CAMINAR JUNTOS COMO PASTORES CON ESPERANZA
Homilía de Mons. Dante Braida pronunciada en la Misa Crismal en la Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari, La Rioja. 17/04/2025 19,30hs
Fotos: Ana Laura Martínez
Queridos hermanos y hermanas:
1.Estamos transitando un año jubilar marcado por la ESPERANZA. Por ello vivimos esta Misa Crismal con particular alegría. Lo hacemos unidos a los aquí presentes en la Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari y a quienes participan a través de la Televisión, la radio y las redes sociales.
Damos gracias por quienes en el camino de nuestras vidas nos han llenado de ESPERANZA y nos han animado a tener paciencia y no bajar los brazos en momentos difíciles. En Jesucristo muerto y resucitado está nuestra gran ESPERANZA. Por eso, en esta Semana Santa, queremos renovar nuestro bautismo y, en esta misa Crismal como sacerdotes, queremos renovar las promesas sacerdotales para servir con fidelidad en el ministerio pastoral y ser con nuestras vidas signos transparentes de la ESPERANZA cristiana.
Queridos hermanos sacerdotes, estamos aquí porque hemos puesto nuestra confianza y ESPERANZA en la fidelidad de Dios y queremos ser sembradores de ESPERANZA para nuestro pueblo que muchas veces vive situaciones de mucho dolor y angustia y busca en qué o en Quién apoyarse. Por eso trabajemos para que este jubileo “pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1)”[1].
2. En el Evangelio de hoy Jesús se identifica con la profecía de Isaías asumiendo que el Espíritu Santo está en Él ungiéndolo y guiándolo para que lleve una buena noticia a los pobres y sea una presencia liberadora para los cautivos, el profeta también dice que el Espíritu lo lleva “a consolar a todos los que están de duelo, a cambiar su abatimiento por un canto de alabanza”.
El papa Francisco en su convocatoria al Jubileo nos invita a ver las situaciones de dolor que padece nuestro mundo para ver qué podemos cambiar para que se transformen en signos de esperanza. Sobre esto estuvimos rezando y reflexionando en esta mañana. Mirando nuestra realidad vemos que hay una necesidad grande de ser escuchados, contenidos y acompañados. Lo experimentan muchas personas que se sienten solas o no encuentran el sentido de la vida, o que padecen alguna adicción por distintos motivos que afligen sus corazones. Lo experimentan muchos adolescentes y jóvenes que, afectados por un cambio de época vertiginoso, se ven incomprendidos en sus búsquedas o modos de vivir.
Necesidad de ser escuchados, contenidos y acompañados que lo experimentamos nosotros mismos como sacerdotes muchas veces agobiados por muchas tareas o sumidos también en este cambio de época que trae numerosos cambios a los que tenemos que adaptarnos constantemente.
Por eso en estos tiempos un SIGNO DE ESPERANZA consistirá en capacitarnos para ESCUCHAR, CONTENER Y ACOMPAÑAR asumiendo que para que eso pueda darse necesitamos también nosotros ser ESCUCHADOS, CONTENIDOS Y ACOMPAÑADOS.
3. Qué necesario es reconocer humildemente que necesitamos de los demás y, como sacerdotes, necesitamos particularmente de la presencia y cercanía de otros sacerdotes. La vida fraterna es vital para nuestro crecimiento y maduración como personas, como cristianos y como pastores. Ir al encuentro del hermano sacerdote, sobre todo si está en alguna dificultad, tiene que ser un acto natural y espontáneo que brote del corazón que se deja atravesar y desarmar por el amor de Cristo. Superar todo prejuicio, vencer todo tipo de excusas que puedan apartarnos del hermano, asumir sus límites y defectos es parte del camino espiritual que todos tenemos que transitar para crecer. También los santos, a quienes veneramos con tanta devoción, lo tuvieron que hacer. La misma santa Teresita comenta lo que le costaba la relación con algunas hermanas. Pero al crecer en su vida orante y al abrirse más y más a la gracia va descubriendo lo importante que es aceptar sus vidas como son y a comprometerse con ellas en el servicio cotidiano… y así fue descubriendo en qué consiste la caridad perfecta. Dice, «la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades»[2]
Queridos hermanos, aunque nos cueste y a veces no sepamos cómo, sigamos apostando a la vida fraterna. Demos gracias por los pequeños o grandes pasos que hemos dado en este sentido y sigamos adelante descubriendo y experimentando la belleza del caminar juntos como hermanos. Como dice el salmo 133,1: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (en armonía).
4. En nuestro corazón de pastores sin dudas que resuenan varias de las situaciones dolorosas de este mundo que nos plantea el papa Francisco, como la realidad de la baja de la natalidad, los jóvenes que ven con incertidumbre su futuro sin grandes expectativas y proyectos, los nuevos pobres que habitan nuestras comunidades, los ancianos y enfermos afectados por carencias en recursos y también en afectos a su alrededor. No podemos mirar para otro lado ante los rostros de los pobres de hoy.
En este sentido nos alientan las palabras de Mons. Angelelli cuando dice: “Nuestro ministerio sacerdotal, como toda acción de la Iglesia, está y deberá estar abierto a todos, sin excluir a ninguna persona de la Salvación traída por Cristo a los hombres; pero servirá de un modo especial a quienes en la comunidad diocesana son POBRES, necesitados material y culturalmente, marginados de la comunidad o no tratados como hijos de Dios por sus hermanos. Es el mismo Cristo quien nos urge este servicio y esta entrega por los más débiles.”[3]
Sin duda que ante tantos desafíos puede llegar a nosotros la tentación de la desesperanza o del desaliento. Para poder superar esa tentación estamos llamados a fortalecer nuestra vida orante y poner en Dios toda la confianza y, a su vez, fortalecer la vida comunitaria para mirar junto a otros la realidad y buscar con otros respuestas y realizar con otros acciones que contribuyan a un cambio.
En este sentido vivir la sinodalidad nos será de gran ayuda, procurando como pastores ayudar a discernir los talentos propios y ayudar a que cada bautizado discierna sus talentos y carismas y los pongan al servicio del pueblo y de los más pobres, particularmente. Seamos Sacerdotes promotores de la sinodalidad, misioneros de la sinodalidad. En este sentido les pido y los animo a leer junto a sus agentes de pastoral el Documento Final del Sínodo en sintonía con toda la diócesis y la Iglesia universal para aprender todas las dimensiones de la sinodalidad y aplicarlas en la vida cotidiana para poder llevar adelante la obra evangelizadora de la Iglesia y responder a todos los desafíos de hoy.
5.Finalmente queridos hermanos sacerdotes, quiero animarlos a que sigamos caminando juntos, cultivando la ayuda mutua con particular atención a los más jóvenes y ancianos en el presbiterio y a aquellos que estén pasando alguna necesidad. Y juntos sigamos formándonos para vivir con alegría y generosa entrega el ministerio que por pura gracia hemos recibido. Al finalizar la misa recibiremos, de parte de la CEMIN, un ejemplar del nuevo documento[4] para la formación permanente de los presbíteros. Él Será una ayuda para la formación en estos tiempos.
Y gracias, gracias queridos hermanos sacerdotes por el SI que cada día dan a Dios en fidelidad a la vocación recibida, gracias por ese SI que cada día manifiestan en el servicio al pueblo de Dios y gracias por el SI que dan al asumir los desafíos de hoy ocupándose particularmente de los que más necesitan.
Pidamos juntos hoy a los beatos mártires, a nuestro Obispo Enrique, a Carlos, a Gabriel y a Wenceslao que vivieron inspirados por el Concilio Vaticano II en sus primeros años de aplicación que nos ayuden a vivir hoy la sinodalidad, y que nuestra madre la Virgen sea nuestra mejor guía en el seguimiento de su Hijo Jesucristo, el Buen Pastor. Así sea.
[1] FRANCISCO. Spes non confundit. Bula de convocación del Jubileo ordinario de año 2025.
[2] En Gaudete et exsultate 72.
[3] Enrique Angelelli. Mensaje del 1° de enero de 1975.
[4] Comisión Episcopal de Ministerios. Renueva el don. Ágape, 2024.