Lucía, la pastora de la Cordillera

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HISTORIA DE UNA PASTORA 

Vinchina es una localidad ubicada a 350 km al NO de la ciudad de La Rioja, al pie de la Cordillera que nos separa de Chile. Ese lugar es el punto de referencia para llegar a conocer a Lucía quien vive varios kilómetros más arriba, en la cordillera. Aquí su historia contada por Ariel Barrera, vecino de esa localidad.

Lucia Urriche, nació, se crió, sigue viviendo y se va a morir en la Cordillera de los Andes porque lo que cuida ella es un legado que le dejaron sus padres. Ella es trashumante de la Cordillera de los Andes.

Trashumante es una persona que vive en la montaña y se traslada de un lado para el otro por los pastos para sus animales. Conoce a cada uno de ellos, los cuida, los acompaña y se siente acompañada por ellos.

Tiene 51 años, analfabeta, vive en Rio Colorado sobre los 3100 mts sobre el nivel del mar. Abarca un radio de 50 km donde están distribuidos 5 puestos de verano y de invierno, estos últimos en los bases de la montaña.

Es una mujer maravillosa, hoy vive sola. Hace 16 años sus padres y su tío, que lo considera como padre porque la crió desde bebé, perdieron la vista (es muy recurrente que a estas personas pierdan la vista por los vientos, la nieve y el sol) y se fueron a vivir a Jagüé. Allí se radicaron para cuidar a sus nietos, hijos de Luci que los tuvo soltera. Entonces ella se quedó sola arriba.

Es la hija de la Cordillera, así se la considera. En su casa, el techo es el cielo. La silla es una roca que encuentra en el lugar y para que esté blandita la silla, palabras de ella, le agrega un cuerito de oveja. La mesa es un cajón de manzana. El colchón es un cuero de oveja al que ella le llama camero. Su cocina es de piedra pircada, es decir, una roca sobre otra en forma circular de 3 mts de diámetro aproximadamente con una altura de 1.30 mts cubierta por lata, unos cactus vegetales autóctonos, xerófilo firme, que hace de techo de la cocina y un pozo de 1 mt donde hace el fuego. Almuerza entre 9 y 10 am porque a esa hora sale en pastoreo, buscando el pasto más tierno para sus animales caminando entre 15 a 20 km diarios llevándolos, animándolos con sus gritos y silbidos. Como el Buen Pastor ella los conoce y ellos a Lucía y la siguen.

Vuelve cargada en su espalda, leña, material escaso y en sus manos un uso con lana hilada seleccionada del día anterior para después con eso fabricar medias, gorros, pulóveres.

En invierno duerme con -13° en la cocina al lado del rescoldo caliente, tapadas con pullos de oveja. Al otro día a las 8 am calienta el agua para los mates. En sus palmas se refleja el hielo de la montaña que no siente calor con el alambre caliente del tarro que tiene para calentar el agua.

Su cuerpo y su piel estaba adaptado a las bajas temperaturas de la cordillera riojana.

Ella baja a Jagüé, cada 30 a 120 días, a comprar lo que necesita, visita el médico, compra medicina por si le pasa algo, visita a su familia, vende lo que ha hecho.

Cuando se le pregunta si tiene miedo contesta que se encuentra en manos de Dios.

Su rostro, su mirada expresan transparencia, es feliz con lo que hace, con lo que tiene y con lo que vive siguiendo el oficio y la herencia pastoril de su familia.

Lucía en su casa de la Cordillera con Ariel Barrera