Este Sí es un regalo para la Iglesia de La Rioja – Hna Florencia

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Una pascua que florece: Una riojana hizo sus votos perpetuos en una comunidad de Clarisas

Este viernes, Florencia de Jesús Siervo hizo sus votos perpetuos de pobreza, obediencia y castidad en una comunidad de Clarisas. La comunidad de Hermanas pobres de Santa Clara, se encuentra en la ciudad de Resistencia, Chaco y es de vida contemplativa. 

Las campanas del monasterio de las Clarisas de Resistencia anuncian que el altar está dispuesto, que “ya llega el Esposo” (Mt 25,6), y las hermanas se alistan para acompañar a la esposa.

El sol de la tarde se refleja en la cruz del monasterio y, en su brillo, augura una nueva Pascua. Las hermanas se enfilan, y el Creador las abraza con los últimos rayos de luz, posando un velo dorado de gracia y gozo sobre sus cabezas.

Una invocación cantada pone fin a la espera: 

Ven, Espíritu Santo Creador, ven a visitar el corazón y llena confiada tu gracia viva y celestial nuestras almas que Tú creaste por amor.

La Hermana Florencia resplandece dichosa y avanza confiada. No está sola. Al igual que a Clara, la guían los menores llevando la cruz y el cirio. La acompañan sus hermanas.

La capilla del monasterio rebosa de personas que llegaron a compartir la alegría, y esa misma asamblea —en silencio, en canto y en presencia— se transforma en comunidad que sostiene. Florencia y sus hermanas avanzan en procesión hacia el altar. La acompaña la Abadesa, su formadora, la fundadora de la comunidad y le siguen las demás hermanas y compañeras de camino. La procesión se completa con seminaristas, sacerdotes, el Arzobispo de Resistencia, Monseñor Ramón Dus, y el Obispo de La Rioja, Monseñor Dante Braida.

Florencia y la Abadesa se sientan en el presbiterio, fuera de la clausura. Allí, el Obispo de La Rioja le entrega la luz del cirio, y la Hermana Florencia, la recibe como Virgen Prudente: con la misma prudencia con la que supo identificar la voz de Dios diciéndoleTú eres (Mc 1) y que le confirmó su amor paterno. Amor al que Florencia buscó retribuir desde la disposición constante y la contemplación.

“una búsqueda que llevó quince años” 

El Hermano Leonardo, que acompañó el proceso de Florencia desde el principio, cuenta en la homilía que la búsqueda de Florencia, “fue una búsqueda que llevó quince años”. A través de esa imágen, señala la disposición del corazón para escuchar la voz de Dios y confiar en su fidelidad; la disponibilidad para descubrir los rastros de su amor en su vida y en toda la creación. A través del caminar de Florencia,  anima a la permanencia: al “sí” para siempre.

¿Qué le pides a la Iglesia?”, le pregunta Monseñor Dus a Florencia. 

Vivir el Evangelio, pobre, casta y obediente, a ejemplo de Santa Clara y San Francisco de Asís, responde ella. 

Entonces, se postra a los pies del altar, ante la cruz, imitándola con su cuerpo y con su vida. Descalza, con el rostro en tierra y los brazos en cruz, se hace pequeña, pobre y humilde ante el Altísimo, Sumo Rey. Su hábito de color tierra —“el más humilde de los elementos”, como decía Francisco— expresa lo que sus labios callan.

Sus hermanas, y toda la Iglesia, invocan a los Santos y piden al Espíritu la asistencia y la gracia para que “nuestra hermana viva fiel al Evangelio”. Su madre, arrodillada en las escalinatas del presbiterio, extiende sus manos y se une a la súplica, sosteniendo, propiciando y entregando generosamente a su hija al plan de Dios.

Florencia vive su Pascua: se hace ofrenda pascual. Se postra para levantarse como Florencia de Jesús Siervo, instrumento del Proyecto de Dios, instrumento del Reino, instrumento de paz.

La entrega de la Hermana Florencia no pulveriza expectativas ni proyectos de vida: los reorienta, los ordena, los plenifica. Los hace perfectos porque responde a un llamado íntimo y profundo que la une a Dios y a toda la Iglesia.

Será ahora la Abadesa, madre espiritual de la comunidad, quien la reciba en sus manos: quien, en nombre de la Iglesia y en representación de Clara, le abra —para siempre— la puerta del monasterio, del carisma y de una forma de vida concreta y específica.

“un regalo para la Iglesia de Resistencia y para la Iglesia de La Rioja

Mientras Florencia —de rodillas ante la Abadesa— promete vivir, hasta el final de sus días, perfectamente el Evangelio en pobreza, obediencia y castidad. Su formadora y la fundadora, de pie a su lado, la acompañan con la luz. Ahora son las hermanas —fruto de la semilla plantada en Clara hace más de 800 años— quienes, con su vida y su opción, sostienen y se dejan sostener por la Iglesia en caridad perfecta, siguiendo las huellas de humildad y pobreza. 

“Este ‘sí’ es un regalo para la Iglesia de Resistencia y para la Iglesia de La Rioja”, dice Florencia al final de la ceremonia. Y en su decir transmite el corazón de la vocación contemplativa: el sostenimiento orante de la Iglesia, la ofrenda propia para que “todos sean uno”.

Florencia de Jesus Siervo, que ya es instrumento de lo divino, no guarda su vocación para sí: la ofrece. La comparte. La multiplica. La sopla como diente de león para que se esparza donde el viento quiera llevarla. La vuelve semilla, como Santa Clara fue semilla que —en cada una de sus hermanas— sigue dando fruto abundante.