“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”
Homilía de Mons. Dante Braida Misa ordenación sacerdotal de los diáconos: DIEGO OLIVERA – JUAN MANUEL GÓMEZ
Iglesia Catedral y Santuario San Nicolás de Bari, La Rioja. 15/07/2024. Is.61, 1-3a/Sal. Is. 12, 2-6 /Heb. 5, 1-10/ Lc. 4, 16-22
Querida comunidad, queridos Diego y Juan Manuel
1- Estamos aquí, porque el Señor los ha llamado y los ha preparado para esta vocación y misión ministerial. Para que sean servidores en su Iglesia y en ella entreguen la vida. Y esto es motivo de alegría para ustedes, para sus familias, que también son elegidas, y es una alegría para todo el Pueblo de Dios.
Vivimos esta alegría en el marco de los 90 años de la diócesis, diócesis en la que Jesús los ha llamado para servir a su Pueblo, y en el mes de los mártires en el que celebramos lo que puede realizar el Señor en quien confía y se deja conducir por él. Los cuatro mártires han dejado una huella honda en esta diócesis que hoy con humildad estamos llamados a seguir.
2- El lema que eligieron para la ordenación es: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción” Lc 4,18. Ustedes ya fueron ungidos por el bautismo y la confirmación, por ello el Espíritu Santo ya viene obrando en cada uno para que sean verdaderos cristianos. Ahora se suma otra unción en las manos para un servicio concreto: ser ministros, ser sacerdotes, ser pastores del pueblo de Dios unidos Jesucristo, el Buen Pastor resucitado.
En el evangelio de Lucas que escuchamos Jesús, citando al profeta Isaías, presenta su vocación y misión.
La Palabra de Dios y el Espíritu Santo encienden en Él, como Ungido, el fuego de la misión.
La palabra Cristo o Mesías significa Ungido. En el Antiguo testamento los reyes particularmente eran ungidos con aceite significando que eran elegidos por Dios para gobernar a su pueblo. Un atributo que quedó muy ligado a su dimensión temporal. Por eso Jesús, en su vida pública, evitaba que lo llamen Mesías. Sin embargo sí hablará de que viene instaurar un Reino, el Reino de su Padre que tendrá que ver con rescatar a la humanidad del mal, liberándola de todo pecado. Toda la vida de Jesús será una
manifestación del amor misericordioso de un Dios que está cerca de su pueblo, que enseña a los que están extraviados, que sana a los enfermos, que libera a quienes están turbados por un mal espíritu. Por todas estas acciones la gente se pregunta “¿No será este el Mesías, el Ungido?”. Sin embargo Jesús solo manifestará claramente su realidad de Ungido después de padecer su entrega en la cruz y de resucitar.
Él mismo se lo explica a los discípulos de Emaús: “¿No era necesario que Cristo [Ungido] soportara estos sufrimientos para entrar en su gloria?” Lc 24,26.
Así, queda claro que la mayor obra del UNGIDO-MESÍAS-CRISTO será su entrega por amor en la cruz y su triunfo en la resurrección. Y ese es el gran anuncio que la Iglesia tiene que proclamar con palabras pero sobre todo con su testimonio, con nuestras vidas. Somos testigos del Cristo-ungido muerto y resucitado.
3- Queridos Diego y Juan Manuel, Dios los ha llamado y hoy los ‘ungirá’ para que con sus vidas den testimonio del inmenso amor de Dios manifestado en Jesús, el Cristo, el Ungido del Padre. Solo unidos íntimamente a Él podrán llevar adelante esta misión.
Por eso, búsquenlo constantemente, déjense encontrar por él cada día, déjense transformar por su presencia para que cada día Él crezca más en ustedes. Pidan para ello la gracia de la humildad. Muchas veces somos tentados a considerar esta unción como un poder como los del mundo, con el riesgo de creer que, por ella, somos más que otros. Si tenemos con esta Unción tenemos un poder, una autoridad es solo para servicio del pueblo, para el bien de un pueblo del que somos parte. Como bien lo decía la Carta a los hebreos: “Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios… Él puede mostrarse indulgente con los que pecan… porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.” Dios unge a personas humanas, frágiles, débiles. Verdaderamente llevamos un tesoro en vasijas de barro, como dice el apóstol Pablo quien, ante la insistencia para que Dios le quite las pruebas que le hacían experimentar la fragilidad humana, el Señor le dice: “te basta mi gracia”.
Es lo que expresa el beato mons. Angelelli en su poema por los 25 años de sacerdocio:
Veinticinco años vividos por esos caminos de Dios, / con mañanas de Pascua y tardes de dolor, con fidelidades de hijo y debilidades de pecador… 1
1 Angelelli Enrique. Oración de mi Sacerdocio:
Esto también lo refleja en su poema al conmemorar los doce años como obispo. Dice:
Me llamaste para que fuera testigo… soy débil, soy pobre y con temor.
Tú me dices: «¡No temas!… mi amor te ungió;
no es tuyo lo que llevas… apura la marcha… te basta mi Palabra… lo demás es ilusión».2
4- Este ministerio que hoy reciben lo tendrán que vivir en la Iglesia que en este tiempo quiere fortalecer su dimensión sinodal. Un ministerio que tendrá que ser todo un servicio al Pueblo de Dios para que en él cada uno encuentre su propia vocación y misión y la pueda vivir con fidelidad.
Ustedes han recorrido un camino particular, con su propio tiempo, para discernir su vocación y formarse para esta unción de hoy. Del mismo modo como pastores acompañen al pueblo de Dios, especialmente a los adolescentes y jóvenes para que puedan discernir la propia vocación. Trabajen para que todos los bautizados descubran y vivan su propio lugar en la Iglesia y, a su vez, para que todos podamos vivir esa vocación en armonía con los demás.
De modo particular este ministerio tenemos que vivirlo en la fraternidad sacerdotal. Junto con la imposición de manos del Obispo, también lo harán cada uno de los presbíteros presente. Es un signo claro y elocuente que nuestro ministerio tiene una ‘radical forma comunitaria” (PDV 21) y que solo podemos ejercerlo en comunión con el cuerpo presbiteral. Esto tiene que ver caminar juntos como presbiterio, ayudarnos mutuamente y acompañarnos en nuestras necesidades. Rezar juntos, compartir la vida y también ayudarnos en el ejercicio del ministerio. Cómo nuevos sacerdotes los queremos
acompañar de cerca y también necesitamos del aporte nuevo, joven y original de cada uno de ustedes.
5- Ser ungidos por el Señor, caminar juntos como Iglesia, vivir la fraternidad sacerdotal es siempre para la misión, para “llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos”.
La misión de la Iglesia es muy amplia, hay que llegar a todos. Pero preferencialmente tenemos que llegar a los más pobres, débiles y sufrientes. A los que en nuestra sociedad solos no pueden por muchos motivos.
Nos dice el papa Francisco: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo…
Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto… El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno… 3
Queridos Juan Manuel y Diego, sé del deseo de cada uno de ser fieles a este llamado del Evangelio.
Busquen responder a él con generosa entrega, pero no solos, sino siempre caminando con otros.
6- Finalmente quiero agradecer a la familia de Diego y Juan Manuel, a sus padres particularmente por haberles dado la vida, a todos los que han colaborado con su educación en esta parroquia Catedral, particularmente. Gracias a los grupos e instituciones que los han ayudado a madurar como personas y cristianos. Gracias al Seminario de San Juan que fue el crisol donde se fue fraguando la vocación. Gracias a los formadores presentes y a sus compañeros de camino.
Gracias a las distintas comunidades en las que se han integrado en las distintas etapas del camino, hoy particularmente a la comunidad de Chilecito que los han acogido y ayudado en este último tiempo.
Gracias sobre todo a Dios que, como buen artesano, de muchos modos y a través de muchas personas , fue forjando en ustedes esta bella vocación.
Diego y Juan Manuel, Dios quiera que siempre sean agradecidos por esta Unción, por este inmenso don que hoy reciben. Agradecidos a Dios y su pueblo.
Que, al finalizar cada día, ustedes y también cada uno de nosotros, hermanos en el sacerdocio, podamos decir con mons. Angelelli:
Por este Sacerdocio tuyo,
que es mío y de tu pueblo,
muchas gracias, Señor.4
Así sea.