Las Mártires de los Mártires

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En Argentina, hace poco tiempo tuvimos el regalo de la beatificación de cuatro mártires: el Obispo Enrique Angelelli, el laico Wenceslao Pedernera y los sacerdotes Gabriel Longuevile y Carlos Murias. Los que la vivimos más de cerca, corremos el peligro de quedarnos en dos hechos extremos. Uno el de 1976, cuando los mataron y el otro, el de 2019 cuando los beatificaron. Fue una gran fiesta y ese es otro peligro, quedarnos en la celebración. Otra situación que puede entramparnos y no dejarnos ver todo el horizonte, es quedarnos en estas cuatro personas solamente y olvidar su entorno, los que los acompañaron, los que quedaron solos y amenazados, los que después de su martirio vivieron como mártires.

Los cuatro fueron amenazados, perseguidos y matados por ser buena gente, por vivir como hijos de Dios y hermanos de los hombres, especialmente de los más frágiles, en una época en que se tildaba de subversivo, comunista, revolucionario a quien no respondiera a ideas totalitarias del gobierno y de otras instituciones, lamentablemente, parte de la Iglesia incluida.

Uno de los mártires fue el laico Wenceslao Pedernera, ultimado delante de su esposa y sus tres pequeñas hijas. A esas 4 mujeres, Coca, María Rosa, Susana y Estela, les llamo las mártires de la puerta del lado. Vivió unas horas antes de morir y repitió mientras pudo, que perdonaba a sus agresores y que su familia debía hacer lo mismo: “perdonen, no odien”. Sólo ahora salieron a la luz y de nuevo siguen la rutina de sus vidas. Pero durante los 8 años posteriores al asesinato de Wence(como cariñosamente lo llama Coca a su esposo) sufrieron no sólo la ausencia familiar sino persecuciones, amenazas y caras dadas vueltas, con insultos incluidos, de parte de sus propios vecinos.

Coca y sus hijas siguieron viviendo en el  pueblo de Sañogasta en la Provincia de La Rioja, ella era catequista y quiso seguir siéndolo, pero algunas familias no mandaban a sus hijos a la catequesis que ella dictaba ¡hasta tus gallinas son comunistas! le gritaban, pocos le daban trabajo y alguno de sus familiares se hicieron a un costado, también la amenazaban como lo hicieron con su marido.. Ella no abandonó a Dios, vivió el martirio con sus hijas y retornada la democracia, a los ocho años, respiró libertad pero su pobreza y los vacíos de la gente siguieron. Además no terminaba de hacerse justicia con Wenceslao.

Se dice que Dios tiene sus tiempos y sabe cuál es el indicado para cada uno. Ahora, 43 años después Wenceslao goza públicamente de la justicia humana y de la divina. Y Coca y sus hijas, según sus propias palabras recién ahora tienen una paz y una alegría plena en sus corazones. Ellas, las mártires silenciosas de la puerta de al lado.

El Padre Longueville, misionero francés, era el párroco de Chamical, pueblo de La Rioja donde funcionaba una base aérea y en tiempos de dictadura (1976-1983) un centro de tortura y detención. El Padre Carlos Murias, misionero franciscano cordobés, era su vicario. Estaban cenando en la casa de las hermanas Josefinas, Rosario Funes y Lilia Cabás quienes se convirtieron en las mártires de la puerta de al lado. Además de ser testigos del apresamiento y de vivir amenazadas desde antes, lo siguieron siendo después y aún ahora les cuesta recordar ese terrible momento en que se los llevaron. Dormían con un pequeño bolso con sus pertenencias por si las venían a buscar para declarar o lo que fuese, no podían salir de Chamical porque los militares se lo impedían y en ese clima de silencio aplastante, de no poder decir ni preguntar nada, del asesinato del obispo, de no ser escuchadas por otros obispos, estas valientes mujeres siguieron llevando el pan del evangelio, de la paz y la justicia a la gente del pueblo. Junto al miedo por lo que pasaba sentían la fortaleza que Dios les daba. Una de ellas nos dice “nos sentíamos raras, tanto sufrimiento y tanta paz”.

También hubo otras mártires: las hermanas de Carlos Murias, especialmente Marta, un año y medio mayor que Carlos, compañera de juegos y travesuras a la vez que confidente. Marta y también sus hermanas vivieron con mucho dolor el destino de su hermano, el modo, el porqué, por quiénes fue matado. 43 años después, la historia condenó este hecho, la Iglesia reconoció al protagonista y Marta con mucha emoción nos dice: nos deja un mensaje de paz para los argentinos, no podemos aceptar ni bendecir la violencia, no podemos aceptar ni bendecir la corrupción.

Suele decirse que de tal palo tal astilla, probablemente éstas serías las palabras de Carlos en estos tiempos.

Coca, María Rosa, Susana, Estela, Rosario, Lilia, Marta….mujeres silenciadas, pero no silenciosas. Mártires de la puerta de al lado.

Deseo para mí y para el lector caminar por la calle o por donde estemos, y aguzar los sentidos para detectar tantas mujeres mártires que sostienen a otros mártires; también deseo desarrollar la misericordia para que no los haya y si los hay, asistamos y creamos en ese martirio. Y si llega a tocarnos el martirio, que nunca perdamos la certeza de que Jesús nos sostiene y por Él resucitamos.

Ésa es la alegría del mártir y de las mártires de la puerta de al lado.