La Iglesia latinoamericana y caribeña tiene un camino recorrido de experiencias participativas marcadas por las cinco Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, el Sínodo de la Amazonía, la Asamblea Eclesial y las estructuras eclesiales de comunión en el continente. 4. Nuestra Iglesia se nutre de la diversidad social y cultural de cada región, lo que es un aspecto por cuidar y fortalecer para consolidar la identidad común y una renovada inculturación del Evangelio en los pueblos. Por eso se decidió que la Etapa Continental tuviera como momento central la realización de encuentros regionales que permitieran una mayor participación, discernimiento y escucha con el fin de aportar la riqueza propia y el modo particular de ser Iglesia. 5. Sobre un total de 400 participantes, se estableció un número de representantes por cada país, proporcional al total de la población, asignándoles también una cantidad estimada de obispos, presbíteros, religiosos, religiosas, diáconos, laicos y laicas. Entre estos últimos se pidió la especial integración de personas que formaran parte de ámbitos que no habían sido lo suficientemente escuchados en la fase diocesana. Finalmente, el CELAM invitó a representantes de sectores de periferia que tampoco habían sido convocados. 6. Los encuentros regionales se realizaron en San Salvador (El Salvador) para la región Centroamérica y México, del 13 al 17 de febrero; Santo Domingo (República Dominicana) para la región Caribe, del 20 al 24 de febrero; Quito (Ecuador) para la región Bolivariana, del 27 de febrero al 3 de marzo; y Brasilia (Brasil) del 6 al 10 de marzo, para la región Cono Sur. 7. En total participaron 415 personas: 96 en Centroamérica y México; 41 en países del Caribe; 92 en la región bolivariana y 177 en Cono Sur. Fueron 65 obispos; 70 sacerdotes; 61 religiosos y religiosas, 16 diáconos y 194 laicos y laicas.
Aquí sintetizamos las principales contribuciones del itinerario realizado en la etapa continental en América Latina y el Caribe en torno a ocho temas principales que, a la vez, incluyen y remiten a otras cuestiones importantes para el espíritu y la práctica de la sinodalidad. Todos y cada uno son considerados “en clave sinodal”. 1. El protagonismo del Espíritu en una Iglesia sinodal. 2. La sinodalidad del Pueblo de Dios. 3. Sinodalidad: el modo de ser y de actuar de la Iglesia. 4. Iglesia sinodal misionera. 5. La sinodalidad: compromiso socioambiental en un mundo fragmentado. 6. Conversión sinodal y reforma de restructuras. 7. Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal. 8. Contribuciones del itinerario sinodal latinoamericano y caribeño.
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- El protagonismo del Espíritu en una Iglesia sinodal: La Iglesia es el Pueblo reunido por participar de la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cf. LG 4). El camino recorrido nos ha permitido reconocer cómo Dios realmente está conduciendo a las Iglesias de América Latina y el Caribe hacia un modo de ser cada vez más sinodal que es inherente a la Iglesia, pero que recobra una importancia significativa ante los desafíos que los cambios de la sociedad le plantean a su vida de comunión y misión. Esto implica una toma de consciencia acerca de la experiencia de nuestra pequeñez y fragilidad, intensificada por la crisis de la pandemia. Es necesario “confiar y afirmar al Espíritu Santo como protagonista de este proceso, y que ilumine los cambios que se podrán dar en la Iglesia de Jesús” (Camex).
- La sinodalidad del Pueblo de Dios: Muchas voces escuchadas en las cuatro asambleas regionales nos recuerdan que la renovación sinodal supone “recuperar la propuesta conciliar expresada con la noción de Pueblo de Dios, que subraya la igualdad y común dignidad antes que las diferencias de ministerios y carismas” (Bolivariana). La Iglesia es la comunidad de los que siguen “el Camino del Señor” (Hch 18, 25). Es el Pueblo de Dios que peregrina en el mundo. La sinodalidad manifiesta la dimensión social e histórica de la Iglesia, que arraiga en la condición peregrina del ser humano, que transita por la vida en busca de la felicidad. El Pueblo de Dios está llamado a caminar junto con toda la familia humana, siendo sacramento de salvación y esperanza. Aquí surge la doble dimensión de la sinodalidad en cuanto expresa el caminar juntos en la vida de la Iglesia y el acompañar la historia de los pueblos hacia la plenitud del Reino de Dios. En el andar en común de las iglesias de América Latina y el Caribe estamos desarrollando el sentido del “nosotros” a través de la experiencia y la dinámica de antiguos y nuevos procesos sinodales. En este proceso vamos haciendo vida nuestra convicción de que el Pueblo de Dios.
- La sinodalidad en el modo de ser y actuar de la iglesia: Una Iglesia sinodal tiene el desafío de animar la participación de todos, según la vocación de cada uno y cada una, con la autoridad conferida por Cristo al Colegio de los Obispos presidido en la caridad por el Obispo de Roma. La participación se funda sobre el hecho de que todos los fieles somos llamados y estamos habilitados para poner los dones recibidos del Espíritu Santo al servicio de los demás. La autoridad de los Pastores es un don del mismo Espíritu de Cristo Cabeza para servir a la edificación de todo el Cuerpo. En la comunión sinodal los Obispos ejercen su misión apostólica caminando, acompañando y guiando a sus hermanos para seguir a Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.
- Iglesia sinodal misionera: La primera cuestión concierne a las relaciones mutuas entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad. En todo el proceso de la Asamblea sentimos la fecundidad recíproca y la tensión positiva entre la eclesialidad sinodal y la colegialidad episcopal. El caminar reciente del Pueblo de Dios entre nosotros, el discernimiento de las voces y las expresiones del sensus fidei fidelium, la participación responsable y corresponsable de todos, presenta el marco interpretativo adecuado – teórico y práctico – para escucharnos, dialogar y discernir juntos a partir de la común dignidad recibida en la 8.Síntesis de la Fase Continental del Sínodo de la Sinodalidad en América Latina y el Caribe gracia filial y fraterna del bautismo. Nuestra experiencia muestra que en este horizonte de comunión se enriquece el ejercicio del ministerio episcopal como servicio pastoral al Pueblo de Dios. Estamos aprendiendo que, si el ministerio de los obispos no se sitúa dentro de una eclesialidad sinodal, puede empobrecerse por no recibir los frutos de un amplio intercambio y por sentirse amenazado como si la sinodalidad fuera una democratización que cuestionara la institución jerárquica de la Iglesia. En un proceso vivido sinodalmente la elaboración y la toma de decisiones por parte de las autoridades competentes crece en legitimidad y favorece la acogida más positiva de la comunidad. En este marco se plantea una cuestión que debería ser analizada en la próxima Asamblea sinodal con discernimiento espiritual, envergadura teológica y sentido pastoral. Se trata de las relaciones mutuas entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad.
- La sinodalidad: compromiso socioambiental en un mundo fragmentad. La sinodalidad motiva a la Iglesia a salir de ella misma y a ponerse con toda su misión al servicio de la sociedad. Como las síntesis muestran, hay experiencias sinodales de una Iglesia compañera de ruta de los pueblos en América Latina y el Caribe. Varias contribuciones afirman que, en muchas sociedades de nuestra región, hay una gran diversidad étnica, cultural y social. Ésta es una riqueza, pero también puede ser percibida como una amenaza. Ello se manifiesta en fragmentaciones múltiples, en grandes desigualdades, en marginaciones y exclusiones de diferentes grupos del continente. Nuestras sociedades sufren también fuertes polarizaciones ideológicas y políticas; en varios países se observa con preocupación un debilitamiento de la democracia como sistema de representación y gobierno. En estos contextos, una Iglesia sinodal está llamada a renovar su opción preferencial por los pobres y poner de manifiesto la dimensión social de la evangelización, porque si ella “no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora” (EG 176).
- Conversión sinodal y reforma de restructuras. El Concilio Vaticano II concibe a la Iglesia como una institución necesitada de renovación permanente. En continuidad con el Concilio, Francisco alude a la Iglesia como Ecclesia semper reformanda, lo que requiere la conversión de toda la comunidad eclesial. La Iglesia latinoamericana y caribeña asume este llamado como una conversión pastoral permanente, que pide revisar “la praxis personal y comunitaria, las relaciones de igualdad y de autoridad, y las estructuras y dinamismos” (SD 30). Las regiones consultadas manifestaron que “la sinodalidad requiere una conversión personal, comunitaria, eclesial y estructural” (Cono Sur), por lo que “urge un cambio de mentalidad, un cambio de estructuras” (Camex). 74. Este llamado no está exento de desafíos y tensiones. Encontramos personas y grupos que quieren separar el cambio de mentalidad y la conversión personal de la reforma de las estructuras, así como existen quienes no quieren la reforma de la Iglesia. Por ello, estos cambios han de ser parte de un proceso de “conversión activa, para una real transformación de mente y corazón, ya que todos fuimos formados en distintos tiempos y tenemos muchas prácticas arraigadas” (Cono Sur).
- Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal: “La Sinodalidad es el arte de valorar, acoger y saber articular todos los dones y carismas que el Señor nos ha regalado, de tal forma que fluyan y se conviertan en un cauce de gracia y bendición, y, por lo tanto, es importante valorar las diferentes vocaciones” (Bolivariana). La Iglesia es un Pueblo profético, sacerdotal y real-servicial donde todos sus miembros son sujetos de la vida teologal hacia la santidad. Reciben de Dios carismas diversos para servir al bien común (Cf. AE 171). 83. En los encuentros regionales se ha mencionado reiteradamente la riqueza de la diversidad de carismas y ministerios. Ellos se expresan tanto en los dones que enriquecen la vida consagrada, como en los variadísimos dones de los diversos laicados. Por eso, es necesario “revisar la estructura de la Iglesia para que sea una comunidad de comunidades, reconociendo la unidad en la misión con la diversidad de los ministerios que el Espíritu Santo regala mediante dones a cada uno de sus miembros, según su vocación para no oponer la dimensión carismática con la dimensión institucional” (Bolivariana).
- Contribuciones del itinerario sinodal latinoamericano y caribeño : Las novedades de la Conferencia Eclesial para la Amazonia y de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, muestran que no basta la creación de nuevas instituciones, sino que deben ser acompañadas por una conciencia y una formación que ayuden a articular la comunión en novedosas formas de participación comunitarias, orgánicas, dinámicas. No es posible llevar a buen término las mociones del Espíritu para la Iglesia del tercer milenio sin una espiritualidad de comunión sinodal. Necesitamos asumir de modo sinodal las orientaciones del Concilio Vaticano II para una renovación permanente de la Iglesia en su fidelidad a Jesucristo y su misión evangelizadora a los pueblos. La exhorta- 41 Abril 2023 Por una Iglesia sinodal Sínodo comunión participación misión ción conciliar a ser una Ecclesia semper reformanda (UR 4, 6), o una Ecclesia semper purificanda (LG 8), son una fuente de inspiración para que la próxima Asamblea renueve la sinodalidad como comunión, participación y misión. En el nuevo contexto sinodal, la Iglesia latinoamericana y caribeña sigue haciendo la recepción de aquel llamado conciliar como un camino de conversión pastoral y misionera. 100. En este proceso surgen interrogantes que no son nuevos, pero adquieren una renovada actualidad. ¿Cuál es el valor magisterial de los resultados de las Asambleas Eclesiales? ¿No tendrían una mayor convalidación y aceptación sin fueran presentados como orientaciones y documentos de todo el Pueblo de Dios en una región, porque son frutos de la escucha, el diálogo y el discernimiento común? ¿Qué pasaría si algunas decisiones de una Asamblea fueran rechazadas por la instancia episcopal? ¿Cuándo, cómo y dónde se deben dar los votos consultivos y deliberativos? ¿Se puede soñar con una configuración sinodal de las Conferencias Episcopales y estructuras continentales como la del CELAM? Por cierto, aquí deben articularse el discernimiento espiritual, la fundamentación teológica y el derecho canónico. (III) A partir del Concilio Vaticano II y en base al método empleado por la Constitución pastoral Gaudium et spes, un gran aporte de la Iglesia latinoamericana y caribeña ha estado en la forma de reflexionar la fe y orientar la evangelización no solo por el servicio de los obispos y los teólogos, sino también por parte de los aportes de la tradición sinodal del Pueblo de Dios.