En la tarde del 2 de octubre hablaron ante la Asamblea el Cardenal Aguiar, arzobispo primado de México, Presidente Delegado de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo y el Cardenal Grech, Secretario General del Sínodo
Fuente: Prensa del Sínodo
Reproducimos parte de sus alocuciones
Cardenal Grech
¡Bienvenidos de nuevo! A todas y todos, hermanas y hermanos en Cristo, les damos nuestro saludo.
Convocados para la segunda sesión de la Asamblea, invocamos al Espíritu para que nos ilumine y haga que nuestro oído esté atento a su Voz. El Espíritu, que desde las profundidades de la creación herida y de las criaturas que padecen injusticia tras injusticia, gime y sufre por un parto que dará inicio a una nueva temporada.
Mientras celebramos esta Asamblea, ¡en muchas partes del mundo se libran guerras! Estamos al borde de una expansión del conflicto. ¿Cuántas generaciones tendrán que pasar antes de que los pueblos en guerra puedan volver a «sentarse juntos» y hablarse para construir un futuro de paz?
Nos unimos a las hermanas y hermanos presentes en el aula que provienen de zonas de guerra o de naciones que ven violadas las libertades fundamentales de sus pueblos. A través de sus voces podemos escuchar el grito y el llanto de aquellos que sufren bajo las bombas, especialmente los niños que respiran este clima de odio.
A la oración continua debemos siempre unir el testimonio creíble. ¡Esta Asamblea es en sí misma un testimonio creíble! El hecho de que hombres y mujeres se hayan reunido de todas partes de la tierra para escuchar al Espíritu, escuchándose unos a otros, es un signo de contradicción para el mundo.
El Sínodo es esencialmente una escuela de discernimiento: es la Iglesia reunida junto a Pedro para discernir juntos. Una Iglesia sinodal es una propuesta para la sociedad de hoy: el discernimiento es fruto de un ejercicio maduro de la sinodalidad como estilo y como método. El discernimiento eclesial puede ser un desafío y un ejemplo para cualquier tipo de asamblea que deba encontrar en la escucha mutua de sus miembros la regla de oro para la búsqueda de la verdad y el bien común.
Muchos piensan que la finalidad del Sínodo es un cambio estructural en la Iglesia, es decir, la reforma. Esta es una preocupación, un deseo que recorre toda la Iglesia. Todos nosotros la deseamos, aunque no tengamos la misma idea de reforma ni de sus prioridades.
Para garantizar que esta escucha sea de todos y siempre involucre a todos – es decir, a la Iglesia – hemos implementado el principio de restitución. Siempre, en cada paso que fijaba en un texto el discernimiento eclesial en curso, hemos restituido a las Iglesias el fruto de la escucha. No se trata de un acto de cortesía. Al contrario, es un acto debido, una aplicación del principio de circularidad que debe regir la vida de la Iglesia.
Cardenal Aguiar
«Hemos percibido en este proceso el creciente despertar de la Iglesia para establecer la Sinodalidad como el estilo de vida propio para fortalecer los vínculos fraternos de la gran familia de Dios, que peregrina hacia la Casa del Padre, como base prioritaria para responder satisfactoriamente a los desafíos presentes en nuestro tiempo».
Se deben continuar los esfuerzos con el mayor ahínco y la mayor esperanza, porque las inercias del tradicional modelo piramidal de ejercer la autoridad eclesial en sus distintos niveles sigue permaneciendo tanto en buena parte de los presbíteros, fieles y aún en algunos de nuestros hermanos Obispos.
Todos los presentes, aunque han constatado la dificultad real de renovar sus Iglesias particulares, han percibido cómo sus fieles y agentes de pastoral se han entusiasmado, llenos de esperanza, en lograr una Iglesia fraterna, solidaria, subsidiaria, que sea luz en las difíciles circunstancias de nuestra época contemporánea.