Experiencia que marcó el caminar de las Hermanas Azules

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Lola, Julia, Sonia, Germaine y Monseñor Angelelli

Con motivo de la celebración de los 90 años de fe, esperanza y misión de nuestra Diócesis de La Rioja, la Hna. Gabriela Sonreirá, Provincial y General de las Hnas Azules nos acerca sus Palabras y recuerdos en Tierras Riojanas.

«Si bien nunca formé parte de las comunidades de La Rioja, del Tiro y Aimogasta, integré  la comunidad del Colegio Nuestra Señora, de Córdoba, desde 1969 hasta 1989 y acompañé muy de cerca la primera Fundación en tierras riojanas, por pedido de Mons. Angelelli, que conoció a las azules, estando como Obispo Auxiliar en dicha Diócesis.

Luego de volver del Concilio, Monseñor entusiasmado con los cambios que se vislumbraban en toda la Iglesia y en particular en L.A. a partir de la relectura hecha en el Documento de Medellín y luego en el de Puebla, movilizó a muchos sectores de la Diócesis, en particular a  ciertas comunidades religiosas, entre ellas la nuestra. La Hna. María Luisa, flamante Provincial  desde 1968 y primera Argentina, que estando en Córdoba había bebido el Concilio desde el corazón apasionado del Obispo Auxiliar, era una mujer muy abierta a los cambios y muy fiel a la Iglesia y a la Congregación.

Ya las Azules veníamos respirando los aires nuevos, tan esperados por nuestra joven y numerosa generación, que el Concilio venía gestando. El P. Paoli, de los Hermanitos de Jesús, en un retiro de Provincia, había sacudido fuertemente nuestras opciones pastorales y a partir de allí muchas Hermanas hicieron la opción de salir de las Instituciones educativas e ir al encuentro  de los más pobres, como ya nos lo había pedido nuestra Fundadora, Emilie de Villeneuve. “Irán donde la voz del pobre las llame”.

Providencialmente Mons. Angelelli, ya nombrado Obispo de La Rioja, pide a M. Luisa una comunidad para su nueva Diócesis.  Encuentra el terreno preparado y son varias las Hermanas que se ofrecen para comenzar esta nueva aventura. Nunca imaginamos que esa experiencia vivida por nuestras comunidades, en esa Iglesia local tan comprometida, y acompañadas tan de cerca por Monseñor, como un hermano, un padre y Pastor, iba a cambiar el rumbo de nuestra vida de hnas. azules.

Yo soy testigo, dado que muy frecuentemente nos reuníamos las hermanas de Córdoba con las de La Rioja, de su acompañamiento respetuoso, paciente y esperanzador…, sus charlas fraternas nos iban abriendo nuevos horizontes que nos ayudarían a salir de nuestras prácticas institucionales para ir aprendiendo a vivir como vivía el pueblo. Salir de las paredes que rodeaban nuestro cotidiano vivir, a pesar de nuestras visitas a los barrios, de los fines de semana, para aprender a ser vecinas, a descubrir los valores de la gente de corazón sencillo y solidario, a compartir sus alegría y tristezas, a caminar a su ritmo, a respetar su cultura, a descubrir que la Vida religiosa tenía sentido si era capaz de entregarla, “con un oído puesto en el evangelio y el otro en el pueblo”

Pero todo esto no quedó sólo en la Provincia Argentina Uruguay, sino que siendo Animadora General pude, a partir de la experiencia vivida, hacer un lento y difícil camino en el resto de la Congregación, para volver a recuperar lo esencial de nuestro carisma, ratificado por un cuarto voto: hacer que nuestros predilectos fueran los predilectos de Jesús.

Son estos los motivos por los cuales estoy y estamos inmensamente agradecías a La Rioja por  habernos dado la posibilidad de transformar y llenar de sentido nuestra vida de hermanas azules, comprometidas a caminar con los y las laicas, desde un discipulado de iguales,  tras las huellas de Jesús, al estilo de Emilie.»

¡Gracias Hermanas Azules por su paso por estas tierras y su siembra!  Muchos riojanos las recordamos con gran cariño y gratitud.