Colaboración del Padre Marcelo Charle, párroco de San Pedro Apóstol, Diócesis de Concordia

La gracia de La Rioja en todo lo que es fe, esperanza y caridad está allí mismo. Todo lo que significa vivirlas y tomarlas como corresponde, hay para todos. En esto hay que ser muy audaz para ver y dar en los lugares que se necesitan en lo pequeño y en lo grande, para todos y cada uno.
En Dios y en Jesús trabajamos para esa gracia inmensa de aquel tiempo en La Rioja. Tiempos difíciles pero de mucha entrega.¡Qué bueno que hayamos sabido compartirlo!
Padre Gervasio Mecca, 17/5/25
Gervasio Mecca nació en Concordia, Entre Rios, se incorporó a la Diócesis de La Rioja el 5 de mayo de 1974, el 19 de abril de 1975 fue ordenado sacerdote por Monseñor Angelelli. Por haber dado la vida como sacerdote desde hace 50 años y, como hermano de sus hermanos, merece este regreso a la memoria de varios y el ingreso a la memoria de muchos. Le pedimos a los Padres Roberto Queirolo y Miguel La Civita que nos cuenten sobre su hermano y amigo Cacho Mecca.
El padre Queirolo lo recuerda así:
Gervasio Cacho Mecca es entrerriano, vino a Córdoba para estudiar farmacia y estando allí sintió el llamado de Dios para ser sacerdote y ingresó en el Seminario de Córdoba. En una oportunidad lo pescó la policía, en el tiempo de la represión de los militares, estuvo preso y lo salvó el cardenal Primatesta. No sé quién le avisó que Cacho lo habían chupado y, bueno, gracias a él lo pudieron devolver en libertad. Él quedó bastante afectado porque lo torturaron también allí. Y en un momento dado, igual que media docena de seminaristas de otras diócesis que estudiaban en Córdoba, quiso venirse a La Rioja por lo que significaba pastorear con Angeleli, esa voz evangélica, audaz, valiente ante tantos abusos.

Aquí entonces terminó su tiempo acá, estuvo como ayudante de la secretaría donde estaba la hermana Germain, una religiosa sumamente eficaz y activa, que estaba a cargo de la secretaría y con Cacho se hicieron muy buenas migas y los dos trabajaban en eso. Finalmente fue ordenado de sacerdote. Fue párroco en Sanagasta, en Chilecito junto con Luis Pradela, estuvieron a cargo de la parroquia y en un momento dado era muy descuidado con su comida. Cuando estaba en Sanagasta a veces comía, a veces no y llegó a tener una debilidad importante y estuvo acá en La Rioja un poco de tratamiento. Y en un momento dado decidió irse a Chile, estuvo trabajando en en Santiago en el Hogar de Cristo, fundado por San Alberto Hurtado…
Allí estuvo ejerciendo el sacerdocio, se alojaba en una casa de retiro de los jesuitas donde había dos importantes predicadores y a él también lo incorporaron dentro de los retiros espirituales que solía hacer la gente allí en Santiago. Cacho Mecca decidió volver y Monseñor Colombo le ofreció venir a la Diócis de La Rioja, pero él prefirió volver a su diócesis de origen allá en Entre Ríos.
Al principio estaba muy afectado, muy limitado, como cohibido, no hacía ninguna actividad, pero poco a poco se fue recomponiendo, tomando también tareas pastorales y finalmente se trasladó a vivir a la Catedral y allí celebraba la Eucaristía y atendía confesiones.
Vino a La Rioja para la canonización de Angelelli. Un matrimonio a inicios de 2025, viajó para Entre Ríos, lo fueron a visitar, estuvieron con él y le llevaron una especie de diploma de reconocimiento que le hicieron por su defensa de los derechos humanos, yo lo había recibido en nombre de él y ahora aproveché para mandárselo con esta familia para que tuviera esa constancia.
Un gran tipo, muy auténtico, muy cabal, como diría el Evangelio, sin doblez. Y con una salud, después de haberlo torturado tanto, cuando lo tomaron prisionero en Córdoba, quedó un poco afectado en su psiquis, era más o menos retraído, no le gustaban muchas cosas públicas, pero realmente un gran sacerdote.
El Padre La Civita nos comparte lo siguiente:
Estudiando en Córdoba nace su vocación y entra al seminario a hacer la preparación de filosofía y teología. Y es uno de los que, en las épocas postconciliares donde se replantea toda la formación, es uno de los que hace la experiencia de estudiar en el seminario pero vivir en un barrio. Y él vivió, en Villa El Libertador, en Córdoba, con el Padre Víctor Hacha y el Padre Vasco, sacerdotes con un perfil muy fuerte de compromiso en las periferias. Araíz de esto en el año 70, lo toman preso y lo llevan secuestrado en un auto a Buenos Aires escondido en el piso. Allí estuvo secuestrado hasta que apareció en una cárcel, lo llevaron a un pabellón donde había algunos sacerdotes presos, más tarde los sacaron de ahí, los dejan libres y en poco tiempo los vuelven a detener y los llevan a la ESMA que era uno de los espacios más duros de la represión.

Bueno, allí lo tienen detenido durante todo un día con amenazas de tortura, sintiendo gritos, que le decían mil cosas. Lo dejan en libertad y vuelve a Córdoba en donde está un tiempo escondido, viviendo en una casa de familia con gente que lo cuidaba, en todo un proceso de recuperación por las torturas recibidas. Bueno, cuando nos venimos a La Rioja con el Padre Quique él también se suma
Cacho vivió con nosotros en Cristo Rey, junto con el padre Inestal y el padre Luis Pradela. El padre Cacho ya tenía todos los estudios hechos, listo para la ordenación. El obispo Angelelli lo llevó a trabajar a la Secretaría del Obispado y a la tarde hacía tareas pastorales, hasta que ordenaron y se va a vivir al barrio Yincal en una capillita con una pieza muy modesta de adobe, después lo mandaron a trabajar a Aimogasta y estuvo también un tiempo en Chepes, después a Sañogasta. Antes había estado un tiempo también en Chilecito.
Su último destino fue en Sañogasta, donde ahí tiene conflictos serios a causa de su postura con los terratenientes del lugar buscando la justicia social. Esa situación lo enfermó. El padre Nicolás de la Vega le consigue que vaya a Chile, a una casa de los jesuitas, donde, bueno, se dedicaban a restaurar sacerdotes lastimados, ahí se recompone, y se queda en Chile varios años en la que se llamaba la Casa Padre Hurtado. Se suma a la tarea de la casa en el acompañar a sacerdotes en dificultades que iban llegando aquí buscando una sanación física y espiritual. Incluso llega con el tiempo a estar al frente de la casa.

Monseñor Marcelo Colombo le ofrece venir a la diócesis nuevamente, pero él decide volver a Entre Ríos, a Concordia.
Cacho Mecca fue un gran compañero, un hermano sacerdote muy cercano a nosotros y con un compromiso muy grande en su vocación y en su amor a los pobres y a los desposeídos, a los sin voz. Fue uno de los que estuvo preso por segunda vez acá en La Rioja, se entera en la cárcel por los compañeros presos de la muerte del obispo Angelelli. Le dieron permiso para que esté en sepelio del obispo y después lo dejaron en libertad.
Gervasio Mecca es un hombre que tiene un compromiso muy grande con todo aquello que hace a la cercanía, a la lucha por la dignidad de sus hermanos más necesitados, un hombre de Dios, un hombre bueno, un hombre que dejó en La Rioja lo mejor de sí.