Jubileo de los obispos
En La Rioja tenemos como patrono a un obispo, San Nicolás de Bari y confiamos en él como santo.
Hoy es bueno mirar a los obispos como personas iguales a nosotros y preguntarse ¿cómo será ser obispo? ¿cómo se aprende a ser pastor?
En el Jubileo de los Obispos nosotros les hicimos a los últimos 6 obispos de La Rioja, las siguientes dos preguntas alrededor de dos ejes vitales, sus padres y la diócesis de La Rioja:
- ¿Qué aprendieron de sus padres y que hoy aplican en sus vidas de pastores?
- ¿Qué les enseñó La Rioja para su tarea episcopal?
Agradecemos a los padres Marcelo Colombo y Dante Braida por su disposición para responder nuestras preguntas. En los casos de Monseñor Angelelli, Monseñor Witte, Monseñor Sigampa y Monseñor Rodríguez acudimos a sus homilías, escritos y testimonios de quienes los conocieron. Allí encontramos lindas respuestas a las mencionadas preguntas.
Monseñor Dante Braida – 2018 en adelante
De mis padres aprendí el valor de la vida laical, de la vocación laical, el compromiso con la familia, con la iglesia, también con las realidades sociales. Eso también me ayuda para el ministerio en el día a día para comprender y valorar la vida de todos los laicos. De mi madre especialmente el valor del silencio y de la oración diaria.
De mi padre aprendí la capacidad de relacionarme con todos, con todo tipo de personas en diferentes situaciones y también la sensibilidad hacia los que más sufren o necesitan. Eso también lo rescato de ambos con una actitud también evangélica. Igualmente de ambos el valor de la responsabilidad para con los compromisos que se asuman.
La Rioja me ayuda a vivir el ministerio su religiosidad, el amor y la confianza a San Nicolás. Y también a Jesús, Divino Niño Alcalde, eso tan propio que hace el Tinkunaco. También el testimonio de los mártires en su entrega a la misión que cada uno tenía, que después culmina en la entrega de la vida, eso también es muy elocuente, está presente. También el amor a la tierra, el amor a su lugar de vida, a sus localidades, que permanece fuerte aun cuando uno tenga que emigrar. Quedan muy fuertes las raíces, eso también ayuda a estar uno enraizado en lo que le toca y en este caso también en esta tierra.
Un estilo que percibo es el respeto al obispo en cuanto a padre, pastor, guía. También buscando colaborar con él, a quien tener que ayudar con una palabra, con un consejo, con una sugerencia. Los riojanos tienen gran capacidad de acogida para el que viene de afuera, como que buscan que uno se sienta bien.
Monseñor Marcelo Colombo – 2013-2018
De mis padres recibí la insistencia en el trabajo, en la preparación permanente para afrontar los desafíos que se pudieran dar, evitando quedarme dormido en los temas; ambos fueron muy de animarme a tener iniciativa y a no conformarme; papá, siempre bondadoso, siempre pensando lo mejor de las personas; mamá, más prudente, de pocas palabras pero siempre muy aguda en sus observaciones.
En La Rioja aprendí la importancia que tiene la Iglesia como signo de Jesús para su pueblo y la sociedad, que nunca la Iglesia debe desentenderse de los problemas de la gente; desde el Tinkunaco para acá, esa lección de la historia nos habla de una Iglesia siempre involucrada en el bien común.
Monseñor Roberto Rodríguez – 2006-2013
Sus padres, particularmente su mamá, le inculcaron la atención a los enfermos y más frágiles. La verdad y la justicia fueron valores que recibió en el seno familiar y que volcó en su opción por la amistad social.
En La Rioja admiró la sencillez y religiosidad de la gente, se mezcló con todos disfrutando de la cercanía que siempre dispensan los riojanos. Valoró la confianza y sencillez de la gente con el obispo.
Monseñor Fabriciano Sigampa – 1993-2006
Nacido en un hogar sencillo del interior riojano, de sus padres bebió la responsabilidad, el respeto y la docencia como servicio, Imitando a su madre fue entusiasta misionero quien le empapó a la devoción por la Virgen del Valle.
En la Rioja, su tierra natal, recibió el cariño de todos, en particular de los jóvenes, el alimento que significa la religiosidad popular y el Tinkunaco como manifestación de encuentro y devoción a San Nicolás.
Monseñor Bernardo Witte – 1977-1993
Nacido en Alemania comprendió el valor de la paz invocada por sus padres durante la segunda guerra mundial. Estuvo prisionero y allí el rezaba constantemente el rosario junto a la confianza en la Virgen, inculcados por su madre, fueron su fortaleza. De su padre aprendió el valor de la verdad.
En la Rioja, con espíritu misionero, recorrió toda la diócesis, admiró la fe de un pueblo que estaba sufriendo la muerte de su pastor. Sin duda el Tinkunaco fue para él lo más importante que le enseñó esta tierra. Cuando fue nombrado Obispo de Concepción, llevó esa fiesta a esa diócesis tucumana.
Monseñor Enrique Angelelli – 1968-1976
De sus padres recibió la importancia del trabajo, el esfuerzo, la religión como estilo de vida, la generosidad con los que más necesitaban, la fraternidad familiar y con el vecindario. También el contacto con la naturaleza. Ambos colaboraron con la Iglesia, en la catequesis, en el espacio de hortalizas que tenían las Hermanas Adoratrices españolas y la importancia que le daban a la educación de los hijos.
En La Rioja aprendió a dar la vida con un oído en el Pueblo y otro en el Evangelio y por amor a ellos. Valoraba la calidez de su gente y a provincia la llamaba Morena querendona. En su poema “Desovillando a mi pueblo” el Obispo Enrique cuenta lo que le llegó más profundamente de La Rioja, lo que quedó en su corazón. Aquí lo rememoramos:
Honduras de quebradas y silencios, arenales sedientos y bravíos,
cardonales vigías en horizontes, lloros de cerros escondidos…
así es el alma de mi pueblo.
Promesante con fe de peregrino, caminante incansable de recuerdos,
alforja cargada de esperanzas, con el ritmo del tun-tun de las cajas…
así es el alma de mi pueblo.