La chaya es una costumbre universalmente de origen pagano. Entre los diaguitas fue un Rito Agrario que espiritualizó el carnaval que trajeron los Conquistadores. Así se unió la celebración de los pueblos originarios por la cosecha con la tradición europea del carnaval traída por los españoles.
Los diaguitas hablaban una lengua común, el kákano diferenciada en dialectos pero desarrollaron sus propias culturas, todos descendientes de los incas. Vivían el animismo, tenían divinidades caseras populares inspiradas en necesidades básicas de existencia. Veían dioses en todos los elementos de la naturaleza. No tenían concepto de un Dios único, espiritual, trascendente, personal. Creían en una vida eterna como una continuación mejorada de la existencia terrena, esta religión natural es llamada mítica por los mitos que explicaban el mundo y el hombre. Carece de templos materiales o de figuras que representen divinidades. Adoraban el sol, el Inti y la Pachamama, la tierra de donde nace el hombre y ahí vuelve. Era la diosa preferida de los humildes pobres y postergados por eso su culto tenía lugar en la cumbre de los cerros y las apachetas de los caminos. Recibía su principal culto en primavera cuando la tierra reverdece y se celebra la cosecha para dar gracias a la madre tierra porque de sus entrañas salía el alimento de sus hijos. La pachamama reina acompañada de dioses menores: el Yastay hermoso joven que protege a los pájaros y venados de la montaña, el Pujllay que ríe en los vientos su tragicómica carcajada, Yacurmana la protectora de las vertientes y arroyos, Saramaná la diosa del maíz, el Huayra, dios del viento.
El aborigen veía muy cercano a sus dioses, tenía rezos para cada ocasión. En la cosecha de febrero con la chicha y la aloja se agradecía a Pachamama por su alegría y por su por su lluvia. Aquí se encuentra el origen de la chaya, un rito religioso natural de alegría y acción de gracias celebrado por la Ayllu (tribu, comunidad). Al final los hermanos del ayllu comparten mojándose mutuamente con el agua y empolvándose unos a otros con la harina del maíz por la alegría de los dones recibidos de Pachamama. Pero no todo es felicidad, el Huayra con sus plagas y su aliento caliente era el enemigo de esas cosechas. También la Pachamama se cobraba algún favor, signo de ello era alguna vez, para la tribu, la desaparición misteriosa de algún joven que se perdía de pronto en la montaña. La Pachamama exigía a veces el precio de una vida joven como reconocimiento de su dominio. Allí estaba también el mito de la Chaya.
Chaya se llamaba a la diosa del rocío y de la lluvia, joven muy bella enamorada del Pujllay quien un día, llevada por la desilusión y la pena desaparece en la cumbre de los montes para aparecer cada febrero en pleno verano en forma de nube de rocío o de la lluvia traída por la Quila, la diosa Luna del verano. Es por eso que la fiesta de Chaya celebra que la tierra se mojó con el agua de las lluvias tienen también, en realidad un sabor amargo y triste a la vez, con algo visceral y sagrado que al culminar con sus recuerdos y sus ritos de agua y de harina de maíz tiende a convertirse en grito, mezcla de alegría y de raro dolor.
El Puyllay el semidios joven, alegre, pícaro, aventurero; el don Juan de la teogonía diaguita recibe las burlas hirientes de sus compañeros. Su mala conducta fue la causa de la desaparición de la princesa Chaya. Anda errante por los montes buscando las huellas de la bella indiecita quien llega a las tribus en suave agua del cielo cuando estas se reúnen para las cosechas. Así comparte la alegría con la pena entre los jóvenes. Por su parte Pujllay un día cae en el fuego y muere, porque su búsqueda no tiene sentido. Vuelve a los montes a sus anhelos que expresa en dolorida carcajada hecha viento y volver a las tribus para el próximo verano continuando su búsqueda sin fin cuándo oiga decir que la bella Chaya vuelve hecha la lluvia en la luna de febrero.
Esta fiesta, típica del noroeste argentino, está anclada principalmente en La Rioja. En esos días las comparsas a caballo se cruzan por las calles y recorren los lugares a gran galope deteniéndose en todas las casas donde se les espera en son de guerra, los bailes duran hasta entrada la noche hora en que el cansancio del día, los licores convidados y el natural hastío empieza a dar flacidez a las piernas peso invencible a los párpados y frialdad al humor. También son típicas las coronaciones, los topamientos, las vidalitas montañesas, todo forma parte de los festejos chayeros.
Los protagonistas de la Coronación y el Topamiento son dos amigos o amigas que se tiene mucho afecto y desean convertirse en compadres o comadres por la relación de amor de algún pariente. El símbolo de la consagración de esa relación es una mito de frutas gemelas unidas de nacimiento que se obsequian los flamantes compadres. En la ceremonia los comadres o compadres proceder a colocarse una corona de masa cocida de quesillo o de flores y en el topamiento ambos compadres con sus respectivos séquitos se topan (juntan) en un lugar previamente concertados en cualquiera de los tres días de carnaval o el denominado domingo de Pujllai. Cuando los compadres pertenecen a distintos barrios sus amistades y parientes colaboran haciendo esas coronas que se preparan con harina huevo y azúcar y se recubren con fondant y con quesillo. También se elaboran golosinas y viandas que se comen en la fiesta posterior al topamiento. En el lugar que se concretará el encuentro se coloca un arco de ramas adornadas con palmas, flores, cintas y serpentinas. A la hora señalada partiendo desde sus respectivas casas las comadres y compadres, acompañadas por gente a pie y a caballo y el compás de varios tambores se dirigen al lugar de la cita. Cuando la separan unos 50 metros de distancia, las comadres y compadres empuñan los tambores y cantan la denominada polkita o vidalita del carnaval o carnaval del cura y bailando a los saltos procederá a toparse bajo el arco. Así se intercambian las coronas que les acercan sus acompañantes y se las colocan en sus cabezas para luego tomar un vaso de vino o de aloja y tirarse almidón y harina. Mientras se realice esta ceremonia la concurrencia canta, los tambores ensordecen, se queman cohetes y petardos y se disparan bombas de estruendo. Todos se tiran almidón y serpentinas y se arrebatan las coronas de los topados para comérselas. Desde allí los invitados se dirigen a la casa de una de las comadres en donde se realiza un baile con abundante bebida mientras te cantan vidala chayera.
Como se indicó, la Chaya no es solo jolgorio. Nació así en el corazón del diaguita, desde el principio fue el acorde triunfal de la tribu en la fiesta de la recolección de los frutos del algarroba madura, las mazorcas de maíz, la torcaza, el amancay tímido y sonriente, la albahaca con sus olores, la corriente de las acequias. Simbiosis de hombre y naturaleza ante las lágrimas del cielo o el guiño de la luna que parecía nueva. Así la chaya fue gozo compartido en el corazón del Ayllu, alegría, danza, mensaje de amor y acción de Gracias al padre sol y a la mama tierra en el rocío manso de febrero.
Pujllay en voz kakana significa jugar, bromear, alegrarse. Es un héroe ridículo, un muñeco de trapo desarticulado y andrajoso que preside la fiesta popular. Es el antihéroe sufriente y resignado a la desilusión de un príncipe indio enamorado de la bella Chaya que nunca pudo concretar su amor por la oposición de los viejos de la tribu y a causa de ser un joven buen mozo pero de cabeza hueca y desilusionado se dedica a la borrachera hasta que un mal día muere quemado en el fogón de la fiesta; tragedia de sabor griego que hoy aparece en la quema del Pujllay y en su entierro al final del carnaval. Es tal vez la imagen del riojano sufriente amante de la alegría y de la vida que es capaz de morir por amor o por su ideal y que nunca se resigna a aceptar la mala cara de la marginación o del destino.
Hay muchas canciones populares que cuentan y le cantan a la Chaya. Invitamos a escucharlas y sentirlas. Transcribimos los versos de una de las más populares compuesta por Daniel Olivera:
Las cajas ya están templadas
los bombos bien estira’os
es que se viene la chaya
Riojana con el pujllay.
Los changos y las chinitas
las calles sean han adorna’o
con ramilletes de albahaca
con el muñeco ladea’o
Las comparsas a caballo
recorren por la ciudad
entonando vidalitas
y coplas pa’l carnaval.
Coronación en los barrios
salen todos a jugar
agua falta pa’ beberla
pero sobra pa’ chayar.
Así es la chaya riojana
como ella no hay igual
el que quiera conocerla
que venga pa’l carnaval.
Ahí verán lo que es mi tierra
y su modo de chayar
y después saldrá cantando
esta copla popular.
Vamos a la plaza
¡Ay! Vidalita que hay mucho que ver
que se casa un hombre
¡Ay! Vidalita con una mujer.
Con una mujer
¡Ay! Vidalita por el carnaval
Por el carnaval
¡Ay! Vidalita que se va a acabar
Que se va a acabar
¡Ay! Vidalita pa’l año cabal
La chaya es una costumbre universalmente de origen pagano. Entre los diaguitas fue un Rito Agrario que espiritualizó el carnaval que trajeron los Conquistadores. Así se unió la celebración de los pueblos originarios por la cosecha con la tradición europea del carnaval traída por los españoles.
Los diaguitas hablaban una lengua común, el kákano diferenciada en dialectos pero desarrollaron sus propias culturas, todos descendientes de los incas. Vivían el animismo, tenían divinidades caseras populares inspiradas en necesidades básicas de existencia. Veían dioses en todos los elementos de la naturaleza. No tenían concepto de un Dios único, espiritual, trascendente, personal. Creían en una vida eterna como una continuación mejorada de la existencia terrena, esta religión natural es llamada mítica por los mitos que explicaban el mundo y el hombre. Carece de templos materiales o de figuras que representen divinidades. Adoraban el sol, el Inti y la Pachamama, la tierra de donde nace el hombre y ahí vuelve. Era la diosa preferida de los humildes pobres y postergados por eso su culto tenía lugar en la cumbre de los cerros y las apachetas de los caminos. Recibía su principal culto en primavera cuando la tierra reverdece y se celebra la cosecha para dar gracias a la madre tierra porque de sus entrañas salía el alimento de sus hijos. La pachamama reina acompañada de dioses menores: el Yastay hermoso joven que protege a los pájaros y venados de la montaña, el Pujllay que ríe en los vientos su tragicómica carcajada, Yacurmana la protectora de las vertientes y arroyos, Saramaná la diosa del maíz, el Huayra, dios del viento.
El aborigen veía muy cercano a sus dioses, tenía rezos para cada ocasión. En la cosecha de febrero con la chicha y la aloja se agradecía a Pachamama por su alegría y por su por su lluvia. Aquí se encuentra el origen de la chaya, un rito religioso natural de alegría y acción de gracias celebrado por la Ayllu (tribu, comunidad). Al final los hermanos del ayllu comparten mojándose mutuamente con el agua y empolvándose unos a otros con la harina del maíz por la alegría de los dones recibidos de Pachamama. Pero no todo es felicidad, el Huayra con sus plagas y su aliento caliente era el enemigo de esas cosechas. También la Pachamama se cobraba algún favor, signo de ello era alguna vez, para la tribu, la desaparición misteriosa de algún joven que se perdía de pronto en la montaña. La Pachamama exigía a veces el precio de una vida joven como reconocimiento de su dominio. Allí estaba también el mito de la Chaya.
Chaya se llamaba a la diosa del rocío y de la lluvia, joven muy bella enamorada del Pujllay quien un día, llevada por la desilusión y la pena desaparece en la cumbre de los montes para aparecer cada febrero en pleno verano en forma de nube de rocío o de la lluvia traída por la Quila, la diosa Luna del verano. Es por eso que la fiesta de Chaya celebra que la tierra se mojó con el agua de las lluvias tienen también, en realidad un sabor amargo y triste a la vez, con algo visceral y sagrado que al culminar con sus recuerdos y sus ritos de agua y de harina de maíz tiende a convertirse en grito, mezcla de alegría y de raro dolor.
El Puyllay el semidios joven, alegre, pícaro, aventurero; el don Juan de la teogonía diaguita recibe las burlas hirientes de sus compañeros. Su mala conducta fue la causa de la desaparición de la princesa Chaya. Anda errante por los montes buscando las huellas de la bella indiecita quien llega a las tribus en suave agua del cielo cuando estas se reúnen para las cosechas. Así comparte la alegría con la pena entre los jóvenes. Por su parte Pujllay un día cae en el fuego y muere, porque su búsqueda no tiene sentido. Vuelve a los montes a sus anhelos que expresa en dolorida carcajada hecha viento y volver a las tribus para el próximo verano continuando su búsqueda sin fin cuándo oiga decir que la bella Chaya vuelve hecha la lluvia en la luna de febrero.
Esta fiesta, típica del noroeste argentino, está anclada principalmente en La Rioja. En esos días las comparsas a caballo se cruzan por las calles y recorren los lugares a gran galope deteniéndose en todas las casas donde se les espera en son de guerra, los bailes duran hasta entrada la noche hora en que el cansancio del día, los licores convidados y el natural hastío empieza a dar flacidez a las piernas peso invencible a los párpados y frialdad al humor. También son típicas las coronaciones, los topamientos, las vidalitas montañesas, todo forma parte de los festejos chayeros.
Los protagonistas de la Coronación y el Topamiento son dos amigos o amigas que se tiene mucho afecto y desean convertirse en compadres o comadres por la relación de amor de algún pariente. El símbolo de la consagración de esa relación es una mito de frutas gemelas unidas de nacimiento que se obsequian los flamantes compadres. En la ceremonia los comadres o compadres proceder a colocarse una corona de masa cocida de quesillo o de flores y en el topamiento ambos compadres con sus respectivos séquitos se topan (juntan) en un lugar previamente concertados en cualquiera de los tres días de carnaval o el denominado domingo de Pujllai. Cuando los compadres pertenecen a distintos barrios sus amistades y parientes colaboran haciendo esas coronas que se preparan con harina huevo y azúcar y se recubren con fondant y con quesillo. También se elaboran golosinas y viandas que se comen en la fiesta posterior al topamiento. En el lugar que se concretará el encuentro se coloca un arco de ramas adornadas con palmas, flores, cintas y serpentinas. A la hora señalada partiendo desde sus respectivas casas las comadres y compadres, acompañadas por gente a pie y a caballo y el compás de varios tambores se dirigen al lugar de la cita. Cuando la separan unos 50 metros de distancia, las comadres y compadres empuñan los tambores y cantan la denominada polkita o vidalita del carnaval o carnaval del cura y bailando a los saltos procederá a toparse bajo el arco. Así se intercambian las coronas que les acercan sus acompañantes y se las colocan en sus cabezas para luego tomar un vaso de vino o de aloja y tirarse almidón y harina. Mientras se realice esta ceremonia la concurrencia canta, los tambores ensordecen, se queman cohetes y petardos y se disparan bombas de estruendo. Todos se tiran almidón y serpentinas y se arrebatan las coronas de los topados para comérselas. Desde allí los invitados se dirigen a la casa de una de las comadres en donde se realiza un baile con abundante bebida mientras te cantan vidala chayera.
Como se indicó, la Chaya no es solo jolgorio. Nació así en el corazón del diaguita, desde el principio fue el acorde triunfal de la tribu en la fiesta de la recolección de los frutos del algarroba madura, las mazorcas de maíz, la torcaza, el amancay tímido y sonriente, la albahaca con sus olores, la corriente de las acequias. Simbiosis de hombre y naturaleza ante las lágrimas del cielo o el guiño de la luna que parecía nueva. Así la chaya fue gozo compartido en el corazón del Ayllu, alegría, danza, mensaje de amor y acción de Gracias al padre sol y a la mama tierra en el rocío manso de febrero.
Pujllay en voz kakana significa jugar, bromear, alegrarse. Es un héroe ridículo, un muñeco de trapo desarticulado y andrajoso que preside la fiesta popular. Es el antihéroe sufriente y resignado a la desilusión de un príncipe indio enamorado de la bella Chaya que nunca pudo concretar su amor por la oposición de los viejos de la tribu y a causa de ser un joven buen mozo pero de cabeza hueca y desilusionado se dedica a la borrachera hasta que un mal día muere quemado en el fogón de la fiesta; tragedia de sabor griego que hoy aparece en la quema del Pujllay y en su entierro al final del carnaval. Es tal vez la imagen del riojano sufriente amante de la alegría y de la vida que es capaz de morir por amor o por su ideal y que nunca se resigna a aceptar la mala cara de la marginación o del destino.
Hay muchas canciones populares que cuentan y le cantan a la Chaya. Invitamos a escucharlas y sentirlas. Transcribimos los versos de una de las más populares compuesta por Daniel Olivera: