandemia es una gracia, un regalo de Dios, poder encontrarnos como comunidad diocesana, porque en cada representante de las comunidades están toda la comunidad presente: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Es un lindo momento de participación, de dialogo para compartir luces y sombras, momentos de alegrías y también de dolor que, si bien nos impactan, sorprenden, nos interpelan pero que existen y no podemos tapar el sol con el dedo. Son situaciones de dolor que tenemos que poner la mirada en ellas para sanar las heridas, para evitar que se vuelvan a repetir. Eso me pareció interesante. Después analizar el tema del clericalismo, si bien está alimentado por la comodidad del sacerdote, pero sostenido por laicos.
También cabe decir que se vivió un encuentro con mucha alegría, la alegría del reencuentro, del compartir, del diálogo y del abrazo, aquello que no fue posible en la pandemia.
Eduardo Vargas, esposo y papá, responsable del Camino Neocatecumenal
Este encuentro ha sido realmente productivo, me da alegría que la Iglesia riojana quiere buscar la forma de crecer, eso es bueno, me da alegría también ver como muchos carismas, mucha gente tiene la misma idea: una Iglesia misionera, que necesita ir a las periferias, que necesita encontrarse con el otro, para anunciar la Buena Noticia, una necesidad que antes no se veía, como que la misión de la Iglesia era solo de algunos o de los sacerdotes. Esto me despierta la alegría.
¿Qué te entristece?
Lo compartido en grupo las respuestas de las encuestas se vio que todavía hay algunas resistencias a los grupos, carismas de parte de algunos laicos y presbíteros. Tenemos un llamado a reconocerlos como un Don de Dios, ha ido avanzando, pero hay resistencia.
¿Qué te da esperanza?
Esperanza de que va a dar frutos, hoy en los grupos lo estuvimos viendo, querer ser testigos de que Cristo está resucitado y nos puede dar una vida nueva, que es lo que necesita la gente tanto los que están afuera de la Iglesia como los que estamos adentro. Todo esto me trae alegría y esperanza.
Queremos crecer todos juntos desde el lugar que cada uno ocupa, un crecimiento solidario sin quitarle espacios a los demás. Deseamos un crecimiento sinodal.