Verónica es una de las tantas migrantes que viven en La Rioja. Es de nacionalidad boliviana, vive en la zona sur de la ciudad capital.
Aquí nos cuenta su experiencia de discriminación, esfuerzo y superación en primera persona. Más que lo anecdótico es una invitación a reflexionar sobre lo que somos y tenemos y a pensar por qué usa la palabra Sobrevivir.
La llegada y la “bienvenida”
Yo me vine de allá de Bolivia por el tema de que allá es escaso el trabajo. Hay muy poco trabajo, entonces yo y mi pareja nos vinimos para aquí, para la Argentina, porque mi mamá ya vivía como ocho años. Estaba embarazada de mi hijita, la más pequeña.
Yo nací en Sucre. Y de ahí nos vinimos y vinimos solamente a visitar, pero nos quedamos aquí.
Nos costó hacer una pieza que tenemos. Nos costó armarlo porque no teníamos ninguna herramienta y nadie te quiere ofrecer nada cuando no tienes a nadie cercano. Nadie te quiere.
Mi marido preparaba la mezcla con la mano y agarraba la mezcla, y la ponía para construir las paredes.
En los primeros tiempos nos sentíamos un poco discriminados por el tema de que casi nadie te hablaba. Si te hablaban, te miraban mucho.
Y ya poco a poco, a medida que los vas conociendo, te vas adaptando a la gente y ya cambia su forma de mirar, su forma de hablar. En los primeros tiempos yo y mi pareja no teníamos nada aquí. Si saludábamos, no nos respondían con el saludo, nos miraban nomás y después se daban la vuelta.
Cuando llegamos a tener ya la casita de aquí, de la esquina, ya la gente nos empezó a saludar, a decir hola, doña, buen día, ¿cómo está?
Las condiciones y pago del trabajo
Mi marido siempre se iba a la construcción, temporada de cosecha en changas. Yo me iba también al campo dejándole a mis niñas a cargo de otra señora.
Participamos de la cosecha de la aceituna, del tomate, sandía, melón, de todo un poco.
Si sale el sol, en pleno sol tenés que trabajar, por más de que el sol esté asando vos tenés que cumplir las ocho horas, esas veces las ocho horas eran tres mil quinientos, dos mil quinientos.
Estoy hablando de aquí como a tres años atrás. Y ahora debe estar ocho mil, ocho mil a siete mil pesos. Y solo son las épocas de cosecha que son cortos y con esa plata hay que vivir todo el año.
Cuando no hay cosecha no paramos haciendo pan casero para vender aquí en el barrio y los hombres se van a buscar trareas de construcción. Nadie los pone como digamos en blanco, todos en negro. En la cosecha del melón, esas cosas, todo es de negro. En la aceituna sí es de blanco. Pero te dicen que te blanquean, pero en realidad cuando vas a preguntar no figuras en ningún lado.
Se trata de trabajar mucho
Es lindo vivir aquí en Argentina porque se consigue el trabajo y puedes sobrevivir.
Mientras allá no, hay poco trabajo y no se puede conseguir fácilmente como en aquí. Aquí el trabajo es duro todo, pero si lo logras, vas a tener las cosas que quieres. Y en allá no, porque es poco el trabajo.
El año pasado en el mes de julio abrí un negocio. Me va bien porque me paro a las 5 de la mañana y abro hasta las 11 de la noche, horario corrido. Llevo a mis hijas a veces en la moto, a veces los retiro, tengo que cerrar, volver, abrir, entonces.
Yo me dedico al negocio, mi marido sale de aquí a las cuatro de la mañana, vuelve a las seis, ocho, a veces once de la noche, él también se mata trabajando.
La vida de la Comunidad boliviana
Yo soy católica. No voy cada domingo, pero de vez en cuando sí voy a la iglesia.
Aquí andamos, como se dice, un poco perdidos, porque ni siquiera nos acordamos de la fecha de nada. Porque allá en Bolivia es para la Virgen de Guadalupe, es donde salen los bailarines a bailar.
Hay un montón de cosas, ya se habla, ya hay gente que, digamos, sacan cosas para la danza. Y así siempre para Pascua también la gente trae maní, caña, así un montón de cosas para poder comer y compartir en familia, cosa que aquí no se hace.
Entre nosotros nos unimos entre familias, pasa que no todos los paisanos venimos de un solo lugar. Todos venimos de diferentes lugares, otros nos conocemos, otros no. Y así andamos.
Lo que sufre un migrante al llegar
De vez en cuando humillaciones y un poco de todo. Pasa que, como se dice, no te sientes como en tu propio país, te sientes medio humillado. Si te llegan a decir algo, yo las primeras veces agachaba la cabeza, me callaba, cosa que yo no sabía hacer esas cosas allá. Aquí sí empecé a agachar la cabeza y decía, dejémosle, que nos importa, que hagan lo que quieran.
Yo pediría que los de aquí sean un poco más amables.Y considerarnos como hermanos. También pedirle a la gente paisana que seamos más unidas.
Me gustaría volver a mi país pero lo que no nos gusta que no hay trabajo. Muchos nos tratan bien, no todos son malos.