Al padre Amirati se lo quiere como hombre, sacerdote y amigo, dejó fuertemente marcado sus pasos por los lugares que anduvo.
Nació el 12 de marzo de 1918 en la ciudad de Rosario. Hijo de Vicente Amirati e Isabel Lamagna, fue el sexto hijo de los 8 que tuvo el matrimonio. Ingresó al Seminario Menor Nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe de la mano del entonces capellán del Hospital de Caridad de Rosario el Pbro. Antonio Caggiano, el padre Roberto Queirolo manifiesta que « Caggiano, antes de ser Obispo, era capellán del Hospital de Caridad y tenía un grupo de jóvenes y de chicos, entre los cuales estaba Amirati y él entra al seminario por indicación de Monseñor Caggiano, pero en un seminario de Santa Fe porque Rosario todavía no era Diócesis y no había seminario. Inclusive en la Casa de Retiro San Alberto hay una foto muy linda de Monseñor Caggiano con muchos estudiantes y en ella se encuentra un Amirati con esos rulos estilo italiano que tenía en su juventud.»
Allí cursó hasta que recibió el título de Filosofía, su etapa de Teología la hizo en el Seminario de Villa Devoto y el 21 de diciembre de 1941 es ordenado Sacerdote. Desarrolló tareas como docente y director Espiritual en el Seminario San Carlos Borromeo de Rosario.
El P Queirolo nos cuenta «Yo al padre Amiratti lo conocí antes de que entrara al seminario, ya que formaba parte del grupo de la Acción Católica, donde una vez al mes teníamos un retiro en el colegio de los Hermanos Maristas y una vez cayo este curita que yo no lo conocía ni de nombre, jovencito todavía, muy humilde se lo veía, una apariencia muy insignificante con unos lentes de carey medio antiguos y un guardapolvito con un sobretodo más o menos bueno, empezamos a hablar y con esa calidez y calidad que tenía él, con esa profundidad nos conquistó de entrada. Después fui al seminario en año 1951, con 18 años en el Seminario San Carlos Borromeo de Rosario y me encontré con él, quien fue mi director espiritual»
En 1972 llega a La Rioja atraído por la pastoral de Monseñor Angelelli atendiendo algunas capillas de la ciudad como la del Niño Dios, San Ramón, entre otras. En todos lados fue muy querido, siempre dejando una huella grande en la gente.
Durante sus treinta y tres años en La Rioja, Amirati fue vicario económico de la parroquia de Fátima y Catedral, decano, administrador parroquial de Chilecito y párroco de Olta y en los últimos tiempos cumplió las funciones de administrador parroquial de Nuestra Señora de Fátima. También se desempeñó en la asesoría de diversos movimientos y asociaciones y fue por varios períodos consultor diocesano. En sus primeros cuatro años fue uno de los hombres de confianza de Monseñor Angelelli
Amirati fue uno de los primeros en enterarse de su muerte, habían estado reunidos en Chamical junto a varios sacerdotes analizando la terrible situación y fue él quién le diera la extremaunción a ese cuerpo que, irónicamente los asesinos, dejaron sobre el asfalto con los brazos en cruz. En su relato el Padre Armando manifiesta…
«Cayó en los caminos, llanos riojanos que tanto amó. Cayó como un pobre. Por eso yo cito a un poeta Jose Portogalo, que hablando de la vida y la muerte de sus padres expresa que En mi pecho latía el pesado aldabón del llanto de mi padre, su fiebre, su agonía, su fracaso; clavando media suela lo sorprendió la muerte. Mi madre cargó bultos. Lavaba. Cuando murió tenía las manos como un trapo. Así mueren los pobres, así murió Angelelli. Su cuerpo era un trapo tirado en el camino desde las 15 hasta las 21 horas más o menos del 4 de agosto de 1976,
El Padre Miguel La Civitta nos cuenta sobre el padre Armando: “Él estaba a treinta cuadras de la Parroquia de Fátima en el barrio Joaquín Víctor González, entonces venia y estaba toda la mañana. Yo aprovechaba a salir y el atendía a la gente, siempre había chicos, gente que rodea, él siempre estaba con una actitud dispuesta, él había sido párroco de allí hacía muchos años o sea que tenía una relación cercana con la gente. Un día yo me levanto preparo el mate pero no había yerba así que fui a comprar, charlamos y me fui, cuando vuelvo cerca de las doce, hago algo para comer y en lo que demoraba preparo el mate y le pregunto Armandito ¿no viste el paquete de yerba?, y él con una sonrisa pícara me responde Se lo di a doña Rufina, que era una viejita que vivía a media cuadra que criaba a los nietitos. Lo primero que me salió fue decirle ¿y yo con que tomo mate ahora? Entonces me miró, se rió y medio cinco pesos del bolsillo. Siempre lo cuento porque me hizo poner colorado hasta por dentro. Le di las gracias por la enseñanza y me contesto, Miguel si nosotros no tenemos para yerba nos cruzamos al frente y nos fían, nos regalan, sino tenemos para comer cualquiera te da un plato. Pero esta pobre vieja ¿quién le da algo? Digamos ese tipo de actitudes que te descolocaban”
Falleció el 27 de junio de 2005. Sus restos descansan en el atrio de la Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria en Olta en donde siempre tiene flores y alguien rezándole. Su foto está en casas, comercios, oficinas públicas. Todos tienen una anécdota sobre la caridad y entrega de este cura. Admirado y querido por todos.