HOMILIA EN LAS JORNADAS DE PASTORAL SOCIAL DEL NOA
La Rioja, 14 de julio de 2023
Queridos hermanos y hermanas:
En el marco de estas jornadas de los equipos de Pastoral Social del NOA celebramos en este primer día la Eucaristía para poner en las manos del Señor nuestros trabajos recién comenzados. Como Iglesia, a lo largo de estos días damos gracias a Dios por los 10 años de pontificado del Papa Francisco, por el centenario del nacimiento del beato Obispo Enrique Angelelli, y en este contexto de nuestro país que celebra los 40 años de la recuperación de la democracia.
Meditemos un momento la Palabra de Dios que nos propone la liturgia de hoy:
“Yo bajaré contigo a Egipto, y yo te haré subir”
En la primera lectura del libro del Génesis aparece la última teofanía de la época patriarcal. Dios manda a Jacob que salga de la tierra de Canaán y vaya a Egipto. Jacob obedece fiado en la promesa que Dios le hace: “allí te convertiré en un pueblo numeroso”.
Hay dos elementos que se traslucen en este relato: uno es la confianza, Jacob sale de la tierra prometida confiando plenamente en Dios, que es el que custodia y dirige la historia. El segundo elemento es la esperanza, ésta es la que da sentido a un itinerario tal vez incomprensible y tal vez paradójico, puesto que el mandato de Dios aleja a Jacob para siempre de la tierra prometida, para él no habrá retorno: “José te cerrará los ojos”.
Dios lleva una pedagogía con Jacob, al igual que la lleva con cada uno de nosotros. En la vida de Jacob podemos distinguir tres etapas: la primera etapa de su vida fue cuando llegó a la tierra de Harán. Jacob es un hombre de Dios que vive de modo carnal, es decir, bajo el impulso de sus instintos y deseos, en desacuerdo con la Voluntad de Dios.
La segunda etapa de Jacob está relacionada con su estancia en la tierra de Canaán, donde se apoyaba en sus propias fuerzas, luchó con Dios y, evidentemente, encontró la derrota. La tercera etapa de Jacob la vemos en el relato de hoy, donde se dirige a Egipto, no huyendo, ni confiando en sus fuerzas, sino impulsado y actuando por la fe.
Tanto el proceso de maduración en la vida de Jacob como las actitudes que aparecen en esta lectura del Génesis puede que tengan algo que ver con nosotros. Es posible que hayamos vivido conducidlos por nuestros deseos sin tener muy presente a Dios. Es posible que hayamos vivido momentos de conflicto y lucha, apoyándonos en nuestras propias fuerzas y luchando contra Dios, y es posible que haya llegado o llegue un periodo en el que crezcamos en la gracia y en el conocimiento de Cristo y comencemos a vivir y a actuar por la fe.
Hoy pedimos que el Señor nos conceda ver toda nuestra historia, la historia de los hombres y de la Iglesia con los ojos de la fe y vivir en la confianza de que Dios está y estará con nosotros siempre, incluso en los momentos que bajamos a nuestros “Egiptos”. Necesitamos como hombres y mujeres de fe abandonarnos en las manos del Señor y trabajar junto con Él en la construcción de nuestra sociedad a la luz del Evangelio que se hace camino de acción en la Doctrina social de la Iglesia a la que tomamos de guía para que nuestras reflexiones y nuestro servicio sea “sintiendo siempre con el Señor y con la Iglesia, Madre y maestra de la humanidad reconciliada en el amor”.
Todo este camino de servicio de la Iglesia a los hombres de cada tiempo y lugar no se hace sin sufrir en uno mismo la contradicción y el rechazo. En el Evangelio de Mateo que acabamos de escuchar, en su discurso misionero, Jesús advierte a sus discípulos sobre las dificultades y las persecuciones que van a sufrir por el hecho de ser sus seguidores y anunciar el Evangelio.
Jesús no va con rodeos y habla bien claro: “Los entregarán a los tribunales…los perseguirán… los azotarán… los odiarán…” Pero todo esto no debe ser un obstáculo en la misión sino una oportunidad para dar testimonio de Cristo.
Aquí nuevamente descubrimos que para llevar esta tarea adelante no sólo es necesario una confianza plena en Dios, sino que Jesús apunta también a dos cosas más: ser sagaces, es decir, vivir con los ojos abiertos para saber distinguir el bien del mal, para no ser engañados, y ser sencillos, es decir, ser humildes para poder ser creíbles.
Los protagonistas de esta misión somos nosotros y para que podamos llevarla a cabo es fundamental que tengamos una profunda experiencia de Jesucristo, siendo conscientes de que somos pobres y débiles, pero con una fe firme, sabiendo que la fuerza de Dios se muestra en la debilidad. Sabemos y gustamos que no estamos solos pues Jesús nos ha prometido el Espíritu del Padre, que es el que hablará por nosotros y nos dará la fuerza para perseverar hasta el fin. Lo importante es no claudicar ante nada y ante nadie y seguir anunciando a todos el amor de Dios.
Esta tierra riojana, con el testimonio tan rico de su fe vivida en el compromiso de los beatos mártires y de tantos evangelizadores de ayer y de hoy nos contagia esa parresía evangélica, esa pasión por la verdad, la justicia y la fraternidad que se hacen Reino de Dios entre los hombres.
Hoy más que nunca Cristo nos necesita como Iglesia del NOA, entre tantos desafíos de enormes pobrezas, injusticias y desigualdades que marginan y excluyen a los más pobres de los bienes necesarios, nos necesita para dar testimonio de su amor. Que nos acompañe la certeza más hermosa que encontramos en los labios del Señor: “No tengan miedo, Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
+ César Daniel Fernández
Obispo de Jujuy