Como María en Belén entregué mi vida para ayudar a mi hijo

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La María de la puerta de al lado

Sonia es madre de un adicto en recuperación, pese al impacto inicial, recibió la vida de su hijo como venía, lo acogió, lo ayudó, lo valoró, lo animó.

María aceptó tener un hijo del modo en que venía y nació en Belén, en un lugar despojado, pobre, vulnerable, ayudada por José, por los pastores. Recibió la vida como venía.

Sonia copió esa actitud de María con su hijo Federico, lo recibió con su fragilidad y lo acompaña en su camino de crecimiento. Sonia y su familia son junto a Federico un Pesebre de la puerta de al lado.

El hijo de Sonia. Abajo cuando decidió ingresar a la Fazenda para recuperarse de las adcciones, arriba un año después al ser dado de alta.

Pertenece al grupo “Esperanza Viva”, formada por familiares de los jóvenes que están en recuperación o se han recuperado de las drogas en las Fazendas de la esperanza.  Ingresó hace 6 años y su tarea es perseverar llevando esperanza y luz a otras mamás que se suman al grupo. Nos cuenta sus experiencias y el modo como Jesús transformó su vida y la de su hijo, cuando abrimos nuestro corazón y nos dejamos amar por Él. 

Aquí su testimonio

Mi hijo es un Es de esperanza. Es el nombre que se da a los chicos que hacen su caminata en Fazenda. Hace 10 meses terminó esa caminata y hoy es un adicto en recuperación. Es una lucha de todos los días y toda la vida enfrentando las dificultades que el mundo pone en su camino, las llamadas tentaciones. También soy voluntaria en la Fazenda Virgen de Lourdes de La Rioja.

El proceso de mi hijo fue de un año en la Fazenda Virgen de Luján, Deán Funes, Córdoba. Fue decisión de él, hacer esta caminata. Fue una elección de cambiar de vida.

Fazenda es una escuela de vida donde tienen tres pilares fundamentales que son: trabajo, espiritualidad y convivencia. Durante ese tiempo los chicos recuperan las ganas de vivir, de trabajar y tener responsabilidad donde conviviendo con el hermano, reconociendo a Dios como único salvador. Aceptando que Dios es el único que puede salvarlo.

Todos esos valores de fe, creencia y esperanza es lo que la droga les quitó. Dejando en ellos un ser vacío, sin ganas de vivir. Dios a través de su obra, Fazenda, se encargó de brindarle estas herramientas para que cuando terminen su proceso y salgan al mundo nuevamente les sirva como escudo para poder enfrentar las tentaciones y dificultades que se les presente sin recurrir a las drogas.

Durante el proceso, no tan solo mi hijo cambió, sino toda la familia. Sus sobrinos y hermanos van al Grupo Ger. Comparten la palabra, bendicen la mesa antes de comer, agradecen a Dios todos los días.

La vivencia más dura fue el día en que me di cuenta que él estaba en el camino de la droga. Se me vino el mundo encima. No sabía cómo ayudarlo ni a donde ir. Él tenía 16 años y hoy 26. Fueron casi 10 años viendo como día a día se me iba, lo iba perdiendo. Un caos en nuestra familia.

Hasta que un día, llego a través de una mamá, la esperanza. Recurrí a varios lugares donde me decían que me podían ayudar con mi hijo y un día volviendo en el colectivo, me siento al lado de una Sra y empezamos a conversar. Entonces ella, por la gracia de Dios, me cuenta que venía de la reunión de un grupo; a lo que le pregunto: ¿Qué grupo? Y ella me responde: “yo voy al grupo Esperanza Viva que está en la Parroquia porque tengo a mi hijo que está haciendo su proceso de recuperación por adicciones en la fazenda”. No podía creer lo que estaba escuchando. Era lo que necesitaba porque no sabía dónde ir. Fui a psicólogos y centros de rehabilitación, pero ninguno me cerraba porque volvía con dudas, sin esperanza, sintiendo que no era para él. Entonces, inmediatamente le pedí que me contara porque andaba en busca de esa ayuda. Esa mamá se llama María Elena. Hasta el día de hoy tenemos contacto porque vivía a la vuelta de mi casa y yo no sabía. Tenía un negocio donde iba a comprarle y no sabía que tenía un hijo en recuperación. También es un tema donde nos da vergüenza compartir con la sociedad y el mundo porque, nuestros hijos con problemas de adicción, son personas que son discriminadas muchas veces y yo sufrí mucho eso con mi hijo hasta de la propia familia. Por eso me costaba abrir el corazón y decir que tenía un hijo con ese problema.

María Elena me invitó, me acompañó y fuimos las dos y ahí dije: “Acá es mi lugar. Esto es lo que yo necesito”. Ahí me acogieron, me dieron amor, todos me escucharon, porque a mí nadie me escuchaba. Ese fue uno de los días más bonitos para mí, porque ahí, encontré la esperanza. Entonces ahí me pare firme y dije: “voy a enfrentar esta dificultad”. Y así, fui aprendiendo cada vez que iba al grupo hasta que mi hijo dio el Sí por su propia voluntad. Aprendí que debo tener paciencia que los tiempos son de Dios y no los míos. Yo pensaba que yendo a la Fazenda ese año los chicos salían de ahí y que nunca más se iban a drogar hasta que empecé a escuchar los testimonios de mamás que decían que sus hijos estaban en la Fazenda pero que habían recaído y yo preguntaba por qué, porque creía, que, si estabas un año ahí, ya no se vuelven a drogar más y el grupo me enseño que todo depende de uno, de que la decisión es de cada uno, que, si vos haces el año salís con las herramientas y tienes que saberlas aplicar afuera.

En la Fazenda conoces lo bueno y lo malo. Depende de cada uno elegir ese camino y así fue hasta que mi hijo eligió y esa fue de mi mayor felicidad y otras más, por ejemplo, cuando mi hijo me dijo que quería ingresar a Fazenda, cuando salió, cuando lo vi a los tres meses y vi a ese hombre nuevo. Era otra persona tanto en lo físico como en lo intelectual. Es increíble. Yo recomiendo la Fazenda. A mí me sirvió y a mi hijo le sirvió. Hoy somos familia que llevamos esperanza a todos lados.

A la sociedad le diría que no juzguen, por favor, porque no tienen idea como sufre la familia con una persona en adicción. Que la adicción es una enfermedad como el cáncer, la diabetes, leucemia. Los chicos pierden su libertad de elegir y decidir. La droga se apodera de ellos. Sí, es elección de ellos, por supuesto, aunque también debemos entender que debemos ponernos en el lugar del otro y tener empatía por el otro. Y si creemos en Dios, dejar abrir el corazón a Jesús y El hará su obra en la familia o hijo, o nieto o marido, novio, sobrinos. Hoy en día, de 10 familias, 9 tienen adicción. Eso lo sé y lo veo porque me involucro.

También diría que no miremos para otro lado. Si vemos a un chico en una esquina por los efectos de la droga que nos intentemos acercarnos y darles palabras de aliento. Haciéndolo sentir que no están solos. Un pequeño gesto como la palabra, el abrazo o un vaso de agua fresca. Tantas cosas que podemos hacer por ellos y lo más importante pedir por ellos. Si somos creyentes en Dios y la Virgen pedir, en la misa o el rezo en los hogares pedir por los chicos que están sumidos en las drogas.

También ayudar a los centros de rehabilitación, a las granjas donde están las personas fazenderas, yo me considero una, ayudamos a los chicos. Con lo que tengamos, por ejemplo, oraciones, con las colectas.

A las familias que atraviesan el duro momento de tener a un hijo con adicción les diría que no bajen los brazos, que tengan fe, que amen a su hijo así, que no tengan vergüenza de contar su realidad con el fin de pedir ayuda, porque es una carrera contra el tiempo. Siempre busquemos ayuda.
Reconozcamos a Dios como único salvador. Recomiendo siempre la Fazenda pero también, a Dios gracias, hay muchos lugares donde nuestros hijo se pueden recuperar. No duden en pedir ayuda, porque después, cuando el hijo se recupera, se siente un orgullo grande. Porque salir de esto, tiene que ser valiente y tener mucha fuerza. Y el chico que dice: si a la vida, es un valiente, porque también sufren mucho sobre todo durante la abstinencia. Entonces que ellos también den ese paso, y que den ese paso, se siente mucho orgullo.

Siento orgullo por mi hijo, de seis es el único que tiene problemas de adicción y me siento orgullosa por él, porque gracias a esa adicción nosotros curamos todas nuestras heridas porque acá, no únicamente el chico se droga porque sí, sino porque un dolor escondido en el corazón tiene y no se animan a sacarlo afuera y a eso lo intentan taparlo con la droga, con la anestesia como ellos dicen. Nosotros como familia también tenemos muchos dolores y dificultades. La droga enferma a todos y como familia, si bien no nos drogamos, también escondemos cosas, dolores. Quizás hemos sido más fuertes por eso no elegimos la droga y ellos al ser más vulnerables eligen eso. Por eso, agradezco la adicción de mi hijo porque todos nos estamos curando hoy en día. Aprendimos a decirnos las cosas a no esconder y no callar, hablar y dialogar.  La adicción lleva a callarte por eso, no únicamente está la adicción a las drogas sino también la adicción en muchas cosas de las cuales no queremos reconocer. Entonces abramos nuestro corazón como familia y entregar todo eso a Dios y dejarnos ayudar por El. A través de todo lo que nos pone en el mundo.

De María nuestra madre, que reconocemos todos los católicos, tomé el amor, la paciencia, entregar mi vida para ayudar a mi hijo. Como hizo María, ayudarle con esa cruz, porque entre los dos llevamos la cruz, antes y ahora. Eso aprendí de ella, ese amor puro, fraterno e incondicional. Reconocer en mi hijo y en cada adicto a Jesús abandonado como decimos los fazenderos. Entonces siempre le pido a nuestra Madre que me ilumine para poder abrazar y brindar las palabras justas que necesitan para tener la fortaleza para salir adelante y no abandonar, porque lamentablemente, hay muchos que abandonan.

En este nuevo camino de luz y vida nueva, acompaño a mi hijo hablando con é constantemente, meditando la palabra, rezando el rosario, yendo a misa y visitando la Fazenda juntos e involucrándonos. Cuando él terminó su camino, yo hasta el último día de mi vida, no me va a alcanzar la vida para devolver a la Fazenda todo lo que hicieron por mi hijo. Entonces estoy feliz ayudando a los chicos y a las mamás de los chicos y agradezco a Dios de tener esta oportunidad de llevar esperanza.

Cuando un chico termina su caminata, el compromiso de ellos y de las familias es ser por siempre portadores de luz y esperanza por dónde vamos. Nosotros la tenemos y lo ponemos en práctica todos los días.

Ojalá que esta experiencia que conté a través de esta nota sirva a muchos. La verdad me pondría muy contenta que alguien me diga: gracias de haber escuchado a una mam contar su experiencia, yo pude salvar a mi hijo. Que en el nombre de nuestro Señor y de María, así sea. Paz y bien.