En la Iglesia Catedral de La Rioja el 17 de julio de 2023, día de la celebración de los Beatos Mártires riojanos y los 100 años del nacimiento de Monseñor Angelelli, Monseñor Rosi, Arzobispo de Córdoba y nombrado cardenal por el Papa Francisco pronunció la siguiente Homilía.
Agradecerles la invitación y toda la cordialidad, la capacidad de abrazar que tiene el pueblo riojano de recibirnos con tanta delicadeza.
Lacordaire decía “Es propio de los grandes corazones el descubrir la necesidad más urgente de su época y consagrarse a ella”
Angelelli tenía todas las características de esos hombres que Dios suscita, para ser en cada época los enviados que testimonian la trascendencia de lo eterno y captan, para orientarlas, las angustias e inquietudes de su generación.
Un apóstol, el hombre que toma conciencia de su misión y se entrega a ella sin límite.
El que da la vida
El que se juega la vida
Por eso hay también en el apóstol los rasgos de un profeta:
El libro del Deuteronomio habla de los rasgos esenciales de un profeta rasgos esenciales:
-Hombre de la palabra
-Expropiado por Dios en favor de su pueblo.
-Portador de un mensaje que no es suyo
-Provocador de crisis… jamás es inocuo su vida su palabra, su testimonio obliga a tomar decisiones.
– El profeta se mueve en una posición incómoda: oposiciones, rechazos más que privilegios,
-No busca fáciles consensos, sino que vive una costosa fidelidad al mensaje.
-Su autoridad deriva de la palabra: qué dice, cómo lo dice, lo que produce en el corazón de su gente.
Mientras el mundo se apega a lo que pasa, el profeta clama la trascendencia de las cosas de Dios.
A la fascinación de la bagatela el profeta abre las perspectivas infinitas del Reino.
Por eso no siempre es comprendido,
Mientras recoge todas las angustias humanas de su época, experimenta al mismo tiempo el sentido de su soledad.
Es el que se olvida de sí mismo para ofrecerlo a los demás
El que cada dolor lo hace suyo y cada gemido humano encuentra un eco en su corazón.
El que con su palabra y con su vida se constituye en alguien que interpela, como decía San Alberto Hurtado y le calza muy bien a Angelelli y los compañeros mártires como un “Dardo agudo”, que se clava en las carnes dormidas de la indiferencia, como vigía que rompe con su grito estridente el silencio cómplice.
Audacia de un apóstol, que con magnífica libertad dijo fuerte lo que su mente veía y supo de esa misma realidad sacar las normas de la acción.
Aquella pregunta… ¿Qué haría Cristo en mi lugar?… que mi actuación sea la de Cristo, no la que tuvo, sino la que tendría si estuviese en mi lugar… Ante cada problema, ante los grandes de la tierra, ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres, ante sus dolores y miserias, ante la insuficiencia de nuestras obras… ¿Qué haría…? Y hacerlo en el presente.
Ése es el desafío y lo que vivió Angelelli y sus compañeros.
Una frase de San Ignacio que le calza también muy bien a estos hombres de Dios:
No tener miedo al sueño grande y a la vez cuidar el pequeño detalle, es propio de los hombres de Dios
El sueño grande, el sueño de libertad, el sueño de grandeza de corazón con nuestra gente y a la vez el pequeño detalle.
Angelelli en su pasar por Córdoba acompañaba al gremio de los taxistas, le gustaban los circos, cuando llegaba un circo a Córdoba los visitaba.
Ayudó a organizar a las empleadas domésticas, a los obreros y los mineros. Tenía amistad con todos los pobres que vivían a la vera del río
Era un hombre sano, abierto, limpio de corazón, sin complejos. Claro y limpio en sus manifestaciones de afecto… Austero, tenía muy pocas cosas.
Era pura misericordia… tenía todas las virtudes: misericordia, solidaridad, fuerza, constancia, veracidad, autenticidad de vivir lo que predicaba.
Tenía una gran capacidad de perdonar, de no odiar. Lo vi llorar, decía uno de sus compañeros, por el sufrimiento que le causaban sus pares. Nunca daba nombres.
Tenía todas las cualidades de un padre: fraternidad, solidaridad, aunque él no estaba físicamente al lado, sabíamos que nos respaldaba. Nos entusiasmaba a vivir entre los pobres y promoverlos, no desde afuera o desde arriba, sino encarnándonos.
Decía él, no me voy a morir en la cama, van golpeando alrededor mío pero al centro estoy yo, y cuando me busquen yo voy a estar allí…
No puedo abandonar el rebaño, aquí me quedo.
Angelelli fue un Hombre de silencio
En el Mensaje del Tinkunaco el 1 de enero de 1973 decía:
El Evangelio me puede conmover si dejo que el Señor me silencie, me saque de mis afectos torcidos, sentimientos que dañan, pensamientos obsesivos y pesimistas…
En efecto, la Palabra de Dios nos purifica y acalla los muchos ruidos del mundo que nos atormentan para invitarnos a entrar en el silencio de Dios donde resuena «la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora» (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual B, c. 15).
Y agregaba: Esta tarde, al declinar el día y antes de despedirnos, sentimos la necesidad de escucharlo a Dios que habla en cada uno de nosotros.
Sentimos la necesidad del silencio interior para sabernos más necesitados de Dios y más solidarios los unos de los otros.
Sentimos la necesidad de orar por nosotros mismos, por nuestras familias,
por los que están sufriendo mucho,
por nuestra Provincia,
por esta Iglesia Diocesana,
Deberemos tener permanentemente un oído en el corazón del Misterio Pascual, que es Cristo, y el otro oído en el corazón del pueblo, que debe ser protagonista, porque allí es donde el Espíritu Santo va impulsando la historia, haciéndola viva y dinámica, haciéndola siempre joven.
Hombre del silencio, interesante cuando le fueron quitando los espacios, la radio, tuvo que callarse, agradecía, decía nos obligan al silencio, no dan cuanta ellos el favor que nos están haciendo de permitirnos un espacio de contemplación.
Hombre del Silencio y Hombre del encuentro. Decía esto:
Siendo tan rico y necesario el Encuentro, sin embargo parecería que nos invade una especie de enfermedad que la llamaría enfermedad del “desencuentro” entre hermanos y argentinos.
Creo que el encuentro es saludable aunque debamos sufrir sus consecuencias. Con la fuerza, el miedo, la represión, la desconfianza, la agresividad y la injuria no se construyen la verdadera paz ni se construye una Rioja nueva. No se construye el “Encuentro” con el silenciamiento del dolor de nuestro pueblo y no atacar las causas que lo provocan, a pesar de laudables esfuerzos que se vienen haciendo para solucionar problemas urgentes e inmediatos, no se construye la paz. Tampoco se construye la paz pretendiendo reducir a la misión de la Iglesia al sólo ámbito del templo,
Por lo tanto, un gran objetivo es una Iglesia que debe comprometerse cada vez más con el hombre riojano, sin caer en un puro sociologismo ni en un puro naturalismo. Queremos partir de ese hombre concreto, sobre todo del más necesitado (marginado económica, cultural y espiritualmente), para que se plenifique en Cristo.
Tenemos que ensuciarnos las manos, los pies y la vida con nuestro pueblo. Para que ese pueblo vaya descubriendo en Cristo su propia dignidad, se plenifique y sea feliz.
Bernanós decía que hay hombres que van a llegar al Cielo con las manos limpias y decía cómo no van a llegar con las manos limpias si se las cortaron y las guardaron en el ropero esperando el juicio final, se equivocaron. El desafío no es llegar con las manos limpias sino con las manos llenas y a veces con las manos heridas porque se brindaron. Cuando las manos se brindan siempre se lastiman y en el juicio final sería muy triste que el Seño nos haga la manicura, sino que uno imagina a un Señor que nos limpia las heridas de las manos que se entregaron y eso lo entendieron muy bien Angelelli y sus compañeros.
El Papa Francisco, en aquel momento Jorge Bergoglio, diría aquí en La Rioja: Recuerdo que Monseñor Angelelli era un hombre de encuentro, un hombre que salía a buscar, que vislumbraba la Patria con esperanza… así quería a la patria, preñada de vida… así nos quiere hoy la Patria, hombres y mujeres libres de prejuicios, libres de componendas, libres de ambiciones, libres de ideologías, hombres y mujeres de Evangelio.
Hombre de Silencio, Hombre de Encuentro, Hombre de esperanza
En la de Fiesta de San Nicolás 4 de julio de 1976 apenas un mes antes de su martirio decía
Miremos el futuro con confianza y con esperanza, aunque el camino de cada día esté sembrado de cruces.
En esta hora difícil y decisiva, nos hace falta a todos la fortaleza del Espíritu Santo que habita en nosotros
para que las CRISIS no nos asusten,
para que las TENTACIONES no nos desequilibren,
para que los RIESGOS no nos paralicen.
Esperamos del Espíritu Santo la fortaleza que nos asegura la esperanza.
Esperamos de Él la Luz que nos haga ver claro en este horizonte oscuro y nos lleve a hablar con precisión divina en un momento confuso, para que nos enseñe a hablar con audacia serena y a callar con prudencia cristiana. Una esperanza que lo lleva a proclamar las bienaventuranzas en medio del dolor. Ellos fueron testigos, testigos del contenido de las Bienaventuranzas: “…felices los pobres, felices los mansos, felices los misericordiosos…”
En la Homilía en el Funeral de los beatos Carlos y Gabriel el 22 de julio de 1976 con gran sabiduría expresaba
Este Señor y Padre Nuestro, tiene unos caminos que no los entendemos los hijos. Me imagino que muchos dirán: ustedes, están locos, cantando la alegría del Señor, teniendo dos cajones de dos finados. Doloridos sí, profundamente doloridos, locos no. Doloridos, Porque somos normales, ¡gracias a Dios! ¡Cómo no vamos a llorar, al que es carne de nuestra carne, y sangre de nuestra sangre, afecto de nuestro afecto, miembro de nuestra familia, hijo del Cuerpo de Cristo, miembro de su pueblo, testigo de su pueblo!
¡Qué hermosa oración se ha elevado y se está elevando de Chamical, de
toda la Diócesis!
¡Qué hermosa oración se eleva de Chamical, oración hecha lágrimas!
¡Qué testimonio nos dan, con este dolor serenado, realmente cristiano!
¡Reflejan al Señor!
En 1973 el papa Francisco anduvo por acá cuando no era Francisco y contó: Fueron días inolvidables, días en que recibimos la sabiduría de un pastor que dialogaba con su pueblo, y recibimos también las confidencias de las pedradas que recibía ese pueblo y ese pastor, simplemente por seguir el Evangelio.
La segunda fue dos meses después el 14 de agosto de 1973
Conocedor del corazón de su pueblo, en él se cumplió aquella verdad y exigencia del Concilio Vaticano II Gaudium et spes, “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.
Había calado hondo en el corazón del obispo ese diálogo con su pueblo, a tal punto que en clave poética llegó a escribir referido a su gente: y con esto déjense piropear por Angelelli: “Mujeres riojanas guerreras, que llevan adelante las cosas de Dios con verdadero coraje… a los riojanos, a todos… promesante con la fe de peregrino, caminante incansable de recuerdos, alforja cargada de esperanzas, con el ritmo del ton ton de las cajas…así es el alma de mi pueblo.
Escuchando y sabiendo la vida de Angelelli y de estos hombres no podemos menos, en particular ustedes de sentirse muy cuidados. Que ellos y la Virgen les siga dando esa memoria del Corazón que se haga gesto.
Que así sea.