Fuente: Religión Digital, Luis Miguel Mondino
Monseñor Braida concelebró una Misa con el Cardena Madariaga para recordar la figura del obispo mártir argentino, firmante del Pacto de las Catacumbas. En Santa Domitila, Maradiaga recuerda a Angelelli «que derramó su sangre por amor a Cristo y a los pobres”
En el Pacto de 1965 estaba presente Enrique Angelelli, el obispo mártir argentino, hoy beato, asesinado por asumir aquello que había firmado, hacer realidad una Iglesia pobre y vivir de forma pobre
Mons. Angelelli asumió la diócesis la diócesis de La Rioja después de haber vivido con mucha intensidad el Concilio Vaticano II y comienza a hacer asambleas donde la presencia de todo el pueblo de Dios era importante
La beatificación de Angelelli fue “un signo de esperanza para la Iglesia argentina, agradecemos su testimonio porque en él tenemos una fuente para beber”
No podemos olvidar, pues “olvidar sería olvidar a todos los mártires y olvidar a quienes aquí tomaron ese compromiso al final del Vaticano II”
En su Homilía Monseñor Madariaga dijo que hacer memoria es un elemento importante en la vivencia de la fe, una memoria que muchas veces se remonta a los orígenes de aquellos que iniciaron el camino. En la historia del cristianismo, las Catacumbas fueron un lugar de gran importancia en los primeros siglos, en aquella Roma en la que ser cristiano no era fácil, pues representaba un modo de vida totalmente contrario a aquel que la sociedad dominante pretendía imponer.
Las Catacumbas señal de compromiso
En la historia reciente, las Catacumbas de Santa Domitila se han convertido en una referencia. Primero el 16 de noviembre de 1965, fecha en que, pocos días antes del Concilio, un grupo de obispos firmó el Pacto de las Catacumbas. Más de 50 años después, el 20 de octubre de 2019, en pleno Sínodo para la Amazonía, algunos de los padres sinodales y muchos otros hombres y mujeres que lo acompañaban, renovaron un Pacto que ahora ponía el foco en el cuidado de la Casa Común.
En el Pacto de 1965 estaba presente Enrique Angelelli, el obispo mártir argentino, hoy beato, asesinado por asumir aquello que había firmado, hacer realidad una Iglesia pobre y vivir de forma pobre. En 2019, la Eucaristía previa a la firma fue presidida por el cardenal Claudio Hummes, que entregó sus últimos años de vida al cuidado de la Amazonía y de los pueblos que la habitan. Cuatro años y un día después, un nuevo encuentro en las Catacumbas de Santa Domitila ha hecho memoria de los vivido en 1965, y al Beato Angelelli, y ha traído a la memoria de algunos de los que estábamos presentes en 2019 lo vivido en aquella fecha significativa.
Francisco, Hummes y Maradiaga
En esta ocasión la presidencia le ha correspondido al cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Es interesante hacer una lectura desde estos tres personajes y su influencia en el Papa Francisco. Por Angelelli, a quien beatificó, siempre mostró gran respeto y admiración por su compromiso y cercanía con el pueblo. De Hummes se puede decir que tiene su parte de culpa en el nombre de Francisco con su ya famosa frase: “No te olvides de los pobres”. En el caso de Maradiaga, que participó del Pacto de 2019, ha sido uno de los purpurados con mayor relevantes del actual pontificado.
La celebración, en la que junto al cardenal Maradiaga estuvieron presentes Mons. Dante Braida, actual obispo de La Rioja, la diócesis de Angelelli, y Mons. Shane Mackinlay, obispo de Sandhurst (Australia), junto con algunos de los miembros de la Asamblea Sinodal, entre ellos la Hna. Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo, fue una oportunidad para recordar a Pepe Palacio, de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento, y su mujer Amalia, presentados junto con el obispo mártir como modelos de sinodalidad. Entre los presentes también estuvo Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina.
Una diócesis con la imagen del Vaticano II
Mons. Dante Braida hizo una reseña de la figura de Angelelli, destacando su sensibilidad con el mundo de los pobres, que manifestó sobre todo en el acompañamiento a los obreros, buscando unir el mundo universitario con el mundo obrero. Mons. Angelelli asumió la diócesis la diócesis de La Rioja después de haber vivido con mucha intensidad el Concilio Vaticano II y comienza a hacer asambleas donde la presencia de todo el pueblo de Dios era importante, estableciendo unas fuertes líneas pastorales desde una perspectiva misionera y búsqueda de la justicia, donde el laico viviese su vocación en el mundo, ordenando lo que no estaba bien y buscando su crecimiento.
Según recordó el actual obispo, su predecesor promovió la creación de cooperativas y sindicatos para reclamar un salario justo para los trabajadores. En una provincia con una gran piedad popular buscó que se eso se conectase con la justicia social, con la construcción de un mundo mejor. En su actuación pastoral abrirá la Iglesia a una mayor participación, lo que trajo alegría y esperanza a muchas personas, especialmente a quienes se sentían postergadas o sin un lugar en la Iglesia, pero también trajo resistencias, que intentó gestionar en su pastoreo. Tensiones internas como consecuencia de la renovación conciliar que se comprometió en llevar adelante.
Mons. Braida destacó que en este mismo lugar en que ha tenido lugar la celebración eucarística, el beato Angelelli asumió el compromiso de que la Iglesia se renueve y sea la casa de todos, buscando incluir a aquellos que pensaban distinto. Por su manera de obrar fue identificado con el comunismo o el apoyo a la guerrilla, siendo presos muchos de sus más estrechos colaboradores, una persecución que se hizo más dura con la llegada de la Dictadura. Nunca perdió el horizonte evangélico, lo que llevó a intentar hablar con quienes gobernaban, buscando un cambio. El asesinato de dos religiosos y un laico fue el preludio de su muerte, señaló el obispo. La beatificación de Angelelli fue “un signo de esperanza para la Iglesia argentina, agradecemos su testimonio porque en él tenemos una fuente para beber”, concluyó el obispo de La Rioja.
Un compromiso que sacudió muchísimo
El cardenal Maradiaga, que leyó el texto del Pacto de las Catacumbas de 1965, recordó que no podemos olvidar, pues “olvidar sería olvidar a todos los mártires y olvidar a quienes aquí tomaron ese compromiso al final del Vaticano II”, haciendo memoria de Angelelli y de Helder Cámara y de Eduardo Pironio. Algo que hoy en día no aparenta tanto, pero que en ese tiempo en que los obispos tenían una capa larga y los cardenales usaban armiño, ese compromiso, ese Pacto de las Catacumbas fue un signo que sacudió muchísimo, según el arzobispo emérito de Tegucigalpa.
Lo importante, según el purpurado, es recordar a tantos que derramaron su sangre por ser testigos de Cristo, lo que se sigue repitiendo en la Iglesia de hoy. De ahí la importancia de recordar a Angelelli, “que derramó su sangre por amor a Cristo y a los pobres”, lo que ve como la consigna a seguir. No olvidando que Angelelli fue considerado un mártir del Concilio, el purpurado afirmó que “aun ahora el Concilio Vaticano II no ha entrado en algunos y hay otros que lo rechazan”. Por eso concluyó que “la sangre de los mártires nos recuerda el Espíritu Santo no tiene retroceso en la caja de cambios, el Espíritu Santo siempre nos hace mirar hacia adelante y recordar para tomar impulso con la sangre de los mártires”.