30 de julio: Día Mundial contra la Trata de Personas
Declaración del Área Diocesana de la Pastoral de la Mujer
Mujeres riojanas: orgullo, vergüenza y perdón
La provincia de La Rioja tiene un poco más de 350.000 habitantes, con lo que podemos decir que la mitad son mujeres, unas 175.000. Muchas más son las que están en la historia, las que junto a los demás riojanos le dieron identidad a esta tierra.
Traeremos algunas a la memoria:
Victoria Romero (1804-1889), esposa del Chacho Peñaloza, estuvo siempre a disposición de los más necesitados, dando amparo a aquellos que se hallaban sometidos en la desolación. Mediaba en problemas familiares, solucionaba malas situaciones económicas y se alistó en las tropas de Facundo Quiroga para combatir a los unitarios.
Rosario Vera Peñaloza (1872-1950), creadora de los jardines de infantes y de nuevos métodos educativos en donde el alumno es el protagonista. Destacada en el país por su inteligencia y su saber pedagógico lo recorrió enseñando sus saberes y creando bibliotecas. Le dio una importancia fundamental en la enseñanza a la cultura y los contextos locales del estudiante.
Cleofé Arias (1866- 1925), joven riojana que quiso para su tierra la evangelización y dignidad de la mujer a través de la educación. A los 20 años ingresó al Instituto de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. Sus sueños misioneros la llevaron a dar su herencia para que su congregación se instalara en La Rioja. Desde hace más de 130 años la huella de Cleofé sigue viva en las miles de mujeres que a partir de su deseo conocen la misericordia del Corazón de Jesús.
Invitamos a detenerse en estas tres y varias de las mujeres que están en la historia con nombres o anónimas. Quizás allí haya abuelas, bisabuelas, madres. Estas mujeres nos llenan de orgullo.
Extendemos la invitación a mirar mujeres de nuestros días. A todas, pero invitarnos a detenernos en aquellas que son excluidas… Las prostitutas, mujeres que en la noche tienen lugares para sus “paradas”, las mendigas que se ponen en las puertas de las iglesias, de los bancos e insisten con su pedido, las que andan con sus hijos a cuestas pidiendo de casa en casa o buscando algún trabajo, las afectadas por la adicción a las drogas que andan mirando y caminando perdidamente, las que tienen moretones por los golpes. Estas no nos dan orgullo ¿Más bien vergüenza? De modo consciente o no tratamos de evitarlas, de no verlas o con una limosna evitar su contacto y olvidar que existen o justificarnos con frases como ” ¡Ellas se las buscaron!” o “¿Quién la manda a tener tantos hijos?” o “¡Que trabaje!” o “ ¡Ser prostituta es parte de la sociedad!”. Y así expresamos nuestra vergüenza a que se nos acerquen pero no nuestra vergüenza a dejar que cada situación siga sucediendo.
¿Y si nos animamos a otra invitación? A pensar quien eligió donde nacer o qué padres tener, no hubo mérito de nuestra parte ni desmérito en ellas. En la mayoría de los casos no conocieron otro modo de vivir (o sobrevivir).
Si bien la trata se refiere a la violencia y esclavitud a las que se someten las personas, todo lo que hemos descripto son modos de trato, de buen trato o de mal trato entre humanos que desembocan en la trata. Aunque suene a juego de palabras, es así. Así la trata en todas sus manifestaciones no son novedades en nuestra Rioja. Esas que nos avergüenzan, que son la contracara de las mujeres que nos dan orgullo, están a la vuelta de esquina.
Creemos que la vergüenza debiera cambiar su motivo. Sentir vergüenza por nuestro mirar para otro lado, por no buscar una salida sostenida y digna para ellas, por juzgarlas, por no mirarlas, por no llamar a las cosas por su nombre y detrás de estos nombres como trata, droga, violencia, analfabetismo ponerles nombre y apellido. También por los varones que están a la merced de la trata, de la esclavitud, de la indignidad de querer trabajar y no tener dónde.
Cabe un tercer paso: pedir perdón. Perdón a esas personas que no dejamos que lo sean, por la indignidad de sus situaciones de vida, perdón por la indiferencia de nuestras miradas, perdón porque siento vergüenza por vos hermana, por vos hermano. Perdón porque no te trato como merecés que te trate. El perdón es el paso para sentirnos orgullosos de que no nos da lo mismo su presencia, que nos duelen, que las/los miramos y las/los escuchamos. Porque que la trata, realmente es destrato.
Aunque el título no lo diga, a la vergüenza y al perdón hay que agregarle el compromiso, estar atentos a los signos de trata, a las ventanas que se pueden abrir para dar aire puro a este ambiente mal oliente. Muchas de las prendas que vestimos, de los alimentos que consumimos provienen de trata de personas, de trabajo esclavo. Con una simple mirada advertiremos a las “costureras” que hacen buzos, a los trabajadores golondrinas que cosechan las aceitunas y así otros ejemplos. Comprometernos a cortar esos hilos que amarran a estos hermanos nuestros.
Como “Área diocesana de la Pastoral de la mujer”, deseamos como discípulas misioneras de Jesús, generar encuentro, dialogo y esperanza, reconociendo el rol propio de la mujer y el varón en la participación en la iglesia y el pueblo riojano.
Intentamos ser puentes. Puentes de escucha, de perdón, de dignidad. Y te invitamos a que también lo intentes.