Una carta que es Buena Noticia

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El cura argentino Pedro Opeka fue nominado al Nobel de la Paz por su trabajo solidario y de construcción social en una de las zonas más pobres de Madagascar, África. Hijo de refugiados eslovenos, nació en la Argentina pero desarrolló su tarea humanitaria en esa ciudad, a donde llegó hace más de 50 años. 

Su tarea la explica en forma sencilla: las familias van a verlo y se incorporan al grupo de trabajo en las canteras. El pago que reciben les permite sobrevivir. La comunidad que formó ya suma casi 2000 personas, entre grandes y chicos, y donde de a poco se lograron construir más de 4 mil casas para familias que vivían literalmente en la pobreza, en la calle, hurgando en los basurales para poder comer.

 “Estas son las reglas: trabajo, escuela obligatoria y disciplina”, dijo sobre los requisitos que les pide a quienes quieren formar parte de la comunidad.

“Acá nadie regala nada, todo es con esfuerzo, con dolor, con sufrimiento. Yo no quiero regalar…si lo hacés, a la gente le estás sacando el coraje. Yo los quiero demasiado como para asistirlos”

En un gran acto de coraje y coherencia le escribió una carta a Vladimir Putin que recomendamos leerla y rezarla. 

 

1 de Marzo de 2022

¡A mi hermano Vladimir Putin!

Hermano Vladimir, este jueves 24 de febrero nos despertamos con gran asombro, al enterarnos de que declaraste la guerra y desencadenaste el ataque sobre la población ucraniana, nación soberana que respeta las leyes internacionales y nunca tuvo como intención atacar a Rusia.

Hermano Vladimir Putin, los ciudadanos de numerosos países sentimos una gran amargura, tristeza y vergüenza por tus acciones, llenas de locura y megalomanía.

Sos Vladimir, el presidente de Rusia, a la cual tantos en el mundo aman y respetan por su historia y por sus profundas raíces espirituales.

Nos preguntamos cómo es posible que desees imponerle a otra nación la locura del establecimiento de un imperialismo de otros tiempos.

La única solución que encontraste en tu egoísmo y en tu dominio descarrilado fue comenzar una guerra a las tres de la mañana, sorprendiendo a tus alguna vez hermanos soviéticos. Un minuto después de tu discurso, se expandió sobre Ucrania una nube de cohetes y misiles. Por lo que describiste, uno podía imaginarse que el ataque era para una nación que es una amenaza para el mundo entero. Pero la realidad es que el pueblo ucraniano simplemente desea vivir en paz, en su país libre e independiente.

Bajo amenaza de ser juzgados por traición a la patria, fue fácil forzar a los soldados rusos, que no querían ir a combatir, para que, con falsos pretextos, fueran a atacar y a matar a sus hermanos y hermanas de otro pueblo.

¡Hombres y mujeres libres, humanistas de nuestro mundo! ¡Levanten su voz y condenen estas acciones bárbaras, atroces, contra el pueblo ucraniano!

 

Es hora de abandonar esa lógica que divide a los países entre fuertes y ricos por un lado, y vulnerables y pobres, por el otro. Todos somos ciudadanos de nuestra Tierra, todos valemos por igual, todos somos hermanos y hermanas, y todos somos responsables de construir un mundo mejor para todos los niños del mundo, que vendrán después de nosotros y proseguirán con la vida en la Tierra. Debemos dejar de pensar que algunos poseen más dignidad que otros.

Vivimos en el siglo XXI, y las armas que inventaron las personas pueden destruir a nuestro planeta Tierra. ¿Cómo podés, hermano Putin, jugar con fuego y caminar por la mecha del explosivo, que en cualquier momento puede explotar y crear un caos total, llevando a la destrucción a toda nuestra civilización?

¿Adónde fue a parar todo lo que aprendimos de todas las guerras pasadas, aquellas guerras en las cuales las personas combatían, y no aceptaban al otro como a un igual, un ser con los mismos derechos? ¿Dónde quedó la sabiduría de los héroes, de los poetas y escritores, que defendían los ideales de toda la humanidad de la barbarie, del salvajismo, de las tiranías y de las dictaduras?

Si tan solo pudiéramos, hermano Vladimir, ser más humanos, más respetuosos, más honestos, genuinos y sinceros. Pues sólo la verdad nos hará libres y nos hará más hermanos, más fraternos.

¿Cómo podríamos hoy aceptar la dramática muerte, impuesta a los soldados ucranianos y rusos? Cada uno de estos soldados tienen una familia, tienen hermanos y hermanas que llorarán por ellos, si mueren. Me detengo a pensar en los solados rusos: ellos no sabrán por qué murieron, o por qué los mataron.

Nunca es tarde para volver a entrar en razón, y unirse a la humanidad, esa humanidad que desea vivir en la justicia, en la hermandad y en la paz. La guerra que has comenzado, es un acto irresponsable, que lastima a la humanidad.

Con la guerra nunca daremos solución a los desacuerdos entre humanos. Los pueblos de este mundo conversan y dialogan, con diplomacia. La intervención de terceros países siempre puede colaborar a solucionar problemas y conflictos potenciales. Siempre es posible encontrar soluciones pacíficas y justas. Por eso es urgente respetar la idea de que todos pertenecemos a una sóla y única familia de la humanidad.

 

La humanidad entera nos une, más allá de las ideologías, credos o conceptos raciales. Pues somos parte de la misma humanidad, con diferencias, pero libres e iguales, el uno al otro. Nuestras diferencias son una riqueza. Y si esas diferencias se viven con respeto, generosidad y hermandad, hacen la vida más bella.

Hermano Vladimir, regresa a la cuna de la familia de la humanidad, y sé un hermano que construye el bien común y la solidaridad, para que todas las personas de las generaciones venideras en la Tierra, puedan vivir con dignidad, y con los mismos deberes y derechos.

La guerra destruye, siembra el odio y divide a los pueblos por siglos, hasta que puedan unirse nuevamente y vivir en la cooperación.

¿No sería más beneficioso usar el dinero de las armas sofisticadas (hoy usado para la muerte y el terror), para cubrir las necesidades de las personas olvidadas en el mundo, y para la construcción de más casas, escuelas, hospitales, y para el acceso de agua potable para todos?

Siempre he creído que cada ser humano es mi hermano, es mi hermana. ¿Cómo puedo convencerte, hermano Putin, para que dejes la guerra y detengas la matanza de ciudadanos inocentes?

Te lo pido por favor, querido Vladimir: detené la guerra, renunciá a la dictadura, a la mentira, a las falsas apariencias y a las dualidades.

¡Seamos todos juntos amantes de la verdad, justos y solidarios!

Que el Dios Creador ilumine a todos los dirigentes de nuestro planeta Tierra, para que puedan vivir en fraternidad, en igualdad de derechos y en libertad, es decir en los ideales de la dignidad humana y de los derechos humanos.

 

Padre Pedro Opeka, sacerdote argentino, misionero en Madagascar