Monseñor Dante Braida presidió la celebración del inicio de la Cuaresma en la Catedral de La Rioja. A continuación su homilía.
Querida Comunidad:
Estamos iniciando el tiempo de Cuaresma en el que todos estamos invitados a ‘volver’ más decididamente a Dios y desde el revisar, renovar nuestras vidas.
- Dice el Señor en el libro del profeta Joel: “Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamentos… vuelvan porque el Señor es bondadoso y compasivo.”
¿De dónde tenemos que volver? Es ahí donde el tiempo de cuaresma es un espacio para revisar nuestras vidas y ver dónde de qué modo nos hemos alejado de Dios. Señalo tres modos
- Cuando somos autorreferenciales y todo gira en torno a mi (egoísmo, egocentrismo)
- Cuando nos gana la inferencia y evitamos compromisos con la realidad que nos toca vivir
- Cuando dejamos de lado la oración, el diálogo cotidiano con Dios.
Las tres están interconectadas y se las trabaja juntas.
Cuándo descubrimos estas actitudes estamos llamados a reaccionar rápidamente, ya que ellas nos deshumanizan, empobrecen y alienan. Nos hacen saborear el amargo de la mediocridad.
Con humildad y confianza digamos con el salmista
“Ten piedad de mi Señor, por tu bondad, por tu gran compasión…”
- La realidad es que Dios nos espera siempre para darnos una nueva oportunidad como expresa el apóstol San Pablo: “Déjense reconciliar con Dios”… porque este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación”
Jesús al hacerse hombre y especialmente con su muerte y resurrección, vino a ayudarnos, rescatarnos de todo lo que aplasta nuestra vida: de esa autoreferencialidad que nos asfixia, de la indiferencia que nos atrofia y la impiedad que nos empobrece.
Por eso en el Evangelio que hoy proclamamos nos ofrece tres caminos concretos para vivir bien la cuaresma y renovar nuestras vidas.
ORACIÓN: Buscar a Dios de modo directo, en el silencio, en la lectura y mediación de la Palabra, en el diálogo con él cara a cara, como amigos.
Vivir de cara a Dios: “Cuando ores ve a tu habitación y ora a tu Padre que está en lo secreto”. Se trata de escuchar a Dios y dejarnos conducir por él. Se trata también de crecer en la oración y dar nuevos pasos.
AYUNO: Privarnos de algo. En primer lugar de lo que no necesitamos, de lo superfluo. Luego de algo que necesito pero que otro lo puede necesitar aún más. Es un ayuno que nos abre al COMPARTIR. EL ayuno también nos habla de esa actitud de vaciamiento de lo que llena nuestro corazón y que pretende ocupar el lugar de Dios. Muchas veces nos apegamos a cosas o personas, o a nosotros mismos poniendo en eso la confianza que solo en Dios puedo depositar.
LIMOSNA: habla de compartir con los demás lo que somos y tenemos. DAR con generosidad de lo que hemos recibido gratuitamente de un Dios providente.
- En el caminar juntos que queremos vivir como Iglesia estos medios son fundamentales. Porque solo Dios Padre es el que nos hace capaces de reconocernos hermanos y nos compartió su mismo Espíritu para que anime nuestras vidas para que trabajemos en comunión
Porque para caminar con otros necesitamos despojarnos de todo lo que impide esos vínculos (AYUNO)
Y porque en el caminar juntos necesitamos DAR, COMPARTIR los propios talentos y dones para enriquecer la vida de los demás y, a la vez necesitamos abrirnos a recibir lo que los demás nos comparten.
- En este sentido, en el mensaje de cuaresma de este año hice una especial referencia a los jóvenes. “Siguiendo las propuestas prioritarias que han surgido de la escucha realizada durante los primeros pasos del Sínodo, los invito a alentar a los jóvenes a sumarse a la vida de nuestras comunidades. Muchos jóvenes se sienten lejos de la Iglesia, o nos ven distantes. Ejercitar una actitud de cercanía cordial con una atenta escucha será un primer paso para comprender el lugar en que cada joven se encuentra. Sabemos que en ellos hay una gran riqueza de valores e iniciativas renovadoras que pueden brindar un aire fresco y esperanzador a la Iglesia y a la sociedad. También en muchos de ellos, hay situaciones difíciles de superar: afectados por problemas familiares, por no encontrar un sentido a la vida, por sentirse solos o, quizás atrapados en alguna adicción. Por eso, en esta Cuaresma, los invito a que nos preguntemos ¿A qué joven puedo acercarme para escucharlo de un modo cercano y cordial?; y, respondiendo a lo que escucho considerar: ¿Qué ayuda concreta puedo ofrecerle?”