Diego Olivera es un seminarista que se está formando en el Seminario de San Juan y desde el 17 de julio, en el aniversario de los mártires en Chamical, sirve desde el ministerio del Lectorado.
Aquí su testimonio:
Una de las citas bíblicas que me ilumina en este camino vocacional es: “nosotros llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.” (2 Cor 4, 7). El día que recibí el sacramento de la confirmación escuché esta frase en una canción (El Dios de la vida) y me impactó, con el tiempo descubrí que era la brújula que Dios me regaló para andar este camino. El tesoro es la vocación sacerdotal y yo soy ese recipiente de barro, frágil y con muchas debilidades, me entrego en las manos de Dios para que él, como el gran alfarero, me haga firme y me enseñe a cuidar este gran regalo.
Recibiré el ministerio del lectorado en este día en que celebramos a Mons. Angelelli y compañeros mártires y en las vísperas del día que fueron asesinados dos de ellos: Fr. Carlos de Dios Murias y el P. Gabriel Longueville. Me impacta como Fr. Carlos, siendo tan joven se jugó la vida por el Evangelio, fue un joven valiente y apasionado por el Reino de Dios y del P. Gabriel admiro su ardor misionero y su fraternidad con Fr. Carlos, a quien acompañó hasta las últimas consecuencias, la noche que fueron a buscarlo a Carlos, él le dijo “voy con vos”, era muy consciente de la situación que se vivía y podemos llamarlo el “mártir de la fraternidad”, como alguna vez lo mencionó Mons. Braida.
Le pido a Dios que me dé un corazón valiente como el de Fr. Carlos y esa pasión para jugármela día a día en el anuncio de la Buena Nueva y también le pido que me dé un corazón fraterno para vivir con mucha alegría la vocación sacerdotal con todos mis hermanos.
Recibir el lectorado en este día me llena de alegría pero a la vez implica un gran desafío para mí, es una invitación para encontrarme con la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras y en el camino diario del pueblo de Dios como lo hicieron los mártires, también es una gran invitación a ser “un hombre de la Palabra y un hombre de palabra, un hombre sin doblez”, como me lo dijo un sacerdote amigo.
El ministerio del lectorado es un ministerio laical, para varones y mujeres, que consiste en ser instrumentos para que la Palabra de Dios llegue a los demás con gran fervor, el lector debe adquirir un vivo afecto por el encuentro diario con la Palabra y debe inculcar esto también a los demás con la proclamación y con un estilo de vida que brota del evangelio. Creo que las palabras de San Agustín nos pueden ayudar a comprender esta gran misión: “Si tu voz no resuena, no resonará la Palabra de Cristo; si no das bien el sentido, el pueblo no podrá comprender la Palabra; si no das la debida expresión, la Palabra perderá su fuerza”.
Por último quiero invitar a que todos se acerquen a la Palabra de Dios, se dejen encontrar por ella, se dejen sanar por ella, se dejen fortalecer por ella, se dejen iluminar por la Palabra en los momentos de oscuridad.
A los jóvenes especialmente les digo que no tengan miedo de acercarse a la Palabra de Dios, encontraran un magnífico libro pero más aún se encontraran con la maravillosa persona de Jesús que sale a nuestro encuentro, nos abraza, nos sana y nos dice que nos ama a pesar de nuestras debilidades.