PRÓLOGO
Me es muy grato presentar esta obra referida a Fray Mamerto Esquiú, quien próximamente será declarado Beato en la vecina provincia de Catamarca.
Su vida de santidad se manifestó en su entrega generosa a Dios que le dio la vida y la fe, fundamentalmente a través de su familia, y entrega generosa a su pueblo como fraile franciscano siendo testimonio vivo del Evangelio.
En estas páginas podrán encontrar diferentes escritos sobre su vida, su educación, su vocación franciscana y su llamado al episcopado; sobre la realidad del país y de La Rioja a finales del siglo XIX – época en que fue visitada por él-; sobre su aporte a la ciudadanía en cuanto al respeto de la Constitución Nacional, promulgada por primera vez en 1853; por último, podrán encontrar detalles de la visita pastoral que realizara a La Rioja en los últimos días de su vida.
En su conocido ‘sermón de la Constitución’, nuestro Fraile ha invitado a todos los habitantes de la Nación a aceptar esta nueva y fundamental Ley al decir “Obedeced señores, sin sumisión no hay ley, sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad”… “Se requiere la inmovilidad por parte de ella y la sumisión por parte de nosotros”.
De este modo con claridad ha iluminado a los gobernantes y a la ciudadanía para que, desde el respeto a esta Carta Magna, se busquen caminos de paz social y unidad, que lleven a superar diferencias y a fortalecer los vínculos sociales.
Por otra parte reconocemos en Fray Mamerto Esquiú su celo pastoral por La Rioja, atendiendo particularmente lo concerniente a la devoción de San Nicolás extendida por toda la provincia en torno a su imagen morena. Como Obispo dio lugar a modificaciones en el modo de celebrar su fiesta del 1° y 2 de enero y aprobó el “Reglamento de la Hermandad”, instrumento que regulaba la actividad de los promesantes. De este modo se dotaba a las fiestas de verano de un orden litúrgico que, arraigado en la religiosidad popular, buscaba “tributar culto interno y externo a la Divinidad Suprema por
intercesión del glorioso Santo S. Nicolás”. Al acercarnos a estos aportes invitamos a los lectores a dejarse interpelar y ayudar por este Fraile para implicarnos con confianza en la construcción de una ciudad, una provincia y un país donde la dignidad de cada persona sea respetada desde su concepción hasta su muerte, como dice nuestra actual Constitución Nacional. Y, a su vez, desde allí procurar que cada uno de sus habitantes aportemos al bien común los talentos y carismas recibidos para que todos podamos desarrollarnos plenamente en todas las dimensiones de la existencia en un ambiente de fraternidad.
Como Fray Mamerto, y siguiendo los pasos del Pobre de Asís, hoy el papa Francisco en su última encíclica (FratelliTutti) nos llama, como hijos de la Iglesia, a ser constructores de fraternidad participando de la vida pública al decirnos: “…si bien la Iglesia respeta la autonomía de la política, no relega su propia misión al ámbito de lo privado. Al contrario, no «puede ni debe quedarse al margen» en la construcción de un mundo mejor ni dejar de
«despertar las fuerzas espirituales» que fecunden toda la vida en sociedad. Es verdad que los ministros religiosos no deben hacer política partidaria, propia de los laicos, pero ni siquiera ellos pueden renunciar a la dimensión política de la existencia que implica una constante atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral. La Iglesia «tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación» sino que procura «la promoción del hombre y la fraternidad universal».”
Inspirados por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, un cristiano no puede mirar hacia otro lado ante tantos desafíos que nos plantea nuestro mundo de hoy, sino que debe asumir su propio lugar e involucrarse en nuevos proyectos que den respuesta a los mismos. El testimonio de Esquiú y de tantos creyentes y no creyentes que dieron su vida por una patria justa y fraterna nos alientan a no permanecer indiferentes y a comprometernos en un mundo mejor.
Agradecemos a los autores de este texto por contribuir al conocimiento de la vida y obra de Esquiú y ayudarnos a nutrirnos de su valioso legado para la Iglesia y la Patria. Paz y bien.
+Dante G. Braida
Obispo de La Rioja