Los zapatos de Angelelli[1] (Córdoba,1923- La Rioja,1976)
Los zapatos son una imagen importante, marcan modas y preferencias. También muestran los caminos por los que andamos. A nadie le es ajeno que Monseñor Angelelli anduvo muchos caminos, tantos que gastó los zapatos y también con ese signo muestra que se hizo uno con los pobres, los que no pueden comprarse otro par de zapatos.
Para imaginárnoslo físicamente era alto, fornido y ágil. Un poco calvo, usaba anteojos de marcos gruesos que no impedían ver sus ojos que se entrecerraban cuando reía. Era un hombre sereno, bromista, sencillo, austero y apasionado en su apostolado evangélico. Todo regalo que le hacían lo daba a los pobres. Al comenzar la Misa y arrodillase ante el altar se le podía ver el color de sus medias por el agujero que tenía en las suelas de sus zapatos
Se notaba algo distinto en su opción de tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio, imbuido del mensaje del Concilio Vaticano II, puso en práctica las disposiciones de la doctrina Social de la Iglesia, en especial, el compromiso con la defensa de la libertad y dignidad de las personas. De la misma forma en que los discípulos de Jesús encontraron resistencia y fueron criticados y atacados tanto por el conservadurismo ortodoxo judío y las autoridades imperiales romanas, Angelelli sufrió las calumnias y ataques de un grupo elitista riojano tanto de los conservadores católicos, como del poder gobernante. Eso no le impidió acercarse a los pobres, a los obreros y campesinos, a los estudiantes y muchos religiosos, que percibían en él a un auténtico Pastor y participaban activamente en su proyecto de trabajo en la Diócesis de La Rioja.
La feligresía, en general, sentía un afecto inmenso y una gran fidelidad hacia Monseñor Angelelli, sin embargo, el Diario El Sol, y un grupo de laicos terratenientes conservadores denominados “Cruzados de la Fe”, fueron sus feroces detractores. Montaron una campaña en su contra, tildándolo de comunista y otras calumnias, por propiciar la formación de cooperativas de los trabajadores del campo y muchas otras labores dentro de su pastoral social.
Cuando el obispo fue asesinado, en general se convirtió en una triste noticia y durante muchos años desde todas las instituciones, se dijo que había sido un accidente.
Sus zapatos gastados quedaron en evidencia cuando se arrodilló frente el altar de Dios. Por eso Angelelli pudo dar la vida, porque no se buscó a sí mismo, no buscó aplausos, su meta fue la Gloria de Dios, su ideal tener un oído en el Evangelio para llevarlo a su pueblo.
Pidámosle el coraje de tener sus zapatos gastados como los suyos. Gastados por evitar el consumismo, gastados por andar dando una mano a los demás, gastados por visibilizar y hacer digno el trabajo de los demás.
Socialmente, podríamos decir que Enrique Angelelli fue un líder, que se puso a la par de aquellos a quienes se les había encomendado haciéndose todo con todos, desde los zapatos hasta sus tareas mal remuneradas y sus personas explotadas. No se calló, denunció y anunció “poniendo su propio cuerpo”.
A nivel religioso fue un pastor con olor a oveja, a quienes conocía y disfrutaba de estar con ellas, les consultaba, las animaba, gustaba de estar con la gente de cualquier clase social, con los sacerdotes, las religiosas a quienes contagiaba desde su coherencia de vida.
El sábado próximo será declarado beato por la Iglesia Católica, es un reconocimiento a sus virtudes, a su fe, su esperanza y su caridad, a su entrega hasta la muerte con el modelo de Jesús. Es también un regalo de Dios quien nos envía estos modelos para animarnos en nuestro andar, para tener una guía y un modelo. Ese era el Obispo Angelelli.
Socialmente es también un modelo porque no se buscó a sí mismo ni hizo mal uso de su jerarquía y poder, lo puso a disposición de los más pobres y de los que no se pueden defender y eso también es un regalo para nuestros tiempos, un tanto anoréxicos de dirigentes que caminen a la par de todos y con todos.
En el mismo tiempo de Angelelli, fueron asesinados tres personas más y por la misma causa, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Logueville y el esposo y padre de Familia Wenceslao Pedernera. Probablemente también habrán tenido sus zapatos gastados.
Quisieron callar el testimonio de estos 4 hombres, pero por esas cosas que tiene el bien que siempre sale a la luz, hoy resurge con más fuerza porque dieron la vida por un mundo mejor.
Una de las frases más usadas por Angelelli era “hay que seguir andando nomás”. Frase que podemos usar todos y con los mismos zapatos, ellos serán los testigos de nuestro buen caminar.
[1] Enrique Angelelli fue un obispo cordobés que desarrollo parte de su episcopado en La Rioja. Participó del Concilio Vaticano II y era muy respetado en la Iglesia por su coherencia de vida, su sabiduría y su formación académica. Murió asesinado, en lo que por años se llamó accidente el 4 de agosto de 1976.