En esta Jornada de Reflexión y oración por la trata de personas, intentamos mostrar el lado de la gente buena que, sin miedo y mucho amor, sale al rescate y asistencia de estos hermanos que son víctimas de verdaderas redes internacionales en donde hay muchos intereses detrás.
El número 145 atiende denuncias y acompañamiento casos de trata
El jueves 1 de septiembre se estrenó «Sonido de Libertad» en las salas de todo el país. Durante las primeras horas en la pantalla grande, la cinta producida por el mexicano Eduardo Verástegui y dirigida por Alejandro Monteverde, causó una gran curiosidad.
Nos puso de frente a una realidad que no miramos o minimizamos: La trata, el secuestro, abuso y venta de niños para uso sexual y transplantes de órganos.
Basada en hechos reales, el film muestra el oscuro mundo de la trata de niños para la explotación sexual y genera en el espectador un sentimiento de tristeza y de conmoción. “Mi objetivo era cómo crear una historia que la audiencia pueda digerir y disfrutar. La trata de niños es un problema que ha estado oculto durante décadas. La película es una herramienta poderosa para abrir los ojos del público a esta realidad. Es importante que la gente ya esté empezando a ver lo que les está pasando a los niños” afirmó el director.
Esta realidad está presente en donde vivimos. En La Rioja existe la Red Kawsay que en idioma quechua significa ¡vive ya! Es una institución cuya misión es articular recursos y acciones para la sensibilización, concientización, capacitación, acompañamiento y asistencia a las personas afectadas por el flagelo de la trata de personas en los diferentes ámbitos de la sociedad.
Varios laicos y laicas animadas por las Hermanas de la Asunción salen por las calles y de noche a buscar, rescatar, ayudar o hacer lo que se pueda por las víctimas de trata.
Teresita Salas es una de ellas y nos comparte su vivencia.
Su primer acercamiento a un caso de trata fue a través de una chica del barrio. No estaba preparada en la temática, actuó como pudo, con los recursos que tuvo, con el acompañamiento de su familia y las hermanas de la Asunción y con mucho instinto maternal.
Aprendió que cuando hay una situación de posible explotación, lo primero es la mirada humana, el contacto humano, no perder ese eje, porque se trata de personas. Mantener la calma, prestar atención, escuchar, observar, no paralizarse. El indicio de que se ve a una persona detrás de cada caso es considerarlo único y a cada experiencia diferente.
Teresita afirma haber escuchado decir en alguna oportunidad a gente que mira la trata y la explotación desde lejos “que ellas deberían estar agradecidos por cómo viven en sus trabajos”. Esa afirmación resulta indigna, agresiva porque en sus casas no tienen ni baño, ni piso, ni techo. Pensando y actuando así se vuelve a estigmatizar la pobreza, a considerarla como una condición de la que no se puede salir, de la que no se tiene derecho a reclamar lo que corresponde.
Son batallas que cada uno va dando, y que necesitan de la presencia de la familia, la sociedad y el estado. Así la prostitución, el secuestro es una herida de la que puede sanarse y el trabajo esclavo en fincas, cosechas, minas devela que es la persona quien lo dignifica aunque sus explotadores solo vean en ellos un instrumento de usar y tirar.
Pastorear este espacio trae muchas frustraciones, dolores, impaciencias. Teresita no se cansa, aún no ha dicho no puedo más aunque haya situaciones que se tornan muy fuertes, la sostiene la convicción de que es el camino por donde transita su misión. Su gran apoyo, su base, su soporte es su familia. Cree en Dios, en un Dios que fortalece, acompaña y protege.
Su primera experiencia en trata fue durísima, inesperada, más habiendo una cercanía con la víctima. Por momentos se sentía muy chica acompañando a otra chica. Pero reconoce que la vida está llena de luces. Quizás de lugares que uno no se imagina pueden abrirse puertas de esperanza. Le dijeron que estaba loca por meterse en este tema, que debía cuidarse, cuidar a su hija, que no sabía cómo se manejaban las mafias, que estuviera preparada para que la apuñalaran por las espaldas. Su respuesta sincera fue siempre la misma: lo hago por ellas, por mi hija, por tu hija, por mis sobrinas, las tuyas, tus nietas, mis hermanas, las tuyas.