Los mártires de la puerta de al lado

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La beatificación de Monseñor Enrique Angelelli, los padres Murias y Longueville y el laico Wenceslao Pedernera fue una fiesta para Argentina, una Pascua Riojana. Éste fue el final feliz de una historia que comenzó muy triste 43 años antes, en 1976, con el martirio de ellos 4. No cometamos el error de ver sólo estas dos fechas y estos 4 nombres. Hubo muchos mártires más, especialmente mujeres.

El Padre Longueville, misionero francés, era el párroco de Chamical, pueblo de La Rioja donde funcionaba una base aérea y en tiempos de dictadura (1976-1983) un centro de tortura y detención. El Padre Carlos Murias, misionero franciscano cordobés, era su vicario. Guiados por el Obispo, ambos, pero especialmente Murias se comprometieron con la gente, con los campesinos y los docentes, formando movimientos para mejorar sus condiciones laborales, para darles dignidad, para defender sus derechos, para mostrarles a Jesús que viene a traer Vida y Vida en abundancia. Y como a Jesús, por hacer el bien desenmascarando a los que hacen el mal, los torturaron y mataron.

Estaban cenando en la casa de las hermanas Josefinas, Rosario Funes y Lilia Cabás quienes se convirtieron en las mártires de la puerta de al lado. Además de ser testigos del apresamiento y de vivir amenazadas desde antes, lo siguieron siendo después. Dormían con un pequeño bolso con sus pertenencias por si las venían a buscar para declarar o lo que fuese, no podían salir de Chamical porque los militares se lo impedían y en ese clima de silencio aplastante, de no poder decir ni preguntar nada, del asesinato del obispo, de no ser escuchadas por otros obispos, estas valientes mujeres siguieron llevando el pan del evangelio, de la paz y la justicia a la gente del pueblo. Junto al miedo por lo que pasaba sentían la fortaleza que Dios les daba. Una de ellas nos dice “nos sentíamos raras, tanto sufrimiento y tanta paz”.

También hubo otras mártires: las hermanas de Carlos Murias, especialmente Marta, un año y medio mayor que Carlos, compañera de juegos y travesuras a la vez que confidente. Marta y también sus hermanas vivieron con mucho dolor el destino de su hermano, el modo, el porqué, por quiénes fue matado. 43 años después, la historia condenó este hecho, la Iglesia reconoció al protagonista y Marta con mucha emoción nos dice: nos deja un mensaje de paz para los argentinos, no podemos aceptar ni bendecir la violencia, no podemos aceptar ni bendecir la corrupción.

Suele decirse que de tal palo tal astilla, probablemente éstas serías las palabras de Carlos en estos tiempos.

Rosario, Lilia, Marta….mujeres silenciadas, pero no silenciosas. Mártires de la puerta de al lado.