Homilía (27 de Abril)

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EL OBISPO ANGELELLI ALUDIÓ A LOS PROCEDIMIENTOS POLICIALES

En su homilía dijo que sembraron sufrimiento en los hogares riojanos. Repudió los avasallamientos.

El obispo diocesano, monseñor Enrique Angelelli, refiriéndose a las “detenciones y allanamientos realizados en nuestra provincia”, en la homilía que pronunció ayer durante la misa que ofició a las 8 en la Iglesia Catedral, repudió “todo lo que pueda haber de avasallamiento a nuestro pueblo de parte de quienes han realizado estos procedimientos dejando de lado el respeto y la dignidad que merece todo hombre”.

El prelado comenzó sus palabras recordando que el día anterior se había celebrado en todo el país la “Jornada Nacional de Oración”, dispuesta en la última asamblea del Episcopado Argentino con el fin de “orar para que Dios nuestro Padre del cielo nos dé a los argentinos la luz necesaria y la fortaleza de espíritu para superar esta afligente situación en que vivimos, que a veces, se presenta con matices dramáticos”.

“Diariamente se sigue derramando sangre de hermanos – continuó diciendo – y nos duele en nuestra propia carne esta situación en que vivimos. No es inoportuna ni fuera de lugar la actitud de un pueblo que sintiendo su propia debilidad, se autoconvoca para suplicar a Dios, Padre de todos, Señor de las Misericordias y Juez de nuestras vidas y acciones, para que ilumine nuestras inteligencias y ‘sacuda’ nuestros corazones con su gracia, para que, todos sin excepción alguna, asumamos la responsabilidad que nos toca asumir y encontremos los verdaderos caminos que nos lleven a vivir, como pueblo, el destino que Dios nos tiene señalado como hombres y como hermanos”.

Tras expresar que “orar individualmente y como pueblo, no significa cerrar los ojos a la dura realidad en que vivimos; no significa evadirnos de esta historia argentina concreta que con sangre vamos construyendo; no significa que con creatividad, no trabajemos para buscar, juntos los rumbos que nos lleven a ser un pueblo feliz y laborioso, un pueblo que muestre su rostro de esperanza y de confianza fraternal”, aseguró que “todos estamos convencidos que sobran los discursos y faltan las acciones y los gestos constructivos y eficaces para ser verdaderamente felices”.

Queremos un cambio

“No somos vaticinadores de calamidades – prosiguió monseñor Angelelli -, como decía Juan XXIII, pero si queremos ser muy realistas y no autoengañarnos y engañar a las generaciones futuras con nuestras actitudes y procederes. Con dolor y con esperanza no debemos sacar las manos del arado en este presente que vivimos, a la vez que queremos un futuro distinto del que estamos viviendo. Queremos cambiar las armas por instrumentos de trabajo suficientes para que a nadie le falte el pan que quiere amasarlo con su propio trabajo; cambiar el odio por el amor fraterno; cambiar la mentira por la verdad; cambiar los negociados por una justa distribución de los bienes que Dios nos ha dado para todos; cambiar el poder de unos pocos por un pueblo que sea verdaderamente protagonista; cambiar el dolor y la angustia diaria de vivir en tan- tos hogares riojanos y argentinos por la alegría de un encuentro feliz; cambiar el miedo y la desesperación por la esperanza; cambiar la calumnia y la delación por la amistad, la confianza y el servicio fraternal. Todo esto queremos…y mucho más”.

Luego el obispo hizo reflexiones en base al evangelio leído durante el oficio religioso y de seguido recordó que “el Episcopado Argentino entrevistó recientemente a la señora Presidente, manifestándole, entre otros asuntos, esta honda preocupación que teníamos por la situación argentina, por las amenazas de muerte, por esta realidad de sangre y por todo lo que está viviendo el pueblo argentino. En realidad no hacíamos otra cosa que tratar de cumplir con nuestra irrenunciable misión que tenemos los pastores al servicio de nuestro pueblo”.

Más adelante señaló que “también a mi me toca decir una palabra en nombre de Cristo y del Evangelio que en su nombre les anuncio, con respectos a los ‘hechos’ que son conocidos y que estamos dolorosamente viviendo en La Rioja. Se ha pedido, además, que ayude a reflexionarlos desde la fe y dar una palabra de serenidad y, ciertamente, que el no hacerlo me haría sentir, por lo menos, intranquilo de conciencia. Es un deber hacerlo – afirmó – pues más allá de los intereses particulares y políticos que pudiesen estar en juego; más allá de las falsas interpretaciones que se pudiesen dar a esta reflexión, debo asumir el dolor profundo, el desconcierto, el temor y la desorientación de nuestro pueblo riojano”.

Detenciones en La Rioja

“Colocado por encima de las competencias y atribuciones que no me corresponden – expresó a continuación – ciertamente debo decir que los ‘hechos’ vividos en estos días por detenciones y allanamientos realizados en nuestra provincia, han sembrado profundo sufrimiento en hogares riojanos y miedo en la población. Este hecho llega hasta sembrar la desconfianza con quien se habla, a no saber a quien recurrir, a crear una psicosis en el pueblo y hacer correr los rumores más inverosímiles. Se llega a dudar de enviar los niños a la catequesis y a hacer creer que estamos ante algo muy grave”.

Frente a esta situación, el prelado aconsejó no perder “el sentido del discernimiento ante lo que se nos diga” destacando que, por todo ello “no puedo estar indiferente ante esta desorientación de nuestro pueblo de parte de quienes han realizado estos procedimientos, dejando de lado el respeto y la dignidad que merece todo hombre”, lamentando “que a esta tierra riojana, que cuenta como comprovinciana a la señora Presidente, se la hubiere tratado como se la trató. Será bueno recordar – destacó – que La Rioja tiene su propia dignidad, personalidad propia amasada desde su larga historia con sangre, valores morales y religiosos muy enraizados en su alma” por lo que “no puede ni debe ser soberbiamente avasallada por quienes, viniendo desde afuera cumplen procedimientos con criterios y escala de valores que hieren nuestra dignidad”.

De seguido, monseñor Angelelli, aseguró que “no queremos la violencia en ninguna de sus manifestaciones; no queremos cambiar la escala de valores que tenemos, que son evangélicos, por otra escala de valores que atentan contra la identidad de nuestro pueblo; no compartimos ni aprobamos los ‘errores’ pero si queremos tener misericordia y acogida fraternal para con quienes pudiesen estar errados si es que los hubiere. Ciertamente debemos respetar a todo hombre en su dignidad de tal – esto es evangélico – no permitiendo que se los pueda manosear o tratarlos con apremios ilegales; no podemos admitir que nuestras mujeres puedan ser tratadas menos dignamente, pues ello nos repugna como hombres, como cristianos y como pueblo. Nuestro pueblo es digno, dentro de sus debilidades; es respetuoso, es seriamente creyente; silencioso y contemplativo; es sufrido y patriota; es respetuoso de sus propias instituciones y se lo hiere cuando se las desconoce. Lamentamos también que algunos hermanos nuestros riojanos, se puedan prestar para procedimientos y acciones poco nobles, quizás a cambio de alguna dádiva que no puede dejar en paz al alma del que la recibe. También ellos necesitan ver la luz y ordenar sus pasiones descontroladas”.

A continuación citó conceptos del Concilio Vaticano Segundo sobre el res- peto que se le debe al hombre, puntualizando que “es misión del obispo y de toda la Iglesia, cuidar que las piedras vivas del cuerpo de Cristo sean respetadas y embellecidas. La piedra viva es cada hombre y si es bautizado es cada cristiano que tiene la plenitud de la vida de Cristo”.

“Si hemos hecho esta reflexión – concluyó su homilía el obispo – es debido al servicio que le debemos al cuerpo de Cristo que es nuestro pueblo. Pensemos cada uno en todo esto, en la responsabilidad que nos cabe y obremos consecuentemente agradando a Dios y sabiendo que ‘todo hombre es mi hermano”.