1er Encuentro Pastoral Social.
Misa sábado 15 de julio de 2023
Homilía Monseñor Díaz
La Palabra de Dios en esta liturgia dominical nos refiere a dos realidades, por un lado la fuerza de la Palabra de Dios que transforma la historia y por otro a la tierra que recibe la semilla junto a las condiciones favorables o desfavorables para el crecimiento de la misma.
La fuerza transformadora de la Palabra está representada en el libro de Isaías, en donde se la compara con la lluvia y la nieve que bajan desde el cielo y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, fecundarla y hacerla germinar y que de la misma manera la Palabra de Dios no vuelve a Él vacía, sino que cumplirá su deseo y llevará a cabo su encargo.
Esa fuerza transformadora de la Palabra en la historia que muestra el profeta Isaías aparece complementada con el salmo 64 en donde Dios es el que cuida la tierra, la riega y la enriquece sin medida. Su acequia va llena de agua, riega los surcos y bendice sus brotes. Es decir, un Dios que se hace cargo de lo que sembró y de las condiciones que acompañan favorablemente el crecimiento.
En el Evangelio aparece Jesús enseñando a la gente sobre muchas cosas por medio de parábolas.
Jesús, la Palabra de Dios hecha carne es el que se esparce a sí mismo y se une a todo hombre que viene a este mundo. Su fuerza transformadora brota de su divinidad, pero en esta tarea de instaurar, afianzar y extender el Reino, no quiere prescindir de nosotros que recibimos la Palabra pero en contextos diversos. A eso se refieren los distintos terrenos.
Es asombroso ver como con una simple parábola, el Señor nos muestra la profundidad y la complejidad de su tarea y la nuestra.
Nosotros, con El y en El somos a la vez sembradores y servidores de la Palabra y a la vez el terreno en donde la Palabra cae.
El Señor presenta cuatro terrenos o escenarios distintos: – al borde del camino, – el terreno pedregoso, – entre abrojos y en tierra buena.
En todos los casos quien recibe la Palabra la escucha, pero de manera diferente. Unos no la entienden, la reciben en contexto de superficialidad y por eso, con facilidad es arrebatada por el maligno. Otros tienen durezas que no le permite a la Palabra echar raíces y perseverar y por eso es inconstante y por eso huye ante las dificultades y persecuciones. Otros la reciben en contexto de mundanidad que la terminan sofocando. Y por fin quiénes la reciben en tierra buena, o sea con la actitud de escucha sino también con la aptitud para entender. Solo ese puede dar frutos según su capacidad.
La Pastoral Social del NOA está llamada a sembrar, asegurándonos de que la semilla llegue a todos. Pero no solo eso, también nos toca preparar la tierra, empapándola, es decir regándola, cuidándola.
La parábola es un fuerte mensaje que nos exhorta a ser servidores de la Palabra con tono profético. Hemos sido enviados a hablar, anunciar, dialogar, asegurándonos de haber comprendido su sentido para no caer en la superficialidad o de mantener la dureza de nuestro corazón que no le permite echar raíces o de no contagiarnos de la mundanidad que sofoca.
Para la Pastoral Social es muy importante escuchar, entender en profundidad, perseverar en medio de las dificultades, acompañar con paciencia los procesos sin desalentarnos. En ese tratar de entender es muy importante la formación, el estudio de la Doctrina Social, la investigación, la observación atenta a lo que el Señor nos va diciendo de distintas maneras.
No confiamos en nuestras fuerzas, es la fuerza de Dios la que nos mueve y nos sostiene. Como lo hizo con tantos que silenciosamente dieron su vida luchando por la verdad y la justicia.
Nos preceden los mártires de la Rioja, del Zenta, Mama Antula, Fray Mamerto Esquiú que coronan con su santidad el sacrificio de sus vidas por amor a los hermanos.
La sociedad necesita de nuestra palabra y testimonio.
El Papa Francisco nos impulsa con su Magisterio a salir al encuentro de una sociedad y una cultura que parece empecinarse en hacer un nuevo diseño al margen del proyecto de Dios.
Nuestra Madre nos acompaña y nos protege.