10 de Abril – Domingo de Ramos – «Celebremos la humildad y la entrega de Jesús»

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CELEBREMOS LA HUMILDAD Y LA ENTREGA DE JESÚS

Homilía de Mons. Dante Braida pronunciada el Domingo de Ramos en la Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari, La Rioja. 10/04/2022 – Textos bíblicos: Lc19,28-40; Is 50,4-7; Fil 2,6-11; Lc 22,7.14-23.56

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría hemos comenzado esta misa aclamando con nuestros ramos a Jesús que, de modo decidido, entra a Jerusalén donde entregará su vida por nosotros. Vivimos esta misa reunidos en comunidad, luego de dos años de limitaciones por la pandemia. Por eso agradecemos hoy estar aquí presente, del mismo modo que nos unimos a quienes nos siguen por el Canal y las redes, y que por salud, enfermedad o edad no pueden asistir.

  • Lo primero que destacamos en Jesús es que ingresa a Jerusalén con decisión y libertad. Sabía que le esperaba el final de su vida: sufrimiento, pasión y muerte. Sin embargo asume el momento en que, de ese modo, entregaría la vida por nosotros para rescatarnos del mal y la muerte y darnos la posibilidad de una Vida Plena y entra a Jerusalén como Rey y lo hace con humildad y alegría. Pero no mostrando el poder y la fuerza como otros reyes. Sino montado en un burrito y rodeado de gente que estaba admirada por los milagros que había hecho y que, seguramente, había sido beneficiada con su ayuda. Por eso lo aclaman: “Bendito el que viene en nombre del Señor! “¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. Jesús comparte esa alegría del pueblo y se encamina a entregar su vida para traer paz a la tierra por el camino de la reconciliación y el amor.

Querida comunidad riojana también nosotros hoy, como aquel pueblo, nos alegramos de seguir a Jesús, de que Él camine con nosotros y seamos sus discípulos. Él quiere seguir entrando en lo más profundo de nuestro corazón para transformarnos en personas que se animan a vivir y obrar como Él, entregando sus vidas por el bien de los demás y asumiendo, a su vez, los momentos de sufrimiento y angustia que de muchas maneras llegan a nuestras vidas. Él quiere, a su vez, entrar más profundamente en nuestras familias para que su amor fortalezca a los esposos, a los padres y madres, a los hijos, a los ancianos. Él quiere entrar a lo más profundo de nuestros pueblos y ciudades para que, con su ejemplo, seamos también nosotros instrumentos de su paz, asumiendo los problemas del tiempo presente y abordándolos con disposición al diálogo y a la reconciliación, como base de un crecimiento para todos.

  • Cuando contemplamos la pasión de Cristo, no deja de admirarnos su confianza y obediencia a su Padre. En el Huerto de los Olivos ora pidiéndole que pueda hacer su voluntad; en la cruz reza pidiéndole al Padre el perdón por quienes lo estaban matando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; finalmente con confianza dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

El sufrimiento y la cruz también están presentes en nosotros cada día. Es indispensable volver constantemente a nuestro Padre-Dios y, con Jesús, suplicarle que nos ayude, que nos purifique, que nos dé fuerzas y humildad para sobrellevarlos. Unidos a Él, también nuestras cruces nos ayudan a crecer, aunque en el momento no lo veamos así. Es necesaria esa paciencia y perseverancia que nacen del contemplar la pasión y entrega de Jesús.

  • Jesús en su Pasión está asumiendo todo los males de la humanidad para destruirlos con su Jesús asume toda realidad de pecado y maldad para lavarlas con su sangre. También asume los males de nuestro tiempo. Y cuántos males nos rodean!: guerras atroces, violencia, ambición de dinero y de poder, corrupción, divisiones, crímenes, indiferencia… Cuántos de estos males afectan directamente a nuestras vidas y la de nuestros semejantes. Muchas veces nos sentimos débiles y pequeños ante tanta maldad y hasta podemos sentirnos derrotados por el Mal Espíritu que nos dice “no se puede hacer nada”. Pero jamás tenemos que acostumbrarnos a los males que nos afectan. Con Cristo el mal es vencido y con la fuerza de su Cruz podemos enfrentar juntos los males de este tiempo. Para eso es necesario salir de nosotros mismos, no quedarnos encerrados en nuestros cálculos limitados o en especulaciones egoístas. Abrámonos a Dios en primer lugar y, si reconocemos que el mal nos ha desviado, volvamos a Él inmediatamente, pidamos perdón, recurramos al sacramento de la reconciliación y sigamos adelante procurando, con su ayuda, no volver a las faltas pasadas. Estos días de Semana Santa son más que propicio para dar este paso.

Para enfrentar los males de nuestra sociedad es necesario que salgamos también al encuentro de otros hermanos y hermanas que buscan trabajar por una sociedad más justa, libre de toda corrupción y violencia. Tejiendo redes con otras personas o entre instituciones que buscan algo nuevo y mejor para la sociedad el bien puede vencer a tantos males enquistados. No vivimos tiempos fáciles. Saliendo de la pandemia la crisis económica afecta la vida de muchos ciudadanos. Sin embargo, éste puede ser un tiempo donde nos animemos a algo mejor. En unas reflexiones que publicamos ayer con el Consejo de Pastoral Diocesano y la Pastoral social decimos: Creemos que este es un tiempo para cambios profundos, que nos conduzcan a la construcción de una sociedad donde todos sus habitantes tengan los recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas”, y lo decíamos asumiendo las palabras del papa Francisco: “De una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor… Alimentemos lo bueno, aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común”.1

  • Queridos hermanos y hermanas, vivamos plenamente esta Semana Santa, alimentémonos con todo lo bueno que ella nos trae. Contemplemos con mente y corazón abierto la pasión de Cristo que nos impulsa a la humildad y dejarnos tocar y transformar por su infinito Amor. Y, si por diversos motivos nos hemos alejado de Dios, esta Semana Santa es una oportunidad de volver a Él con humildad y confianza. Él nos espera para recibirnos con Amor, para empezar de nuevo y seguir madurando y creciendo. Sabemos que Jesús venció el mal y la muerte, los venció por nosotros, a fin de comunicarnos su victoria y su Vida Plena. Por eso, aprovechemos los días de receso para acercarnos más a la Palabra de Dios que se medita cada día, acudamos un rato a un templo para orar solos o en comunidad. Participemos de las celebraciones en nuestras capillas, parroquias y santuarios o desde los medios de comunicación, si no podemos hacerlo de modo Dejemos que el amor de Dios, manifestado en la entrega de Jesús, nos transforme y nos anime cargar con la cruz de cada día con decisión y esperanza. Así sea.