Jubileo de los dirigentes – La amistad social como forma de aportar al bien común

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En la fría mañana riojana del 5 de julio se celebró el Jubileo de los dirigentes políticos, sociales y sindicales. La Jornada fue presidida por las reliquias de los 4 mártires riojanos y consistió en una ponencia del obispo, Monseñor Braida, momentos de reflexión personal, trabajos en grupos, presentación de conclusiones y una celebración final con la bendición del obispo. 

A continuación, la ponencia de Monseñor Braida:

“La amistad social como forma de aportar al bien común”

  • Estamos aquí reunidos para una mañana de reflexión en el marco del Jubileo que se vive en la Iglesia. Al Jubileo o Año Santo, se lo vive de modo ordinario cada 25 años. En esta ocasión se conmemora los 2025 años del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo y de toda su obra salvadora.

“Peregrinos de la Esperanza” es el lema de este año jubilar. El papa Francisco nos invita a renovar la esperanza en un mundo marcado por guerras, grietas, por un consumismo atroz, por un aumento de la pobreza y un deterioro significativo de la casa común. Nos invita a poner los ojos fijos en Jesús, causa de una esperanza que no defrauda y a vivir un proceso de conversión personal y comunitaria que nos lleve ser mensajeros de esperanza en todo tiempo y lugar. Profundizar en la amistad con Jesús renueva la esperanza y nos lleva a una vida plena y feliz para la cual nos ha creado el Señor.[1]

  • En este marco los invitamos a vivir esta Jornada con el fin de parar un poco para ver cómo estamos, conectar un poco más con nosotros mismos, con los demás y, quien es creyente, con el mismo Dios que nos habita y siempre nos conduce a una vida mejor, más plena. Dios nos creó para la felicidad y, en la persona de su Hijo, nos mostró cuál es el camino para que ella se manifieste en nuestra vida. Nos convoca este tema: “La amistad social como forma de aportar al bien común”. Lo que implica mirar nuestra vida como dirigentes en vista a “ser Servidores de la Fraternidad y de la Amistad Social”.

Quisiera que en este encuentro podamos fortalecer la vocación de servicio en la construcción de un mundo donde todos tengan un lugar y convivamos en paz, asumiendo los desafíos actuales. Para los cual es indispensable cultivar la fraternidad y la amistad social.

Luego de partir de la experiencia de nuestras vidas y del Evangelio seguiré las enseñanzas del papa Francisco que en estos aspectos ha enriquecido la Doctrina Social de la Iglesia.

  • Cada uno tenemos una experiencia de vida fraterna desde nuestras familias a través del vínculo con nuestros hermanos de sangre con una referencia clara a nuestros padres o madres. Ese vínculo se extiende cuando nos relacionamos con los primos con quienes tenemos un vínculo común: nuestros abuelos. Lo fraterno hace más referencia a lo familiar. En familia crecemos juntos.

Jesús, hace también esta experiencia con su familia y parientes pero luego desde la relación con su Padre Dios, creador de todo, nos enseñará que, unidos a él, todos estamos llamados a ser y vivir como hijos de Dios y, al mismo tiempo, reconocernos hermanos y hermanas con los demás y ver en ellos un don de Dios, alguien dado por Dios para mi crecimiento, alguien a quien tengo que darme o donarme para su crecimiento.

Por ello es fundamental para nosotros recibir el bautismo y la donación del Espíritu Santo que nos permite vivir esa filiación y reconocernos hermanos unos de otros en referencia al Padre en común. Leemos en el evangelio según San Mateo: “Alguien le dijo a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte». Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre»”. (12,46-50)

Así, el sueño del Padre es la fraternidad universal, que todos los seres humanos vivamos una fraternidad. Lo cual implica reconocer su paternidad y forjar un vínculo fuerte por él y la necesidad de ser ayudados por él.

«San Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.»[2]

Otra experiencia fuerte en nuestras vidas es la amistad. Desde chicos nos relacionamos con compañeros/as del vecindario o de la escuela, o de un club, etc. En la adolescencia con algunos compañeros/as de la secundaria se forjan vínculos de amistad que perduran mucho tiempo. Jesús mismo aunque lo seguían multitudes y tenía muchos discípulos de entre ellos elige a los Doce y luego tendrá algunos más cercanos, tres: Pedro, Santiago y Juan. Él mismo dirá después a sus discípulos: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.” Jn 15,14-15. Anteriormente había dicho: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15,13. Y en la Cruz dará la vida por todos, considerándonos sus amigos. Por tanto lo que Jesús nos revela ensancha nuestra mirada y horizonte considerando una amistad que incluya a todos. La amistad social implica ese vínculo con un horizonte amplio que abarque a todos, un estilo de vida que se basa en el reconocimiento recíproco de la dignidad de los demás y que se construye a partir de valores que hay que asumir y desarrollar a lo largo de la vida. Como dirigentes sociales estamos llamados a ser servidores y trabajadores de esta fraternidad y amistad social.

  • Nos preguntamos entonces: ¿Cómo ser hoy servidores de la fraternidad y amistad social? Sin pretender ser exhaustivo, voy a indicar algunos elementos propios para este servicio iluminados fundamentalmente, como decía al inicio, por el magisterio del papa Francisco:
  1. Cultivar un fuerte vínculo con Dios. Aprender a parar, a hacer pausas que me permitan tomar conciencia de que somos limitados y necesitados de Dios y de los demás. Tomar conciencia de lo que hacemos y cómo lo hacemos. De lo que está bien y de lo que tiene que cambiar. Para ello el silencio es más que necesario. Un tiempo diario de oración es fundamental. Esto nos humaniza, nos permite volver al centro de nuestra vida, de nuestro ser. Volver a Dios. Siempre.
  2. Asumir y vivir con entrega la dimensión social de la fe. Así como expresamos la fe en la oración y participando de una misa, o del culto, o realizando una procesión o peregrinación tenemos que expresarla también en la vida cotidiana, en nuestras responsabilidades y vínculo de cada día. Nos dice Francisco[3]: La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás… La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt25,40).” (EG 178-179)

“…Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor… el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo…” EG 183

Ser parte de la comisión de un club, de una vecinal, de la cooperadora de la escuela, una comisión de capilla y toda institución que tenga como fin buscar el bien de la población nos ayuda a expresar nuestra fe a través del compromiso y servicio en el ellas. Por ejemplo, no puede ser que habiendo en un lugar númerosos cristianos no se puedan renovar las comisiones en estas instituciones por falta de gente.

  1. La inclusión social de los pobres. Para que la amistad social se realice tienen que estar todas las personas incluidas. Para eso necesitamos incluir a los más alejados, pobres o descartados del sistema. Dice Francisco: De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad.” (EG 186) y agrega: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo… Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto…” (EG 187).

Por eso nos tiene que interpelar la pobreza de nuestro país, las personas en consumos problemáticos, la violencia, etc. En estos días en que se proponen leyes que buscan bajar la edad de imputabilidad tenemos que animarnos a abordar de modo más amplio el problema de los adolescentes en conflicto con la ley; analizar y buscar solucionar las causas de la misma. Al hacerlo veremos que todos tenemos una responsabilidad en mejorar la situación de vida de los niños, niñas y adolescentes que muchas veces por falta de oportunidades viven a la deriva.[4]

  1. Apostar a un nuevo estilo de vida que reduzca el nivel de consumo y promueva una felicidad que sea fruto de la sobriedad, de aprender a disfrutar de lo cotidiano sin la obsesión de poseerlo todo. En Laudato Si[5], Francisco, además de ayudarnos a tomar conciencia de la importancia del Cuidado de la Casa Común también es muy crítico de la economía actual que impulsa a generar en cada persona un consumidor de lo tanto que se produce en el mundo. Dice: “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir… porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca.” (LS 204)

“Hoy muchos viven para pagar cuotas… se desviven por trabajar para pagar cuotas de los que consumen… terminan con algo y siguen con otra cosa… sin parar”, decía en un reportaje el ex presidente de Uruguay, Pepe Mujica.

El Papa invita a un nuevo estilo de vida, a tomar conciencia que se puede vivir muy bien con poco, con sobriedad y belleza: “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profunda-mente sin obsesionarse por el consumo… La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibi-lidades de comprensión y de realización personal… Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuen-tros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contac-to con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida.” (LS 222ss)

En Fratelli Tutti[6] Francisco nos ilumina específicamente sobre cómo contribuir a la ‘La fraternidad y amistad social’ que ayude a superar la enemistad social, las grietas y la polarización que desgasta a la sociedad y le impide buscar el bien común, los bienes que todos necesitamos para crecer y desarrollarse. Algunas acciones que allí e destacan:

  1. Darse a los demás como el Buen Samaritano, poniéndose en el lugar del otro, comprendiendo su fragilidad (que todos las tenemos), compadeciéndonos, ocupándonos de él y buscando que otros participen de la ayuda. Nos dice Francisco que el único modo de construir fraternidad es vivir con la actitud del buen samaritano… En cada persona que nos rodea hay un necesitado y podremos conocer y comprender sus necesidades cuando generamos un vínculo y nos animamos a sostenerlo en el tiempo. Al mismo tiempo es necesario asumir que también en cada uno de nosotros hay un necesitado que requiere ser ayudado en sus limitaciones.
  2. Fortalecer el multilateralismo que supone asumir que la realidad social es compleja y nadie la puede abordar solo ni tampoco una sola institución. Por tanto es fundamental favorecer ampliamente la participación ciudadana para que todos los miembros de la sociedad puedan aportar sus puntos de vistas, dones y talentos. Al mismo tiempo procurar que todas las instituciones funcionen de acuerdo a su propia identidad y fines específicos y se articulen para un servicio más coordinado. También es necesario ayudar a las instituciones que estén pasando alguna crisis porque todas son importantes. Es fundamental trabajar en red. Forjar redes buenas que puedan poner resistencia a lo que daña y generar condiciones para pensar juntos el desarrollo de nuestras comunidades y provincia. Y llevar adelante acciones en ese sentido.
  3. Luchar contra la globalización de la indiferencia. Una de las enfermedades sociales que afectan la fraternidad y la amistad social es la indiferencia. Vemos problemas, vislumbramos desafíos en la sociedad y esperamos que otros los aborden.

A este tema el papa Francisco le ha dedicado un mensaje en la jornada mundial de la paz que los invito a leer. Se titula “vence la indiferencia conquista la paz”[7]. Por ejemplo allí sostiene que “Al vivir en la casa común, no podemos dejar de interrogarnos sobre su estado de salud… La contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado…”

Promover la solidaridad y la misericordia en todos, particularmente en quienes tenemos responsabilidades como dirigentes sociales puede contrarrestar la indiferencia y abrir nuevos horizontes de soluciones a los problemas que nos aquejan.

  1. Promover el diálogo. Si partimos que cada uno tiene algo valioso que aportar a la sociedad lo mismo que cada institución el diálogo genera muchas más posibilidades de crecimiento al permitir la articulación entre todos. El diálogo ciudadano es fundamental para encontrar los mejores caminos de desarrollo de una localidad, departamento o región. El diálogo es fundamental también para afrontar las diferencias y conflictos que habitualmente surgen en una sociedad. Pero también todo diálogo requiere asumir la importancia de la escucha atenta del otro y que esto requiere tiempo para lograr acuerdos y entendimientos. Por tanto la paciencia la perseverancia deben acompañar estos procesos. (Cf FT cap. VI)
  2. Asumir y enfrentar los conflictos. EL diálogo nos tiene que ayudar a asumir y enfrentar los conflictos que siempre aparecen. Al respecto nos dice Francisco: “Cuando los conflictos no se resuelven sino que se esconden o se entierran en el pasado, hay silencios que pueden significar volverse cómplices de graves errores y pecados. Pero la verdadera reconciliación no escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente. Reiteradas veces propuse «un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. […] No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna. Sabemos bien que «cada vez que las personas y las comunidades aprendemos a apuntar más alto de nosotros mismos y de nuestros intereses particulares, la comprensión y el compromiso mutuo se transforman […] en un ámbito se puede… alcanzar una unidad multiforme que engendra nueva vida»[8]

Es bueno tener en cuenta aquí las palabras de nuestro beato mártir Enrique: “Analizar, evaluar y reflexionar acerca de nuestra realidad riojana, desde distintos ángulos, es también construir y preparar un futuro mejor; supone un clima: diálogo, respeto mutuo, comprensión, tolerancia, adecuada información y nobleza de espíritu.”[9]

  1. Trabajar por la paz y el bien común.  El crecimiento humano necesita ambiente de paz y poder tener al alcance todos los bienes necesarios. Por ello toda actividad política tiene que estar enfocada a garantizar estos bienes para toda la población, no solo para algunos sectores. Para que todos tengan lo necesario para crecer y desarrollarse. Se trata de la política puesta al servicio del verdadero bien común, con particular atención a los que van quedando al margen del progreso y la comunidad (Cf FT 180-182). El bien común que tiene que ver con el acceso a la educación y salud para todos; la protección del medio ambiente y los recursos naturales; la promoción de la justicia social y la lucha contra la pobreza; el desarrollo de políticas que favorezcan el trabajo digno y el acceso a una vivienda adecuada; y el fomento de la participación ciudadana en la vida pública.

Quizás un desafío de estos tiempos es despertar sueños de que un futuro mejor es posible y que las oportunidades de crecer en la propia vocación son posibles. Nuestros jóvenes necesitan percibir que sus anhelos más profundos, sus sueños más genuinos, pueden realizarse porque muchos estamos trabajando para generar condiciones reales de crecimiento.

11.     Rehabilitar la política. Francisco dedica varias páginas a valorar la política como el acto más sublime de caridad (FT 154-197). Advierte los riesgos de los populismos e inmediatismos, así como de ciertas concepciones liberales que subvaloran los lazos comunitarios y culturales, exacerbando el individualismo; pero, ante todo, valora profundamente la política que integra y reúne, y que gesta procesos fecundos que hacen más digna y feliz la vida de las personas.

En su encíclica el Papa invita a todos los dirigentes a realizar como un ejercicio espiritual que ayude a revisar sus vidas. Dice: “Después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será: “¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí?”. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: “¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?” (FT197).

También nos ayuda esta expresión: “Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación y más aún en un proyecto común para la humanidad presente y futura” (FT 178).

  1. Valor del testimonio. Para crecer en la fraternidad y la amistad social es necesaria la coherencia. Por tanto como uno vive y encarna los valores esenciales que construyen la vida social es esencial. Como también lo es la coherencia de vida aun en medio de nuestras fragilidades, expresada en importancia que doy al cuidado de la propia familia, la voluntad de servir a todos, de vencer todo tipo de indiferencia y luchar contra la corrupción, de optar por propuestas que favorezcan especialmente a los más pobres buscando un desarrollo sustentable con amplia participación ciudadana. La búsqueda del poder por el poder mismo no conduce a ningún lado. La búsqueda de poder como servicio generoso puede hacer mucho bien.

La coherencia es también un donde Dios por tanto es necesario pedirlo constantemente. También es fruto de caminar con otros donde nos acompañamos, corregimos y animamos.

  • Queridos hermanos y hermanas dirigentes: Cada uno tiene su camino recorrido en la participación social a través de la pertenencia en distintas instituciones o espacios políticos –no solo partidarios-. Hoy les toca estar en cargos importantes y de referencia para la sociedad. Lo cual implica una enorme responsabilidad. De lo que uno haga, diga o decida depende el crecimiento de la sociedad, su desarrollo. De lo que uno haga, diga o decida depende que nuestros niños, adolescentes y jóvenes puedan estudiar, conseguir un trabajo digno. De lo que uno haga, diga o decida depende que quienes estén más postergados o en situación de pobreza puedan salir adelante.

Por tanto, qué necesario es saber detenernos y retirarnos para reflexionar nuestro caminar.

El rol como dirigentes, la participación en la vida pública y política de un municipio o de la provincia, en la nación o en distintas organizaciones sociales es una ocasión excepcional de servicio, es una oportunidad grande de SERVIR a muchísimas personas y de permitirles crecer y realizar sus sueños.

Por tanto estar bien preparados para la misión y aprender a revisar el camino es fundamental para no errar. Por eso los animo a desarrollar y cuidar esta bella vocación que han recibido: ser dirigentes políticos y sociales, servidores de la fraternidad y la amistad social.

¡Gracias y adelante!

[1] Dante Braida. Mensaje del 1° de enero de 2025. Fiesta de San Nicolás de Bari.

[2] Francisco, Fratelli tutti, n. 2

[3] EG: Evangelii Gaudium, exhortación del papa Francisco.

[4] Declaración de la Pastoral Social Argentina. “Más Oportunidades que penas”. https://episcopado.org/ver/4494

[5] Laudato Si (LS): Encíclica del papa Franciso sobre el cuidado de la Casa Común.

[6] Fratelli tutti: Encíclica del papa Francisco sobre la ‘La fraternidad y amistad social’

[7] Francisco. 49° JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. 1 de enero de 2016.

[8] Fratelli tutti 244-245

[9] Mensaje Fiesta de san Nicolás, 01/01/1970.