Mama Antula, una santiagueña que será la primera santa argentina

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Mama Antula

Virgen, laica consagrada, fundadora de la Casa de Ejercicios de Buenos Aires, llamada Mama Antula por el pueblo. Tras la expulsión de los jesuitas del país, fue de ciudad en ciudad por las regiones pobres del nordeste argentino promoviendo ejercicios espirituales según el espíritu ignaciano, confiando únicamente en la Providencia. En sólo ocho años, consiguió ofrecer los ejercicios espirituales a 70.000 personas.

El Papa Francisco ha autorizado la promulgación del Decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión de la Beata María Antonia de San José. El boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, comunica que:

“Durante la Audiencia concedida el martes por la tarde a Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el Sumo Pontífice autorizó al mismo Dicasterio a promulgar el Decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión de la Beata María Antonia de San José (nacida Antonia de Paz y Figueroa), conocida como Mama Antula, Fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires; nacida en 1730 en Silipica, Santiago del Estero (Argentina) y fallecida el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires (Argentina)”.

El Papa Francisco recordándola, en el ángelus del 28 de agosto de 2016, luego de su beatificación, expresaba que: “Que su ejemplar testimonio cristiano, especialmente su apostolado en la promoción de los Ejercicios espirituales, despierte el deseo de adherirse cada vez más a Cristo y al Evangelio”.

El Milagro

Supervivencia milagrosa del Sr. C. P. (nacido en 1959) que sufre un «ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico». Ingresado en la unidad de cuidados intensivos en estado comatoso, el TAC muestra un infarto muy extenso del tronco encefálico. Pronóstico poco auspicioso o muy reservado, con muy pocas posibilidades de volver a la vida normal debido a las lesiones cerebrales irreparables.

Al cabo de unos días, mostró una notable mejoría y, tras unos meses de fisioterapia, era independiente, autónomo en su vida diaria, realizando tareas manuales normales.

Todos los familiares y amigos del curado rezaron pidiendo la intercesión de la Beata María Antonia de San José, comúnmente llamada Madre Antula o Mama Antula. Siete personas que no eran amigos ni familiares también rezaron por la salud del enfermo pidiendo la intercesión de la Beata Madre Antula.

La invocación y la curación forman parte de un marco más conocido que es la fama de santidad y de signos, de la que gozó la Beata María Antonia de San José. Ya en vida, esta fama acompañó a la Sierva de Dios, incrementándose tras la noticia de su muerte, en diversas regiones y provincias de Argentina, España y Francia. Fiel discípula de la espiritualidad ignaciana, se formó en la escuela de Ejercicios Espirituales del santo de Loyola. Defensora y divulgadora de la obra de los Ejercicios Espirituales, estableció una primera Casa de Ejercicios en Argentina tras la supresión de la Compañía de Jesús, que contó con el apoyo del rey Carlos III de España.

El milagro presentado para la curación del Sr. C. P. ocurrió en el hospital de Santa Fe en Argentina. Comparando las conclusiones científicas a las que llegaron los médicos tratantes y la Consulta Médica del 14 de septiembre de 2023, sobre la curación del Sr. C.P., y de los textos todos que atestiguan la invocación de la Beata María Antonia de San José, la relación entre invocación y curación se hizo clara y evidente.

María Antonia de Paz y Figueroa

María Antonia de Paz y Figueroa nació en 1730 en Santiago del Estero, provincia de Tucumán, en Argentina. De familia acomodada, recibió desde su infancia una buena y sana educación religiosa y espiritual, así como una formación cultural, según se deduce de su correspondencia.

Siendo aún joven, pronto entró en contacto con la espiritualidad ignaciana. En 1745 vistió el hábito de «beata» jesuita mediante la emisión de votos privados y, retirada al llamado «Beaterio», comenzó a llevar vida comunitaria junto a otras consagradas. Bajo la dirección del padre jesuita Gaspar Juárez, se dedicó a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres.

En 1767, por orden de Carlos III, los Padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de los territorios de la Corona española, y María Antonia maduró la intención de continuar el apostolado de los ejercicios espirituales, considerado un bien precioso para personas de todos los niveles sociales. Su decisión no fue bien recibida por los miembros de su Comunidad, donde existía un clima hostil hacia la Compañía de Jesús, pero María Antonia, ya con 37 años, perseveró en su intención de seguir organizando cursos de Ejercicios Espirituales. Entre 1768 y 1770, los participantes vivieron el Tiempo de Retiro durante varios días, recibiendo orientación y reflexionando sobre sus vidas. Para este proyecto contó con el pleno consentimiento de su confesor y del Obispo de la ciudad de Santiago del Estero, donde abrió una casa.

Para ello, viajó a diversos lugares: Santiago del Estero, Silípica, Loreto, Salavina, Soconcho, Atamasqui, etc. Más tarde, también fue a otras provincias como Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta y Tucumán. El Obispo de Tucumán dio su consentimiento a su iniciativa y permitió la difusión de este nuevo impuesto espiritual.

El método seguido por la Mama Antula fue muy sencillo. En efecto, apenas llegaba a una ciudad o pueblo indicado como lugar de Ejercicios, se presentaba inmediatamente ante las distintas autoridades para obtener los permisos pertinentes. Los Cursos de Ejercicios duraban unos 10 días y se celebraban a lo largo de todo el año. Los participantes eran personas de distintas condiciones sociales. Regresó a Buenos Aires en septiembre de 1779, después de un viaje de 1400 km, presentándose al Virrey y al Obispo, para obtener el permiso de organizar los Cursos de Ejercicios. Esperó cerca de un año para conseguirlo, pero le fue negado principalmente por el Virrey, que sentía aversión por todo lo relacionado con la Compañía de Jesús.

Recién al año siguiente, en 1780, comenzaron los retiros en Buenos Aires con increíble éxito. Observando los frutos que esta espiritualidad producía entre los fieles, el Obispo cambió de opinión y la apoyó. Se formaron grupos de unas 200 personas. En cuatro años, más de 15.000 personas participaron en este viaje espiritual.

Entonces, el deseo de «ir donde Dios no era conocido» la llevó a Uruguay, Colonia y Montevideo, donde permaneció tres años. De regreso a Buenos Aires, inició la construcción de lo que hoy es uno de los edificios más antiguos de Buenos Aires, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Avenida Independencia número 1190. Peregrinó de puerta en puerta con el fin de recaudar fondos para la construcción de la Casa de Ejercicios. Sus esfuerzos también fueron conocidos en Francia y su epistolario fue traducido posteriormente a varios idiomas.

Después de una vida tan virtuosa, original y fecunda en el apostolado de los ejercicios espirituales y sobre todo ejemplar en la virtud, murió el 7 de marzo de 1799 a la edad de 69 años. Fue enterrada en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de la calle Bartolomé Mitre de Buenos Aires. El 12 de julio de 1799, su cuerpo fue trasladado a la Basílica de Santo Domingo. A su muerte se calcula que entre 70.000 y 80.000 personas se habían beneficiado de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Sus restos mortales descansan hoy en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires. El Proceso de Beatificación comenzó en 1905 y María Antonia fue beatificada en 27 agosto de 2016.