Coca Coca en el jardín de su casa de Sañogasta en donde mataron a su esposo
Marta “Coca” Cornejo es una sencilla mujer viuda que vive en Sañogasta, un pueblo cercano a Chilecito en la Provincia de La Rioja. Alegre, rezadora, confiada en Dios, su deseo de vivir es ver a sus 3 hijas y a sus nietos. Cada día pone en manos de Dios Nuestro Señor, como ella dice, a los que le piden oración y lo hace por medio de la Santísima Virgen, de los santos y de los Beatos mártires riojanos. Uno de esos beatos es su esposo “Wence”.
Wenceslao siempre fue especial, desprendido de todos sus bienes. Se conocieron jóvenes y la primera palabra seria de Coca hacia él fue un No porque él no quería casarse por Iglesia, simplemente le dijo yo no me caso con vos. Esta decisión le costó, su mamá la animó diciéndole “si te quiere bien va a volver”, y así fue, a los 15 días regresó aceptando el sacramento y fundaron una familia. Y dieron el Sí.
Coca cuenta que trabajaban bien en la bodega Gargantini en Mendoza, que el padre de él, en San Luis, tenía campos y vacas pero que Wenceslao siempre le dijo a sus padres que lo que le correspondía a él no lo quería, que se lo daba a ellos para que no les falte nada, por su lado él tenía un buen trabajo y fuerzas para trabajar. El matrimonio fue acercándose cada vez más a la vida de la Iglesia, a compartir sus bienes y sus dones. Y ahí llegó el verdadero primer sí de Coca.
Wenceslao, quien se preocupaba por las condiciones precarias de los trabajadores de la vid, comenzó a formar cooperativas de trabajo y por cosas de la vida conoció a Angelelli y su Diócesis de La Rioja, una verdadera Iglesia en salida y quiso irse a ese lugar. Sentía que había gente más necesitada a quien servir. Se lo propuso a su esposa y ella dijo que no, que en Mendoza estaban bien y hacían el bien, tenían a su familia; pero así como Coca no negoció con el primer no de Wence, Wence no negoció con este No de Coca. Ese fue el primer sí de Coca en el seguimiento de su esposo, producto del primer sí del altar. Ella, como mujer de Wenceslao lo seguía junto a sus hijas a un lugar desconocido. Lo único familiar eran Dios Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Tenían 3 hijas a quienes cuidaban y querían mucho. Ella era catequista, visitaba a los enfermos y él trabajaba en lo viñedos y animaba a los campesinos a una vida digna, a aquella vida dada por Dios. Este matrimonio daba lo que tenía y que era. Vivían del mismo modo que aquellos a quienes ayudaban.
Mano de Coca con la alianza de Wenceslao
Me voy a saltear detalles de la historia sabida. Wenceslao empezó a ser amenazado, se lo tildaba de agitador, revolucionario cuando la única arma que tenía era el Evangelio de Cristo. Coca quiso irse y él dijo No, tenía que quedarse con sus vecinos, sus amigos, desprendido de todo como lo hizo desde siempre y si era necesario también de su vida.
Coca dijo Sí a este llamado que Dios le hacía a su esposo y cuando lo mataron siguió diciendo muchos sí: sí al perdón, sí a la libertad de sus asesinos, sí a las malas miradas del pueblo, sí a criar sola a sus hijas, sí a los planes que Dios había querido para Wenceslao y que ella compartía por aquel primer sí del que fue gestora.
Pasaron casi 60 años desde ese momento y Coca sigue diciéndole sí a su esposo. Es la mujer sonriente, generosa, austera, humilde, trabajadora y de palabra firme que enamoró a Wenceslao. La mujer llena de fe, de esperanza y caridad que se preocupa por todos para llevarlos a Dios con su oración. Este gran hombre, mártir, beato de la Iglesia no podía estar acompañado sino con esta gran MUJER, mujer con mayúsculas, la mujer de Wence, Coca como la conocen todos. Su nombre ya está escrito en el corazón de Dios[1] y ese es en definitiva, su testimonio.
[1] Cfr. Lucas 10,17