En la Diócesis de Orán hay una localidad llamada La Unión, la parroquia se llama Nuestra Señora de la Merced y San Martín de Porres. La animadora de esa comunidad es María.
La comunidad necesita de una Madre y eso es lo que trato de vivir.
Monseñor Scozzina, Obispo de Orán, al hablarme de su Diócesis, con mucha alegría me contó que en La Unión había una virgen consagrada a cargo de la Parroquia y que hacía un enorme trabajo pastoral. Aquí está el testimonio de esta gran mujer en primera persona.
Mi nombre es María Patricia Zeballos, tengo 45 años, nací en San Miguel de Tucumán. A los 18 años ingresé a la congregación Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, allí hice mis votos y estuve 15 años, estudié el profesorado de teología y di clases de religión en un colegio.
Con los años descubrí que el Espíritu me pedía vivir mi consagración de otra manera.
En el 2013 llegué a la diócesis de Orán, éramos 3 hermanas y allí el obispo Mons Marcelo Colombo nos encomendó la animación pastoral de la parroquia.
El 9 de abril de 2013 llegamos a La Unión, un pueblo en medio del monte del Chaco Salteño y en la misa junto a la comunidad parroquial nos recibió y nos encomendó la animación pastoral de la parroquia.
En el mismo año llegó un nuevo obispo mons Gustavo Zanchetta y él me pidió a mí que siguiera con la animación pastoral que veníamos haciendo.
Y ya no a las tres, para mí era un desafío nuevo ya que me formé en el ambiente educativo y de vida parroquial no sabía nada. Desafío y aprendizaje al mismo tiempo.
Pasando los meses aprendí que la comunidad parroquial tiene sus tiempos, sus ritmos pero sobre todo una gran fe.
En la iglesia no existe para las mujeres el ser párroca, es propio de los varones. Mi misión es caminar junto a la comunidad, si bien soy la responsable, busco convocar, animar y compartir con ellos. Hoy tengo más claro que no soy el pastor, que ése no es mi rol.
Desde el 2020 realicé mi consagración en el Orden de las Vírgenes en la diócesis, esta vocación me da más pertenencia a la diócesis y me hace ver y pensar en la parroquia como parte fundamental de la iglesia diocesana.
Principalmente acompaño a las catequistas que están en la parroquia del pueblo y a las que están en los parajes algunos muy alejados, monte adentro a 50 km. Con ellas vemos los encuentros y el modo de acompañar a niños jóvenes y adultos y juntos organizar las patronales de cada lugar.
También tenemos retiros y momentos de formación y de encuentros diocesanos en donde trato que (aunque estemos lejos) siempre algunos de la comunidad participen.
Participo de las reuniones de decanatos con los sacerdotes de la zona, para ellos es bastante común la presencia de mujeres en la animación parroquial.
Es el camino de la iglesia, caminar en sinodalidad, ése es el espíritu que no pasa por un nombramiento sino por caminar juntos con nuestros distintas vocaciones y llamados.
En mi experiencia no sólo estoy en la animación parroquial sino también en el consejo diocesano de pastoral, allí somos varias mujeres (yo la única consagrada).
En el consejo no sólo tenemos espacios de participación, a veces nos toca a las mujeres animar momentos diocesanos, donde no hay un sacerdote a la cabeza sino una iglesia que camina junta, sinodalmente.
Particularmente no sé si busco un lugar como mujer en la Iglesia porque en esta Diócesis es bastante común su presencia pastoral. Cuando yo llegué había dos parroquias que tenían comunidades religiosas en la animación pastoral. Actualmente están las Hermanas de la Consolata en una parroquia.
Yo siempre me intereso por la realidad de la Diócesis, busco estar en los espacios, los encuentros, me involucro porque creo que también parte de nosotras, no hay que esperar que nos pidan sino desear ser parte y buscar. Es un desafío que es posible, no necesitamos un título, sino sentirnos parte.
No deseo seguir siendo «párroca», tengo en claro que lo mío es caminar como madre, hermana, compañera de camino y desde allí vivir mi vocación virginal.