Celebrar la fe a través del lente: La historia de Ana Laura en el día internacional de la fotografía
Cada 19 de agosto, el mundo celebra el Día Internacional de la Fotografía, una fecha que conmemora el descubrimiento del daguerrotipo en 1839, el primer proceso fotográfico anunciado públicamente. En este contexto, la mirada se dirige hacia aquellos que encuentran en la fotografía no solo una profesión, sino una vocación profunda y significativa. Tal es el caso de Ana Laura Martínez, una fotógrafa que ha hecho de los eventos religiosos en La Rioja su campo de expresión artística.
Ana Laura comenzó su carrera con una pasión por la pintura, pero rápidamente descubrió en la fotografía un medio más dinámico y poderoso para explorar la experiencia humana. “Me detenía en paisajes y naturaleza muerta, pero había algo más que quería explorar en la quietud y la dinámica de las luces y las sombras, pero sobre todo de la experiencia humana inserta en una sociedad”, expresó. Este enfoque la llevó a profundizar en la fotografía social y el fotoperiodismo, utilizando su cámara para capturar historias complejas y, a menudo emotivas.
El desafío y la gratificación en la fotografía religiosa
Ana Laura considera que fotografiar eventos religiosos es un regalo. La oportunidad de encontrar a Dios en su creación y en sus hermanos a través del lente de su cámara es una experiencia profundamente conmovedora. “Suelo conmoverme mucho cuando hago fotos y le agradezco a Él por cada rayito de sol que nos regala y que baña una escena”, reflexionó.
Capturar la esencia de un evento religioso requiere una atención especial a la emoción y los símbolos que visualmente cargan un mensaje. Para Ana Laura, el momento de la consagración es especialmente significativo. “Es el momento de retratarlo a Él, que se nos entrega en algo tan simple y humilde como un pedacito de pan”, comentó.
Fotografía y fe: un servicio a la Iglesia
Ana Laura no ve su trabajo como una simple profesión, sino como un servicio a Dios y a la comunidad. Su enfoque está profundamente arraigado en su vida espiritual y en su deseo de usar sus talentos para transmitir la fe a través de imágenes. “La fotografía entrena la paciencia y la sabiduría del instante presente”, explicó y reconoció que, al igual que en la vida, en la fotografía a veces se trata de esperar el momento adecuado, confiar en Dios y estar preparados para lo inesperado.
Un estilo en evolución
La fotografía religiosa de Ana Laura es una expresión de su relación con Dios y sus procesos de fe. A lo largo del tiempo, su estilo ha evolucionado, porque reflejan su encuentro con Dios en diversas circunstancias, desde los eventos litúrgicos hasta el trabajo con comunidades marginadas. “A Jesús siempre lo encontré en la mirada sufrida de quienes son olvidados, de quienes están al borde del sistema, de quienes no tuvieron demasiadas oportunidades en la vida”, expresó y destacó la importancia de la mirada sinodal de la Iglesia en la fotografía.
¿Cómo comenzaste tu carrera en la fotografía y qué te llevó a especializarte en eventos religiosos?
Cuando era adolescente, estudiaba pintura. Me detenía en paisajes y naturaleza muerta. Pero había algo más que quería explorar en la quietud y la dinámica de las luces y las sombras, pero sobre todo de la experiencia humana inserta en una sociedad. La inquietud por la fotografía comenzó al observar el mundo con una mirada contemplativa. Es decir, profundizando en la plenitud del presente, de cada instante. Entonces, a través de la fotografía social o el fotoperiodismo, intentaba retratar la experiencia humana, muchas veces doliente, frustrante, incómoda, y poder contar una historia a través de una imagen o un grupo de imágenes. Y todo esto fue un proceso autodidacta y muy íntimo, de descubrimiento, de investigar, probar y perfeccionar.
¿Qué aspectos tienes en cuenta para capturar la esencia de un evento religioso?
En general, me gusta captar la emoción de las personas. Y cuando se trata de un momento litúrgico, también me gusta captar partes significativas que visualmente carguen un mensaje; por eso, estoy atenta a los símbolos y gestos. En el momento de la consagración, es el momento de retratarlo a Él, que se nos entrega en algo tan simple y humilde como un pedacito de pan. Tengo muchas fotos de Jesús Eucaristía, como una enamorada tiene fotos de su amado.
¿Cómo influye tu fe personal en tu trabajo como fotógrafa en el contexto de eventos religiosos?
No lo tomo como un trabajo, sino como un servicio. Y lo vivo de esa manera: poder poner al servicio de Él y de la transmisión de la fe los dones y talentos que Él me regaló. Fundamentalmente, el primer don, que es la vida. Entonces, se trata de volcar toda la vida a Él, con todas las vicisitudes, virtudes, experiencias, talentos, la profesión, los espacios en los que habito o tengo una tarea, y todo lo que uno haya podido sembrar y cosechar. Y dejarle todo lo demás a Él, que siempre sigue sembrando. La fotografía nos enseña que a veces Dios nos puede regalar escenas mucho más hermosas de lo que uno había planificado. Solo hay que confiar en Él, esperar en Él… Y eso lo intento vivir día a día, sobre todo desde mis procesos de fe y de discernimiento vocacional.
¿Qué consejos le darías a alguien que está interesado en comenzar en la fotografía religiosa?
Que se anime. A los talentos hay que ponerlos a funcionar, no esconderlos, como dice la parábola en San Mateo 25, 14-30. Dios tiene muchas formas de llamarnos y siempre hay que preguntarle qué quiere de nosotros. También animarse y, sobre todo, predisponerse a escuchar, que es lo más difícil.