La Procesión de San Nicolás abrazó la sinodalidad, la fe y la esperanza

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Las calles céntricas de La Rioja se transformaron en un cauce de fe y devoción este domingo, cuando miles de corazones latiendo al unísono acompañaron la imagen de San Nicolás de Bari en su tradicional Fiesta de Invierno. No fue solo un recorrido; fue una profunda vivencia espiritual y comunitaria, un paso más en el camino sinodal que abraza a la Iglesia diocesana.

Desde las 17:00, la figura del «Tata» moreno, custodiado por las veneradas imágenes del Niño Alcalde, la Virgen del Valle y San Francisco Solano, avanzó por la ciudad. El sol de la tarde, que poco a poco se iba ocultando alrededor de las 18:00, no logró menguar el fervor de los fieles que, abrigados, se entregaban a la oración y al canto. Mientras una inmensa columna seguía los pasos de la procesión, otro numeroso grupo elegía la quietud de la Plaza 25 de Mayo para unirse en una plegaria compartida, tejiendo una red invisible de súplicas y gratitud.

La sinodalidad en cada paso y cada mensaje

El pulso de esta procesión estuvo marcado por el Documento de la Sinodalidad, un hilo conductor que inspiró cada cántico festivo y cada pausa para la reflexión. El sacerdote Juan Manuel Gómez, junto a otros presentadores, tejió mensajes que calaron hondo en el alma de los presentes, invitando a la comunidad a ser una Iglesia en salida, inclusiva y comprometida.

Se destacó la diversidad, recordando cómo San Nicolás supo reconocer y potenciar los talentos de cada uno, especialmente al servicio de los más pobres. «La unidad no se impone, se construye con diálogo, respeto y amor mutuo», resonó, invitando a que las parroquias sean verdaderos hogares de puertas abiertas donde cada carisma sea un don de Dios.

La misión vibró en el aire, al proclamar que cada bautizado es un enviado a anunciar la alegría del Evangelio, llevando esperanza en un mundo herido. San Nicolás fue presentado como un «pastor de puertas abiertas, signo de una iglesia en salida», un llamado a renovar el ardor misionero en este Año Jubilar.

Un conmovedor eco fue la opción preferencial por los pobres. Se enfatizó que la sinodalidad cobra sentido en la cercanía con quienes sufren cualquier tipo de pobreza, material, moral o espiritual. «Sin compromiso con los más bendecidos, la sinodalidad pierde sentido», se escuchó, recordando a San Nicolás que supo ver en los rostros de los desfavorecidos el rostro de Cristo mismo.

El llamado a caminar juntos se hizo tangible cuando se invitó a los fieles a poner la mano sobre el hombro de quien estaba al lado, transmitiendo la paz. «Somos mensajeros de la paz, somos constructores de un mundo nuevo», se afirmó, en un gesto de profunda comunión.

Los Mártires Riojanos fueron evocados con veneración, su ejemplo de fraternidad y entrega total a Cristo resonó con fuerza. La «actitud de servicio y disponibilidad» de Monseñor Angelelli, Carlos Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera fue recordada como un eco que sigue resonando en la historia.

La conversión personal y comunitaria fue un llamado constante, a ser una Iglesia que se reconoce necesitada de perdón, capaz de revisar sus actitudes y acoger a todos, sin exclusiones. Una «iglesia que abraza como el Padre Misericordioso».

Finalmente, la familia, cuna de la fe y la esperanza, fue encomendada a San Nicolás. Las familias, llamadas a ser misioneras y faros de luz, constituyen la base para «construir comunidades sanas y fraternas».

El Obispo animó a la esperanza en el Jubileo

Al concluir la procesión, Monseñor Dante Braida, Obispo de La Rioja, se dirigió a su pueblo con palabras que invitaban a la esperanza y a la vivencia profunda de este Año Jubilar, que celebra los 2025 años de la venida de Jesucristo. Antes, había expresado su mensaje en el último día de la Novena a San Nicoláshttps://diocesislarioja.com.ar/fiesta-de-invierno-de-san-nicolas-homilia-monsenor-braida/

«La puerta de esta catedral este año es Puerta Santa, un signo de que Jesús es la puerta y nos hace entrar en las profundidades de su amor misericordioso», expresó el Pastor, extendiendo su saludo a los numerosos peregrinos llegados de distintos rincones del país y a quienes seguían la transmisión a la distancia.

Braida también hizo un fuerte llamado a cuidar y acompañar a los jóvenes, los ancianos, los enfermos, los pobres y los presos, como verdaderos signos de los tiempos. “Si los contemplamos con el corazón abierto, si nos dejamos conmover, podrán convertirse en signos de esperanza”, expresó.

El prelado alentó a toda la Iglesia diocesana a leer e implementar las conclusiones del Sínodo y vivir la sinodalidad como forma concreta de ser Iglesia misionera, en salida, inclusiva y solidaria.

Braida explicó el valor espiritual de las peregrinaciones durante el Jubileo, recordando que 21 templos de la Diócesis han sido habilitados como “templos de la misericordia”. También alentó a vivir el sacramento de la reconciliación como camino de sanación: “No renunciemos a la confesión. Descubramos la belleza de este sacramento de perdón, de alegría y de purificación del corazón”.

En ese sentido, remarcó la importancia de las indulgencias jubilares como un don especial de este tiempo de gracia: “Las indulgencias nos ayudan a limpiar profundamente nuestro corazón y quitar las huellas del pecado”.

Una Iglesia sensible a los signos de los tiempos

Siguiendo las reflexiones del Papa Francisco, Braida llamó a “leer los signos de los tiempos y transformarlos en signos de esperanza”. Entre ellos mencionó la baja natalidad, las condiciones de los presos, la situación de los enfermos, los desafíos de los jóvenes, la soledad de los ancianos y el drama de la pobreza.

“Una mujer embarazada, una familia que se abre a la vida, un papá con su niño en brazos, son signos de esperanza”, señaló, y agregó que también lo son quienes trabajan por mejorar las condiciones de detención o acompañan con ternura a los enfermos y ancianos. “Cada vez que hacemos algo por un enfermo o un mayor, estamos como Cristo, siendo cercanos a quienes acuden a Él”, afirmó.

En un tono especialmente conmovedor, habló de los jóvenes que enfrentan la incertidumbre, el desempleo, las adicciones y la tentación de la delincuencia: “No podemos decepcionarlos. En su entusiasmo está el fundamento de nuestro porvenir. Necesitan personas cercanas que los alienten”.

También valoró el rol de los ancianos: “Ocuparnos de ellos con solicitud y delicadeza es un signo de esperanza para este tiempo. Son un tesoro de sabiduría y experiencia”.