Discípula de Monseñor Angelelli y amiga de Wenceslao Pedernera nos regala sus testimonio de mujer comprometida con su fe.
Rosario De la Fuente, Pura Vida[1]
Rosario De la Fuente, sencillamente Charito, es una mujer de más de 70 años. Esposa de Jorge, madre y abuela; una mujer de fe apasionada y coherente con su ser de discípula de Jesús. Ama la vida y la defiende como también defiende la dignidad de los marginados. Nacida en Aminga, en su época juvenil conoció a Monseñor Angelelli, su estilo pastoral y cercano y no pudo dejar de unirse a los planes que él tenía para la gente de su pueblo.
En 1971 comenzó a formar parte del grupo de personas que promovían CODETRAL, la cooperativa de trabajo de Aminga limitada que tenía como objetivo trabajar las tierras sin dueños del latifundio Azzalini. Al comienzo todos apoyaron pero poco a poco se generaron divisiones entre los que tenían posición política, económica o influencias que veían en la cooperativa una amenaza a sus interés y los que se entusiasmaron porque veían la oportunidad de no ser sometidos, de trabajar la propia tierra y por el bien común. El obispo Angelelli que apoyaba la cooperativa fue el blanco de las mayores críticas. Esto no amilanó a los que la promovían, entre ellas Charito.
Personas de la Iglesia, de la política, del periodismo y muchos riojanos de todas partes los tildaron de comunistas, orquestaron una campaña de desprestigios y mentiras para que la gente tuviera temor. Codetral sembró una semilla que en su momento no germinó, pero sigue viva. Ya en democracia, el gobernador Carlos Menem los visitó y prometió todo su apoyo el que después no se realizó
Charito y su esposo fueron muy cercanos a Monseñor Angelelli y también a Wenceslao Pedernera con quien ella compartió los sueños de devolverle a los marginados la dignidad de hijos de Dios que por el trabajo esclavo y el sometimiento de sus patrones habían perdido. Su esposo Jorge conoció de cerca al Beato Gabriel quien le regaló un cristo tallado en una madera en el mapa de La Rioja.
El 4 de agosto de 1976 asesinaron a Monseñor Angelelli y tal como ocurría antes, que perseguían a sus más cercanos, siguió ocurriendo después. Charito fue llevada presa en la noche del 19 de agosto de 1976, su marido se quedó mirando en la vereda como era transportada por la policía federal y custodiada por dos carros de asalto, previa requisa de la casa en la cual no encontraron nada más que lo que podía tener un matrimonio de 8 meses de casados.
A Charito la alojaron en el Instituto de Rehabilitación Social (el llamado IRS) junto a otras mujeres y allí se enteró de que estaba embarazada. Sufrió torturas psicológicas, la mayoría tendientes a averiguar sobre si Angelelli tenía armas, quienes eran sus seguidores, sus enseñanzas. Supo de la angustia, del dolor, de la soledad, del maltrato de los gendarmes y guardiacárceles junto a sus compañeras de encierro. La sometían a interrogatorios con los ojos vendados y sus manos atadas atrás con una soga que también enlazaba el cuello de modo que, al mínimo movimiento, podían ahorcarse. También muchas noches debió taparse los oídos para no escuchar los gritos de las personas (varones y mujeres) que eran torturados. Gemidos que traspasaban el corazón.
Algunas mañanas despertaba muy apesadumbrada pensando en que por hacer lo adecuado, por haber entendido que ser “cristiana” era dar la vida por el bien del otro debía sufrir a causa de los que querían una política errada, egoísta y cruel. En uno de los interrogatorios la cuestionaron preguntándole ¿por qué usted siendo tan joven y maestra se metió en estos problemas? Les recordó que ellos le estaban permitiendo vivir la bienaventuranza que dice “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia porque de ellos es el reino de los Cielos”.
Pasaron 7 meses y gracias a las gestiones del padre Esteban Inestal y de que no encontraron en ella nada que justificara su encierro recobró la libertad.
Charito no tiene resentimientos, incorpora el dolor de haber perdido a su padre Angelelli y a su amigo Wecen (como lo llama a Wenceslao) como parte de su cruz redentora y de su vida y desea que se difunda su historia para mostrar que la vida siempre es lo que vence y prevalece por sobre el odio y la injusticia, quizás en tiempos diferentes a los nuestros. Descubrió que la misión del cristiano de amar, entregarse, servir en donde le toque y así lo hizo siempre, aún en prisión con su hija viviendo en su vientre. Dice que hay que ser testigo del amor que Dios nos tiene en todo momento y así lo hace, con una sonrisa, sin victimizarse y diciendo a cada paso que Jesús te devuelve muchísimo por cada pequeño acto de amor que cada uno hace.
¡Gracias Charito! Pedile al Pelado, como te gusta decirle, y a Wecen que bendigan a nuestro pueblo con la paz y la unidad
[1] Cr De la Fuente, Rosario, Pura Vida, Nexo grupo Editor, La Rioja, 2017