Silvia y Cecilia: Esposas de Luis y Ricardo, diáconos permanentes
Silvia vive en Chamical, en los llanos del sur de La Rioja y Cecilia en Famatina, junto al glaciar, en la zona de las montañas del oeste. Ambas son muy sencillas, fraternas, amables, de sonrisa amplia. Silvia es la esposa de Luis Martínez y Cecilia de Ricardo Saurral, los dos, desde hace un año, diáconos permanentes de la Diócesis de La Rioja.
Un diácono permanente es un ministro ordenado de la Iglesia cuya primera vocación es el servicio a los más frágiles, los enfermos, la distribución de la Eucaristía. También celebrar matrimonios y bautismos. Son varones que pueden estar casados, tener su familia, su trabajo personal. Generalmente se habla de ellos, pero poco se considera a sus esposas quienes tienen que dar el consentimiento para esta misión y los acompañan en la tarea diaria.
Aquí el testimonio de dos esposas.
Esto es lo que nos cuenta Silvia:
Vivo la vocación de mi esposo acompañando con mucha fe y compromiso gracias a la fe que infundieron en nosotros nuestras madres, porque ellas eran una Marta y María que se ocupaban tanto de los quehaceres como de la fe de nosotros sus hijos. Lo he acompañado en retiros, en las oraciones, con la palabra de Dios, siempre dando la fuerza y apoyo incondicional.
Seguramente ese será el legado que dejaremos nosotros a nuestros 3 hijos del corazón para que sean felices y puedan plantearse en la vida poniendo el amor de Dios para que todo después se dé por añadidura.
Y nos deja una reflexión: Un hombre había pintado un lindo cuadro. El día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, reconocido artista. Llegado el momento, se tiró el paño que velaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso.
Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le respondía.
Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso, encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a preguntar al artista: “¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se hace para abrirla? “El pintor tomo su Biblia, buscó un versículo y le pidió al observador que lo leyera:
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
” Así es”, respondió el pintor. “Esta es la puerta del corazón del hombre.” “Solo se abre por dentro.”
Abramos nuestro corazón al amor, a DIOS. Cambiemos, aún estamos a tiempo.
Cecilia cuenta que vive la vocación al servicio con su esposo desde 1988 cuando se conocieron siendo catequistas en la Parroquia de Famatina. Actualmente lo apoya en su diaconado escuchándolo, compartiendo, viviendo el día a día del matrimonio. Cuando surgió en Ricardo el llamado a ser diácono no le llamó la atención ya que él siempre vivió con alegría y predisposición el servicio a la parroquia. En ese momento Cecilia decidió apoyarlo, ayudarlo, fortalecerlo en ese compromiso en que su esposo nunca decayó.
Agrega que el rol de la esposa de un diácono es muy importante, se debe procurar el diálogo y no siempre se comparten los criterios. Ella particularmente lo acompaña y bendice sabiendo la importancia de esta vocación y su lugar en la Iglesia y en la parroqia.
Cecilia no ve en Ricardo a un diácono, ve un Gran Hombre (con mayúsculas) que escuchó el llamado de Dios, por eso le pide siempre que lo cuide e ilumine.
¡Gracias Silvia! ¡gracias Cecilia! por abrirnos sus corazones y compartir el orden diaconal de sus esposos.