Ordenación sacerdotal de Lucas Nazar

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“¿Por qué no cura?”: la pregunta que cambió la vida de Lucas Nazar y que hoy es su vocación

El viernes 20 de junio la comunidad de Nonogasta celebrará con alegría la ordenación sacerdotal de Lucas Nazar, un hijo de esta tierra que, luego de un camino largo y profundo, dará el sí definitivo a Dios. Su lema de ordenación es la cita de Juan 21,16 ¿Me amas? Apacienta…

La ordenación será el viernes 20 a las 11 hs en Pista Vega, Nonogasta. El sábado 21 a las 11 en la Capilla Sagrado Corazón de Sañogasta será su primera Misa; también ese día a las 17 celebrará en la Capilla San Buenaventura de Vichigasta mientras que el domingo 22, celebrará en La Comunidad Virgen de Fátima de Nonogasta.

Lucas Con el Área Comunicación de La Diócesis de La Rioja de cual es parte

Lucas nació en Chilecito hace 30 años y se crió en Nonogasta. Tiene tres hermanos y cinco sobrinos. Como muchos jóvenes, al terminar la secundaria eligió una carrera universitaria y comenzó a estudiar Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional de Chilecito. Pero en medio de una rutina de estudios y proyectos, una pregunta surgida durante una misa semanal transformó por completo su horizonte de vida.

Pongo énfasis siempre en esa pregunta que surgió en una misa en Chilecito: ‘¿por qué no cura?’”, cuentó Lucas. “Para mí fue esa pregunta la que me impulsó a buscar, a replantearme muchas cosas, sobre todo mi proyecto de vida”, explicó emocionado.

Al principio no se imaginaba como sacerdote. “Lo negué. Pensé que Dios me estaba pidiendo que me acerque más a la Iglesia, nada más”, relató. Comenzó así un camino de servicio dentro de su comunidad parroquial. “Hice varios retiros para acrecentar la fe, me empecé a involucrar en algunos movimientos, fui colaborador en la catequesis, después catequista frente a un grupo y me integré a la comunidad San Vicente Ferrer en Nonogasta”, expresó.

Lucas con su familia en la misa de admisión al Orden Sagrado en Sañogasta

Todo esto ocurría mientras seguía estudiando. “Ya estaba en segundo año de Ingeniería  Agronómica en la Universidad de Chilecito cuando surgió esta pregunta. Me ayudó a proyectarme a futuro, y la verdad es que no me veía como agrónomo. Eso impactó mucho en mis decisiones y en mi búsqueda”, afirmó el joven.

El tiempo en la comunidad fue clave: “Me ayudó a descubrir cómo caminar con otros. Me sentí muy acompañado, hice un hermoso grupo de amigos con los que compartíamos todo. La fe iba madurando, y yo creía que ya estaba todo… que era eso lo que Dios me pedía”.

Pero la inquietud seguía viva. Y entonces llegó un momento determinante: “Uno de mis amigos con quien compartíamos la catequesis me planteó sus inquietudes vocacionales. Para mí fue un signo, una hermosa señal de Dios. Él me animó muchísimo a darle respuesta a esta pregunta”.

Así, en 2016, ambos ingresaron al preseminario. “Era una propuesta diocesana. Hicimos la experiencia en la Casa de Retiro del Tinkunaco y los últimos tres meses en el santuario de La Merced. Fue un tiempo de miedo, de incertidumbre, de duda. No estaba totalmente convencido. No me veía como cura. Pero también quería darle esta oportunidad a Dios de que Él me diga lo que quería para mi vida”.

Siempre me confié en la providencia de Dios”

La decisión también sacudió su vida familiar. “Me costó mucho en casa. Ellos tenían otros proyectos para mí, sobre todo con la carrera. Esto los desencajó totalmente. Al principio, nadie entendía nada. Ni yo entendía lo que estaba pasando. Pero siempre me confié en la providencia de Dios”.

Y esa providencia, dice Lucas, se fue manifestando de muchas formas: “Estuvo encarnada en amistades que me sostuvieron, en muchas personas que con su oración o con su ayuda económica me acompañaron. En gestos concretos, en rostros que me hablaban de que Dios estaba”.

Durante el preseminario, Lucas profundizó en el conocimiento de sí mismo y en la vida de oración: “Uno conocía cómo rezar, pero no estaba el hábito. Ir disponiendo el corazón para que el Espíritu hablara fue clave. Empezamos a afianzar los vínculos entre nosotros. Éramos cuatro, y nos acompañaba el padre Jorge Hilal y la hermana Lucrecia Goyochea. Eso también fue muy valioso”.

Terminada esa etapa, se le propuso continuar la formación en Córdoba, en el seminario Nuestra Señora de Loreto. “Irme fue lo más difícil. Me fui con muchos pesares, no muy convencido, pero confiado en que el Señor me iba a acompañar y no me iba a soltar la mano”.

La llegada a Córdoba no fue fácil. “Me costó mucho. Extrañaba. Me costó adaptarme a la estructura. Mi personalidad no era muy abierta, así que también me costaba integrarme”. Lucas atravesó entonces una de las crisis más fuertes de su camino vocacional: “Apenas ingresé pensé en abandonar el seminario. Lo que me salvó fue la amistad. Fue la presencia de Dios en esos momentos. Fue vital y providencial”.

A pesar de las dificultades, fue también un tiempo de crecimiento: El seminario fue un caminar desafiante, pero gratificante. Desafiante porque implicó mucha entrega, reconocer las heridas, los miedos, las flaquezas… pero también las virtudes y alegrías. Aprender a valorarse como Dios nos valora, y aceptar al otro”.

Durante ese tiempo uno fue aprendiendo a vivir con Dios en medio de una comunidad. Fue gratificante por las experiencias que viví, por la gente que con gestos concretos me habló de Dios. Y sobre todo, porque fui aprendiendo a vivir con Dios en la cotidianeidad. A descubrirlo en lo sencillo, en lo pequeño”.

Hoy, a días de su ordenación, Lucas vive con gratitud y entrega este paso. “Ese Señor que un día me llamó, me sigue llamando y me sigue hablando. Por medio de los formadores, de los compañeros, de las comunidades. Aquella pregunta–‘¿por qué no cura?’– ya no es solo una inquietud: es ahora la vocación de Lucas. Es ahora una afirmación.

¡Gracias Lucas por tu sí generoso! ¡rezamos por vos!