Fuente: Propia, Vatican News, Jesuitas argentina uruguay y Vida Nueva Digital
El oculto mundo de los migrantes
Reproducimos dos testimonios, la de un obispo y la de un laico sobre esta realidad y sus respuestas
Michael F. Czerny, nació el 18 de julio de 1946, en la ciudad de Brno, de la entonces República Socialista Checoslovaca. Su abuela materna murió en Auschwitz durante la época nazi, y su madre Winifred Hayek Czerny fue internada en el campo de concentración de Theresienstadt. Dado que su padre, Egon Czerny, se negó a separarse de su esposa cuando ella estaba en Theresienstadt, tuvo que realizar trabajos forzados en un campo de Postoloprty, durante los últimos ocho meses de la guerra.
En 1948, sus padres emigraron por barco a Canadá, con él cuando era un niño pequeño y su hermano recién nacido.
Ingresó a la Compañía de Jesús en 1964. Su ordenación sacerdotal fue en 1973.
El Papa Francisco le nombró subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral el junto con Fabio Baggio, el 14 de diciembre de 2016. Desde su nueva posición, llamó a la migración «uno de los fenómenos humanos más importantes y urgentes de nuestro tiempo», añadiendo: «Apenas hay un lugar en el planeta que no sea tocado por este fenómeno. De hecho, aunque muchos no lo saben, hoy hay más personas que se mueven en Rusia y China que en cualquier otra parte del mundo.”
En 2016 le encargó a Timothy Schmalz la escultura Angels Unawares que muestra un barco con migrantes y refugiados con ropa que los identifica de distintas culturas y períodos y que sería inaugurada en la Plaza de San Pedro del Vaticano en 2019.
La cruz pectoral de Czerny, está hecha a partir de los restos de un barco utilizado por los migrantes para cruzar el mar Mediterráneo y llegar a la isla italiana de Lampedusa.
Sobre el tema de las migraciones, el testimonio de Luca Casarini, padre sinodal, es conmovedor. Cara visible de Mediterránea Saving Human, la institución que rescata a migrantes en el Mar Mediterráneo desde hace años. Como detale, lo primero que hace al rescatar a uno es darle un abrazo en signo de fraternidad.
Comenzó describiéndose como «un hombre privilegiado», porque «en un mundo donde hay una carrera para ver quién mata más gente, un mundo dominado por el odio, acudir en ayuda de una vida, abrazar a hermanos y hermanas en medio del mar, es un don infinito que cambia vidas. Ha cambiado la mía…».
Del activista una reflexión también sobre el tema de la pobreza: «Nosotros, en medio del mar, nos encontramos con estos hermanos y hermanas y en ese momento se encuentran dos pobrezas. Por un lado, la pobreza económica y social que obliga a la gente «a dejar su tierra, su familia, su memoria», sus únicas riquezas; por otro, la pobreza desoladora de una parte del mundo que ahora considera «normal el horror». «Ya no somos capaces de llorar por un niño que muere», dijo Casarini. «Estas dos pobrezas se ayudan mutuamente y dejan espacio para algo que hoy deberíamos buscar desesperadamente en el mundo del odio, el amor. Así es como conocí a Jesús y a Dios».
Con educación e ironía, el invitado especial respondió a las preguntas de quienes le preguntaban si se sentía «fuera de lugar» en un acontecimiento como el Sínodo, salpicado de diversos rituales y momentos espirituales. «Siempre me siento fuera de lugar e inadecuado en cualquier contexto», sonrió, «realmente considero a todos los presentes en el Sínodo mis hermanos y hermanas, estoy aprendiendo a convertir el resentimiento y el rencor en piedad». El secreto que «estoy intentando aprender es a ponerse en el lugar del otro. Que no debemos esperar solucionarlo todo nosotros, sino que es el Espíritu Santo quien actúa. Así pueden ocurrir cosas locas… como que yo esté en el Sínodo».