Amigos y hermanos radioyentes de L.V. 14.
En este domingo tenemos dos acontecimientos gratísimos para celebrar y que nos van a ayudar para hacer la reflexión que habitualmente hacemos. Uno más universal: El DIA DEL NIÑO, el otro más restringido y que dice directamente a la comunidad de la Iglesia: El DIA DEL PÁRROCO.
De las lecturas que hemos acabado de escuchar: la primera del Libro del Eclesiastés (c.1 y c.2), la segunda de San Pablo a los Colosenses (c.3, 1-5 y 9-11) y San Lucas (c.12, 13-21) podríamos sintetizarlos así: Dios nos enseña cuál debe ser la escala de valores que debemos tener en la vida; en otras palabras: cuáles son las verdaderas razones y motivaciones que debemos tener para vivir y ser verdaderamente felices y cuáles son las cosas que nos engañan y nos autoengañamos.
- “Vanidad de vanidades y todo es..”
- “Despójense de la vieja condición humana, con sus obras; y revístanse de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo.”
- “Necio: esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de qué te servirá? Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante ”
Pero para poder comprender bien esto es necesario comenzar por algo que es fundamental tener presente, lo que dijimos el domingo pasado: “Dios es mi Padre y nosotros somos sus hijos, todos nos debemos sentir necesitados los unos de los otros, así se construye la fraternidad y la felicidad. Pero, también es bueno aclararlo, esto no significa que debemos cruzarnos de brazos; ni considerar que la creación que Dios ha puesto en nuestras manos es mala; ni que debemos ser unos evadidos y alienados de la realidad en que vivimos. Lo importante es ir haciendo opciones en la vida de la que mañana no tengamos que arrepentirnos; esas opciones en la que se juega el sentido y el destino de la vida.
San Marcos en su Evangelio en el c.10 nos dice: “…dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que se parecen a los niños. Les aseguro que quien no reciba el Reino de Dios como ellos, no entrará en él…y bendecía y ponía sus manos sobre las cabezas de los niños…”. Hoy todos nos sentimos necesitados de brindarle algo al niño. Puede ser el hijo; los chicos del barrio o del pueblo; los chicos más abandonados y solitos… el chico enfermo, o el ahijadito… Pareciera que nosotros los adultos necesitáramos reflejarnos en ellos; necesitamos acariciarlos y abrirles el corazón para descubrirles “eso” que llevamos adentro… sentimos necesidad de hacernos un poco niños… nos hace bien. Por eso es bueno reflexionar sobre este personaje que es el niño. Le vemos inocente… frágil… limpio en sus ojos y en su corazón… lo vemos inacabado… es el signo de la esperanza… del futuro… de la sencillez… de la sorpresa… es el hijo… el fruto del amor… es también un poco misterio. No nos ponemos sentimentales… nos damos cuenta que ese niño a quien hoy festejamos es también un cuestionador de nuestra vida… él es el que siempre pregunta: ¿por qué…? y algunas veces le sabemos responder y otras evadimos la respuesta de muchas maneras. Hoy ese niño, a lo mejor es como el ángel enviado por Dios para reconstruir un amor y un vínculo resquebrajado de sus padres a quienes quiere mucho… a lo mejor arregla tantas situaciones que para nosotros los adultos nos es casi imposible. El lo hace con una pregunta que nos deja sin palabra… con una mirada triste que interroga mucho… con un beso y una caricia… con una linda nota traída del colegio… con un gesto o una respuesta que nos hace repensar nuestra fe cristiana o nuestra relación con los demás. Me parece que es un canto el que dice esto: “…mientras los adultos se matan con cañones y destruyen la felicidad de los hombres… se juntan los chicos y robándoles los cañones los llenan de pan y de flores para que los hombres mayores sean felices”. Creo que no es una simple poesía, es mucho más… hace pensar mucho.
Estos chicos nos enseñan cuál debe ser la escala de valores que debemos tener en la vida. Por eso Jesús nos dice: “debemos dar acogida al Reino de Dios con la sencillez y limpieza interior de un niño…” A ese niño Dios lo asemeja al pobre, al débil, al desvalido, al hombre frágil, al recto de corazón. En esta óptica están las llamadas Bienaventuranzas. El secreto de la verdadera grandeza está en “hacerse como niño”, tal es la verdadera “humildad, sin la cual no se puede ser “hijo del Padre celestial”. Los verdaderos discípulos son precisamente los “pequeñuelos” a quienes el Padre ha tenido a bien revelar sus secretos ocultos a los “sabios“. Le llama bienaventurado a quien acoja a estos “pequeñuelos”. En esta óptica hay que reflexionar sobre las llamadas “Obras de Misericordia”, que no significa “compasión” ni “lástima” sino compromiso con quienes están allí descriptos y señalados. No son los valores ni la óptica de la sociedad de consumo la que Jesús señala como el camino que hace felices a los hombres ni construye fraternidad entre ellos. Es otra la mirada, la actitud y la conducta a seguir. “Necio, nos dice hoy en el evangelio: esta noche te van a exigir la vida… lo que has acumulado ¿de qué te sirve?”.
Si hoy insistimos en todo esto, no significa que hayamos renunciado a ser vigilantes y servidores de nuestro pueblo; todo lo contrario; pero sí es oportuno repetirlo: hay enfoques y contenidos que es bueno recordarlos para que no nos sorprenda esa admonición demasiado dura: “necio”.
Por eso chicos que me escuchan… o a lo mejor no… porque tienen derecho a seguir durmiendo… pero quiero en este día decirles a todos los niños de La Rioja que aquí desde el Santuario de San Nicolás, estamos pidiendo por ustedes para que en la vida sean siempre felices. Especialmente quiero hacerles llegar a ustedes, niños del campo que están solitos con sus familiares, a ustedes chicos de nuestros barrios que a lo mejor no les llega un juguete, a ustedes los chicos del hospital de niños, a ustedes chicas del hogar del Carmen, a ustedes chicos que más necesitan de un cariño y de un recuerdo de amigo de ustedes y de padre… recíbanlo ahora que se los hago llegar con todo el corazón. Les pido que recen por La Rioja y por la Patria… lo necesitamos mucho… por los que los hacemos sufrir a ustedes sin darnos cuenta del mal que les hacemos… recen por el papá y la mamá… aprovechen lo que les enseñan en la escuela y hagan felices a sus padres… cuando el papá o la mamá andan tristes… acérquense y denle un beso… lo necesitan y cuiden ustedes para que ellos siempre se quieran mucho…
El otro hecho es: El DIA DEL PÁRROCO. Los dos acontecimientos tienen mucha relación. Padre de una gran familia y el niño es el hijo que recibe en esa gran familia, que es la parroquia, la vida de Dios a través de la Palabra de Dios, de los Sacramentos y del amor hecho servicio. Hermanos párrocos de la diócesis; ustedes los de los Llanos; ustedes los del Norte; ustedes los del Oeste; ustedes los de la Ciudad y Sanagasta. Ciertamente que a este día no lo inventó ningún interés comercial sino el sentido profundamente evangélico y sacramental del sacerdocio de Cristo. Si hoy los saludo como Obispo y hermano es porque bien saben que existe en nosotros un misterio profundo dado por Cristo que sólo se lo comprende en toda su hondura cuando lo vivimos en comunión con Cristo, entre nosotros y nuestro pueblo. Si existe un Don del cielo que es y debe ser antítesis del individualismo es el Don del Sacerdocio. Sabemos bien todo lo que supone y significa en cada uno de ustedes presidir, hoy, con verdadera actitud interior y exterior la fidelidad evangélica comprometida con un pueblo. Sabemos bien todo lo que supone ser “signo de contradicción” por fidelidad a ese Cristo y a ese Pueblo a quienes sirven, presidiendo a comunidad. Al acompañarlos con afecto de hermano quiero hacer públicamente manifiesta la gratitud de esta Iglesia Diocesana por todo lo que ustedes hacen para que La Rioja camine en un auténtico proceso de pueblo, como lo quiere Cristo de su pueblo.
Amigos y Hermanos cristianos de las comunidades de la diócesis: contar con un hermano sacerdote que presida una comunidad es un regalo del cielo. Esto sólo se entiende si lo miramos con la luz de la Fe. De otra manera se los puede mirar como obstáculo para un proceso; como hombres sin sentido; como molestos en todo crecimiento de pueblo, según Dios. Ustedes son responsables para que ese hermano sacerdote sea fiel a Cristo y a su pueblo. No se dejen engañar nunca creyéndolos innecesarios o enemigos del pueblo. Recen mucho por sus sacerdotes y no olviden que también, gracias a Dios, son hombres débiles y limitados como todos los hombres; pero que son a la vez enviados y testigos de Cristo en el pueblo. Le pedimos, en este día del Párroco, que nunca deje de tener nuestro pueblo hermanos sacerdotes que presidan las comunidades. A la Virgen le pedimos que los ayude y los bendiga; los aliente y los reconforte; los asista en los momentos difíciles y en las dudas.
Les de la gracia para llevar adelante con sentido pascual la difícil misión de ser testigos de la fidelidad evangélica.
Así sea.