UNA MIRADA A LA PERSONA DE MONSEÑOR ENRIQUE ANGELELLI
Pbro. Lorenzo González
DESOVILLANDO A MI PUEBLO
… Promesante con fe de peregrino,
Caminante incansable de recuerdos,
Alforja cargada de esperanzas,
Con el ritmo del tun –tun de las cajas…
Así es el alma de mi pueblo.
Mons. Enrique Angelelli.La justicia es necesaria en este mundo y en el mundo del más allá. La justiciaen este mundo a veces podría quedar fallida por engaño, mentiras, acomodos y
soborno. Pero la justicia de Dios en el mundo futuro no podrá ser engañada ni
burlada. No olvidemos que “nadie se burla de Dios” (Gálatas 6,7).
Después del primer crimen de la historia, cuando Caín mató a su hermano Abel,
Dios llega y pregunta: “¿Dónde está tu hermano?” (Génesis 4, 9). Esta pregunta se
prolonga a lo largo de la historia. Y hay que decir que todos los crímenes quedan
registrados en el Libro de Dios. De hecho, Dios sigue preguntando: “¿Dónde está
tu hermano?”. Y nadie puede hacerse el loco y responder a Dios como Caín: “No lo
sé, ¿soy yo, acaso guardián de mi hermano? (Génesis 4, 9).
La realidad es que somos responsables unos de otros. “Todos somos
inevitablemente guardianes de nuestros hermanos”, como dice Martin Luther King.
Cuidemos las relaciones humanas con respeto, sabiduría y prudencia.
Cuidemos y honremos la vida de nuestros semejantes. San Pablo nos educa
diciendo: “Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento
pleno de la ley” (Romanos 13, 10). Por su parte el apóstol Santiago nos advierte:
“Miren que el Juez ya está a la puerta” (Santiago 5, 9).
Y es que, “la vida me han prestao y tengo que devolverla”. (Los Carabajal) ¿A
quién hay que devolver la vida?, al Creador, pues.
“En la tarde de la vida
te examinará el Señor,
de una ciencia solamente,
de la ciencia del amor” (San Juan de la Cruz).
INTRODUCCIÓN
Con gusto les presento Una mirada a la Persona de Monseñor Enrique
Angelelli realizada por el Pbro. Lorenzo González* en el marco de la reciente
Beatificación de los cuatro mártires llevada a cabo bajo el lema “Pascua riojana,
alegría del pueblo”.
Recorriendo sus páginas nos encontramos con quien escribe a partir de una
experiencia concreta de vida, cercana a quien fuera su Padre y Pastor. Desde allí
nos presenta tanto su obra pastoral como las fuentes inspiradoras de su
ministerio. En este sentido puede afirmar que la vida de Mons. Angelelli era
animada por un vínculo profundo con Dios, cultivado día a día, y un amor a la
incondicional a la Iglesia que se consolidó en la vivencia del Concilio Vaticano II.
Por eso, desde este punto de partida, podía percibir la belleza de la persona
humana y ver con claridad aquello que dañaba su dignidad y que se manifestaba
en numerosas situaciones concretas de pobreza y marginalidad.
El padre Lorenzo destaca a su vez que la obra de este Pastor, era una obra
comunitaria. Así, la participación activa de laicos, sacerdotes, religiosos y
religiosas, integrados en la llamada Pastoral de Conjunto, le permitía abordar las
más variadas problemáticas de la diócesis buscando que cada uno responda
desde su identidad. En ese camino pastoral que nos presenta queda de
manifiesto también la alta valoración del Obispo por la religiosidad popular
expresada de variadas maneras y que era también para él fuente de crecimiento
espiritual y punto de partida para profundizar la obra evangelizadora.
“Capacidad de acogida, desprendimiento y pobreza, generosidad, promotor del
diálogo, de la justicia y la paz” son algunas de las cualidades de Mons. Angelelli
que subraya el texto para finalmente abordar el tema del martirio, sus causas y
Espíritu Santo nos capacitará para prolongar la existencia, que apenas dura un
soplo en este mundo, y proyectarla hacia la vida eterna junto a Dios.
“Creemos en Jesucristo para tener vida en su nombre” (Juan 20, 21). El
resultado final de nuestra fe en Jesucristo será “la resurrección de la carne y la
vida perdurable”. Y todo esto proviene del amor de Dios que “nos amó primero”
(I Juan 4, 19). “El amor no pasará jamás” (I Corintios 13, 8).
La Justicia riojana hizo su trabajo, cumplió con su deber y lo hizo de modo
excelente. Se destapó lo oculto, y la verdad triunfó en el juicio. A todos nos
queda la obligación de “perdonar a los perseguidores y orar por ellos a fin de
imitar al Padre Celestial” (ver Mateo 6, 44-45).
Pero siempre quedan cuentas pendientes. Dios es fiel y sigue ofreciendo el
perdón y llama al cambio de vida, a la conversión. El hombre debe responder
con libertad a la llamada de Dios, mientras tenga tiempo. La carta a los Hebreos
dice: “Los hombres mueren una sola vez y después de esto viene el juicio”
(Hebreos 9, 27), vale decir, la justicia en forma plena en algún momento llega
inexorablemente. El hombre es juzgado según sus obras. Entre los pecados
más graves se cuentan las ofensas hechas a la vida y la muerte infringida a un
hermano. El que mata a un hermano, en cierto modo, le usurpa el lugar a Dios,
que es el Dueño absoluto de la vida.
Se hace urgente rectificar la conciencia y ordenar el corazón, y restablecer
las relaciones rotas. Es necesario ponerse en paz con Dios con los hermanos y
con uno mismo. Es muy razonable y de acuerdo con la verdad lo que dice
Fiódor Dostoyevski: “yo no creo en ese cielo donde la víctima y el victimario
pueden estar sentados compartiendo la misma mesa, como si nada hubiere
pasado”.
Buscando luz en la Palabra de Dios se nos muestra así al Profeta
y Pastor que, siendo signo de contradicción, asume con fidelidad y hasta
las últimas consecuencias su misión en una época compleja de la historia
de nuestro país.
Con un corazón de pastor que busca alentar el crecimiento de su pueblo, el
padre Lorenzo, al final nos anima a recibir este testimonio de Mons.
Enrique y sus compañeros mártires como un “aliciente” para nuestra propia
vida para que también nosotros podamos “entrar en los caminos de Dios y
trabajar decididamente por la Justicia y la Paz, la Verdad, el Amor y la
Libertad.”
Por eso los invito a leer estas páginas con un corazón y una mente abierta
para percibir la obra de Dios en la vida y misión de Mons. Angelelli y, a su
vez, descubrir que también nosotros estamos llamados a transitar nuestros
propios caminos de santidad en el hoy de nuestra historia asumiendo con
generosidad la misión para la cual Él nos ha creado.
+ Dante G. Braida
Padre obispo de La Rioja
La Rioja, 18 mayo de 2.019
fraternidad, por defender y servir a los pobres; mueren por amor a Dios y a sus
hermanos, por defender y vivir los grandes valores que dignifican la existencia humana y
cooperan a crear la felicidad de los hombres, y nos abren a Dios, el fin último del hombre.
Con sus vidas y su entrega marcaron el camino de la solidaridad y del amor fraterno y
enseñaron que el pan debe ser compartido. “el pan en el horno florece para todos”
(verso de Angelelli).
Dios quiere que todos los hombres podamos estar sentados a una misma mesa
compartiendo los bienes de la creación. Y que, al salir de éste mundo, habiendo vivido en
la verdad, en la justicia y el amor fraterno, podamos compartir la feliz mesa de la vida
eterna. No olvidemos nunca que “se entra al cielo a través de la solidaridad con el que
sufre” (Mons. Osvaldo Santagada)
Angelelli y sus compañeros “han peleado hasta el fin el buen combate, concluyeron la
carrera y conservaron la fe”. Y después de sufrir con Cristo “reciben la corona de Justicia
de parte del Justo Juez” (ver II Timoteo 7, 8). Nos alegra su glorificación. Ellos también se
alegran. Y, “salvados en esperanza” (Romanos 8, 24), continuamos con nuestro camino
siguiendo al Señor.
VALOR DEL TESTIMONIO
Recibamos el testimonio de Angelelli y sus compañeros mártires como un eficaz
aliciente para avanzar en el conocimiento y en el amor a Jesucristo, que “nos amó y se
entregó por nosotros” y que “pasó haciendo el bien”. Iremos creciendo en la fe, la
esperanza y la caridad. Habremos cooperado en la formación del hombre nuevo
venciendo el “fantasma del sin sentido”, y no nos dejaremos aturdir por la necedad del
mundo presente que pretende vivir “como si Dios no existiera”
Este valioso testimonio nos ayudará a entrar en los caminos de Dios, y a trabajar
decididamente por la Justicia y la Paz, la Verdad, el Amor y la Libertad. Y la gracia del
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UNA MIRADA A LA PERSONA DE MONSEÑOR E. ANGELELLI
Enrique Ángel Angelelli nació en Córdoba en 1923. Entró al seminario en 1938.
Ordenado sacerdote en 1949, en Roma. Llegó como Obispo de La Rioja en 1968
hasta 1976, año del asesinato.
1. FUENTES DE INSPIRACIÓN
Angelelli poseyó sólidos conocimientos de Biblia, Teología, Filosofía, Derecho,
Historia (en particular la Historia de la Iglesia), Psicología, Sociología, Doctrina Social
de la Iglesia y el Concilio Vaticano II.
Todo esto unido a un sincero amor por la gente, un notable espíritu de servicio,
una gran capacidad de diálogo y consulta le permitieron tener una visión muy acertada
del plan salvador de Dios, de la vida humana, de toda la realidad en su integralidad y
el sentido de la Historia en general.
Sus convicciones profundas: Una fe profundamente arraigada en la Santísima
Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, modelo originario de todo amor, servicio y
donación y que la Iglesia debe asemejarse a la Trinidad.
Es el misterio de Dios, que conocemos por Jesucristo a quien seguimos y que “se
hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado” (Carta a los Hebreos); que se
hizo “prójimo de todos los hombres y que se acercó al que estaba caído en el camino”
(Parábola del Buen Samaritano- Lucas 10); y que se identificó “con los pobres,
hambrientos, sedientos, enfermos, presos” (ver relato del Juicio Final: Mateo 25, 31 –
46); y que, enviado por su Padre y lleno del Espíritu Santo se vino del cielo para
anunciar el Evangelio a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, a
dar la libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia del Señor” (ver Lucas 4,
16-19): enseñanza de Jesús en Nazaret.
Hemos de notar que todos estos textos del Evangelio eran citados y comentados
con mucha frecuencia por Monseñor Angelelli, y que le marcaban el camino a seguir
San Pablo dice: “El que ama al prójimo ha cumplido toda la ley” (Romanos 13,
8).
Los estudiosos de estos temas afirman: “El hombre es un lugar teológico”, vale
decir, la persona humana es la clave para el encuentro con Dios. Jesucristo se
identifica con los hambrientos, sedientos, enfermos, etc.
Por ello las OBRAS DE MISERICORDIA tienen tanta importancia. Está en juego
el encuentro con Dios y nuestra salvación.
Y, ¿qué hicieron Monseñor Angelelli y sus compañeros mártires?. Practicaron las
obras de misericordia; procuraron imitar a Jesucristo que “vino a traer la Buena
Noticia a los pobres y el consuelo a los afligidos…” Y sin excluir a nadie de su
amor, trataron de practicar un “amor preferencial por los pobres”, y prestaron su
voz a “los que no tienen voz”.
Ellos guardaron fidelidad a Dios, lo escucharon y le prestaron obediencia. En
ellos se cumplió el ideal que propone el profeta Miqueas: “se te ha indicado,
hombre, qué es lo bueno y exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia,
amar la fidelidad, y caminar humildemente con tu Dios” (Miqueas 6,8).
Angelelli y sus compañeros son testigos cualificados de Jesucristo. Son
Mártires. Fueron asesinados por defender la justicia y la paz, la verdad y la
en la tarea pastoral. Solía decir que nunca hay que apagar la “mecha humeante”
(Isaías), ni echarle agua a un poquito de “rescoldo” que puede quedar en un corazón
y que sea un signo de esperanza.
2. AMOR A LA IGLESIA
A la iglesia que es Pueblo y Familia de Dios, Comunidad de salvación, que nace
del corazón de Dios, que proviene del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fundada
por Jesucristo sobre el cimiento de los apóstoles con Pedro a la cabeza y constituida
en “Sacramento universal de salvación”, que debe anunciar el Reino de Dios a todos
los pueblos.
El tema de la Iglesia fue estudiado y reflexionado magistralmente por el Concilio
Vaticano II (1.962- 1.965), del que Monseñor Angelelli fue Padre conciliar.
Angelelli tenía en alta estima el rol de los tres sectores de la iglesia:
sacerdotes, religiosos/as, y laicos valorando el aporte de cada sector al servicio de la
evangelización y con amplitud de criterio.
Amó a la iglesia y sintió preocupación por la misma. Era consciente de la
verdad sobre la iglesia, que es “santa y pecadora al mismo tiempo” (Concilio
Vaticano II).
DAR LA VIDA POR CRISTO Y LOS HERMANOS
Y llegó el momento de los asesinatos. El 18 de julio de 1976 fueron muertos dos
sacerdotes en Chamical: Gabriel Longeville, de origen francés; y Carlos de Dios
Murias, franciscano conventual. A los pocos días, el 25 de julio de 1976 mataron en
Sañogasta a Wenceslao Pedernera, laico apostólico del movimiento rural católico, que
deseaba formar una cooperativa de trabajo. Estos tres Mártires estaban incorporados a
la pastoral de la Diócesis de La Rioja, con el Obispo y el presbiterio.
Pasaron algunos días, y el 4 de agosto de 1976 mataron a Monseñor Enrique
Angelelli en Punta de Los Llanos… y mataron al pastor, que entregó la vida por las
ovejas. El martirio es el testimonio supremo de la fe en Jesucristo, que en la Última Cena
dijo: “la prueba más grande de amor que puede haber es dar la vida por los amigos”
(Juan 15, 13).
MARTIRIO
Los cuatro mártires murieron por la misma causa: servir a Jesucristo en la persona de
los pobres y excluidos. Ellos lucharon por la justicia. Y se cumplió el pasaje del evangelio
que dice: “Vengan benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue
preparado en el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de
comer; tuve sed, y me dieron de beber, estaba de paso, y me alojaron, desnudo, y me
vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver” (Mateo 25, 34-36).
En este pasaje del Evangelio sobre el Juicio final (Mateo 25), y en la parábola del buen
samaritano (Lucas 10, 29-37) queda clarísimo que la salvación pasa por el hermano. El
encuentro con Dios pasa por el hermano. Resulta que “es imposible amar a Dios a quien
no vemos sino amamos al hermano a quien vemos” (I Carta de San Juan 4, 20). Por algo
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Los estudiosos de estos temas afirman: “El hombre es un lugar teológico”, vale
decir, la iglesia es santa” en su origen por que procede de la Santísima Trinidad, y es
“pecadora” en sus miembros, que somos nosotros que en forma permanente,
tenemos que convertirnos y creer en el evangelio” (ver Marcos 1, 15).
Sin embargo, ésta iglesia “santa y pecadora” es portadora de gracia y de perdón,
y ha sido constituida por Cristo en “Sacramento universal de salvación” (Concilio
Vaticano II).
Angelelli tenía una fina sensibilidad para escuchar a Dios. Era un hombre de
oración. En la meditación y oración frecuente fue profundizando en el misterio de la
iglesia con sus numerosos problemas.
Le ayudaron mucho las dos Cartas de San Pablo a los Corintios, que reflejan los
conflictos de esa comunidad joven venida del mundo griego y que ayudaron al Apóstol
a tener una profunda comprensión del misterio de la Iglesia. Corinto era una
comunidad muy conflictuada. Se sabe que el obispo Angelelli leía y rezaba con esas
cartas en el camarín de la Catedral aprovechando la experiencia y sabiduría de San
Pablo para lograr una mayor comprensión del misterio de la iglesia, “santa” en su
origen, y “pecadora” en sus miembros. Este era un fuerte y sólido alimento espiritual.
Al referirse al ministerio sacerdotal, Angelelli decía con frecuencia:
El “tesoro” significa el don de Dios, su gracia y la riqueza de la Palabra de Dios de
la que somos servidores. El “vaso de barro” es nuestra humana fragilidad y las
debilidades de las que estamos rodeados, y el pecado que está al acecho y nos
quiere contaminar.
Así exhortaba a los presbíteros a valorar y agradecer los dones recibidos en
beneficio de la Iglesia, y animaba a responder con fidelidad a la gracia de Dios.
“Llevamos un tesoro en vasos de barro” (I Corintios 4, 7)
Simplemente buscar una buena información en fuentes fidedignas y corregir el
error.
Seamos inteligentes, hagamos funcionar bien el sentido común, sintamos
aprecio por la verdad y no nos dejemos engañar.
Y sucedió que la figura de Monseñor Angelelli molestaba a muchos. La sola
presencia del justo irrita a los que se andan portando mal. Los que obran mal no
quieren que nadie los cuestione. Esto es fulero porque es señal que la conciencia
puede estar adormecida por el hábito del pecado y la injusticia.
El profeta Jeremías, por ejemplo, experimentó la persecución de las clases
dirigentes del pueblo. Es un caso típico. “Los malvados decían: ¡Vengan,
tramemos un plan contra Jeremías. Inventemos algún cargo contra él, y no
prestemos atención a sus palabras!” (Jeremías 18, 18)
Es que la raza de Adán es pecadora. Cuando el hombre orienta mal su vida y
su libertad, y se empeña en sus propósitos perversos, hasta puede “correr el
riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios”, como dijo Gamaliel al Sanedrín
judío (ver Hechos 5, 39).
Lamentablemente los militares no estuvieron suficientemente evangelizados;
faltó la enseñanza del Concilio Vaticano II y la Doctrina Social de la Iglesia; hubo
mucha confusión en ideas y palabras, por ejemplo: los que hablaban de los
“pobres”, de la “justicia”, de la “promoción de la dignidad de la persona humana”,
de la necesidad de “compartir el pan” eran considerados comunistas y
subversivos; el temor del comunismo caló hondo en la mente de muchos.
Por otra parte, la incitación de algunos sectores demasiado acomodados en
sus ambiciones desmedidas y en sus intereses egoístas, contribuyó para que los
militares se largaran a una represión descontrolada.
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En ese mismo sentido repetía incansablemente la frase de San Pablo: “No nos
predicamos a nosotros mismos”, hablamos por mandato de Cristo y en su nombre.
A los catequistas les recordaba siempre un pensamiento común de toda la
iglesia, a saber: al transmitir el mensaje del Evangelio tenemos que ser “fieles a
Dios y fieles al hombre”.
Fidelidad al mensaje, a la Palabra de Dios, y fidelidad a los destinatarios del
mensaje, sean niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Se trata de crear canales
adecuados para el encuentro con Dios, y de los hombres entre sí, que han de
integrar la comunidad eclesial.
3.SU APRECIO POR LA PERSONA
Tenía un pensamiento muy claro sobre el valor de la persona humana y su
altísima dignidad de “imagen de Dios”. El hombre llamado a entrar en comunión
con Dios en el tiempo y en la eternidad.
Sentía sumo respeto, aprecio veneración y honra por la vida de las personas.
Esto se notaba en su modo de atender y comunicarse con la gente. Un amor
preferencial por los pobres, ancianos, enfermos y por todo lo humanamente débil.
Lo hizo, igual que muchos otros, en nombre de Jesucristo, que se identificó con
los pobres, hambrientos, sedientos… (Ver Mateo 25, 31-46); y que vino para
“evangelizar a los pobres” (Ver Lucas, capítulo 4).
MENTIRA Y DIFAMACIÓN
Muchos no entendieron este mensaje evangélico y lo rechazaron porque
molestaba a sus intereses. Entonces acudieron a la mentira, la difamación, la
calumnia. Se dijeron muchas barbaridades y calumnias. Al Obispo se lo acusó de
guerrillero, subversivo… Hasta se lo llamó “Sataneli” como si estuviera aliado con
Satanás. Esto no nos debe extrañar porque a Jesús lo acusaron que hacía milagros
por el poder de Belzebul, el jefe de los diablos (Ver Mateo 9, 34; Marcos 3,22; Lucas
11, 15-22).
En ese tiempo en La Rioja salía el diario “El Sol” que le tiraba tierra en forma
permanente. Cuando hay intereses de por medio y el hombre no ordena su corazón y
orienta bien sus deseos, lo atrapan la ambición y la codicia y se vuelve violento.
Recordemos que “la codicia y la violencia andan siempre acollaradas”.
En lo que hace al diario “El Sol” y a otros confabulados en contra del Obispo, da la
impresión que se hubieran impuesto como lema: “mentir-mentir- mentir”, porque
cuando hay mucha mentira, siempre queda algo…
Es una pena, pero muchos riojanos de la Capital y del Interior conocieron al
Obispo a través de la difamación y la calumnia. Y quedaron con una idea errónea y
falsa. Pienso que nuestra gente no es culpable por esto. Los culpables son los que
mintieron. Ellos tendrán que arreglar esa cuestión con su conciencia y con Dios.
Nosotros creemos en el perdón de los pecados, y hemos de orar por los
perseguidores, como manda el Evangelio.
De todos modos, de nada sirve estar en el error. ¿Qué hacer en este caso?
A imitación de Jesucristo sentía “compasión” por el sufrimiento de la gente. Una vez por
el año 1.973 en una reunión de catequistas en Chilecito, señalando el mapa de La Rioja dijo:“veo que Jesucristo está crucificado en todo el territorio de la provincia”. Quería indicar la pobreza, la marginación, exclusión, el abandono, la explotación y el sufrimiento de tanta
gente.
Esto nos urge a vivir la fe y el amor fraterno respondiendo a las necesidades de la gente,
procurando la felicidad del pueblo según el espíritu de las Bienaventuranzas, trabajando por
un desarrollo integral que “promueva a todos los hombres y a todo el hombre” (Pablo VI), y
puesto que el hombre “es responsable de su crecimiento, lo mismo que de su salvación”, y
el “artífice de su propio desarrollo” (Pablo VI – Populorum Progressio, números 14 y 15), es
preciso orientar su educación y formación cristiana al logro de estos altísimos fines.
Angelelli afirmaba sus enseñanzas sobre estos conceptos fundamentales. Así mostraba
que el anuncio del Evangelio debía señalar los caminos de Dios por medio del amor fraterno,
corrigiendo las injusticias, que ofenden a Dios porque ofenden a los hombres. “El pecado
ofende a Dios porque ofende al hombre” (Sto. Tomás de Aquino)
Angelelli enseñaba qué desde todos los sectores sociales, gobernantes, evangelizadores,
educadores, trabajadores de la Salud, administradores de Justicia, y dirigentes sociales, de
todos los ámbitos debíamos trabajar para elevar la dignidad de la persona, y ofrecer las
condiciones necesarias para que “el hombre llegue a ser el artífice de su propio desarrollo”
(Pablo VI). Hay que entregar los grandes valores que apuntalan la vida, y nunca olvidar que “la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión
con Dios” (Concilio Vaticano II- Gozo y esperanza, N° 19).
Esta visión del hombre es la que impulsó al Obispo Angelelli a predicar el Evangelio con
todas sus energías y gastar su vida por sus hermanos.
4. PASTORAL DE CONJUNTO
Al llegar a La Rioja en 1.968 Angelelli propuso la aplicación en la Diócesis de los
Documentos del Concilio Vaticano II, y de Medellín del Episcopado Latinoamericano.
Bandera discutida, tendrá amigos y enemigos. Jesús fue signo de
contradicción. Ya se lo dijo el anciano Simeón a la Virgen María en la
presentación del Niño Jesús en el templo: “este niño será causa de caída y de
elevación para muchos en Israel, será signo de contradicción, y a ti misma una
espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los
pensamientos íntimos de muchos” (Lucas 2, 24-25). Angelelli expresó muchas
veces este pensamiento: “somos signos de contradicción”. La cuestión es que
muchos rechazan a Cristo y a quienes lo anuncian porque se resisten al cambio
de mentalidad y no quieren renunciar a sus posturas egoístas.
La predicación del Obispo Angelelli fue enérgica contra la injusticia, la
explotación y el atropello de las personas. Cuidó mucho del respeto por la vida y
de la dignidad de las personas. También advirtió acerca del peligro de la avaricia,
que “es la madre de todos los vicios”, como dice San Pablo (1 Timoteo 6, 10).
La herramienta utilizada fue la práctica de una pastoral de conjunto, que
requiera aunar esfuerzos y voluntades para un trabajo pastoral compartido y en
común, con criterios que buscan una misma dirección.
Surgen reuniones, conferencias, encuentros de estudios, asambleas, etc. Y así
como el viejo Aristóteles supo decir: “el hombre es un animal racional”, Angelelli, en
forma parecida, decía: “el hombre es un animal reunible”, “los curas somos
animales reunibles”.
Y es que la reunión es necesaria para “ver, pensar y actuar”, para hablar,
discurrir juntos y ayudarnos mutuamente, para lograr acuerdos alumbrados por la
Palabra de Dios, y hacer un camino juntos para acrecentar la unidad y la
fraternidad, y aumentar la corresponsabilidad en el trabajo pastoral.
Hemos de notar que la palabra “corresponsabilidad” no se la usaba mucho cierto
tiempo atrás, (unos 50 ó 60 años atrás). Angelelli le dio un fuerte impulso. Ahora
ese término está llegando a ser un lugar común en el lenguaje y en los documentos
de la iglesia.
Angelelli acostumbraba decir: “Hagamos criterio”: pensemos, dialoguemos,
busquemos soluciones, tomemos decisiones juntos, con el aporte y participación
de todos. Él personalmente dirigía las reuniones del Presbiterio ordenaba el
diálogo, daba la palabra, evitaba que alguien pudiera acaparar la conversación, y
animaba la participación de todos.
El Obispo Angelelli también levantó la voz en contra de la injusticia, la explotación y
postergación de mucha gente excluida de la sociedad.
En ese tiempo se hizo presente también la “denuncia profética”. Se recordó a los
profetas del Antiguo Testamento. Por ejemplo, el profeta Amós habla de la corrupción de
los dirigentes del pueblo y dice que están: “Apoltronados en sus divanes banqueteando y
bebiendo vino en jarras” (Amós, capítulo 6) y no se preocupan de los peligros que
amenazan al pueblo. Angelelli a veces toreaba fuerte.
Pasa que el profeta no puede callarse. Tiene obligación de obedecer a Dios. Baste un
ejemplo del Antiguo Testamento. Dios habla a Jeremías y le dice: “no digas soy
demasiado joven. Irás adonde yo te envíe y dirás lo que te mande. No temas. Yo estoy
contigo” (Jeremías 1, 7-8). El profeta tiene que advertir sobre los males y llamar a la
conversión para no romper la alianza con Dios, y no poner en peligro la salvación eterna.
Esas cosas son muy serias y no pasan de moda.
El profeta no puede callarse. Del mismo modo, el “cantor” tampoco puede callarse, de
lo contrario, “calla la vida”, se apaga la esperanza y “los obreros del puerto se
persignan”, como canta Horacio Guaraní.
Ciertamente que las cosas no fueron fáciles. Eran tiempos de mucha confusión. El
que hablaba de los pobres, reclamaba el derecho y la justicia social era acusado de
subversivo, guerrillero, revoltoso, comunista, matón.
El Obispo Angelelli era perfectamente consciente de que al anunciar la verdad, y
desenmascarar el engaño y la hipocresía, al poner en evidencia las actitudes de aquellos
que “mantienen prisionera la verdad en la injusticia” (Romanos 1, 18) corría muchos
riesgos..
Así, Angelelli llegó a ser “signo de contradicción”. Muchos lo amaron y muchos lo
odiaron.
Y las fuentes que inspiraban estas búsquedas son el Evangelio, las grandes
Encíclicas sociales de los Papas, el Concilio Vaticano II (1962-1965), los
documentos de Medelín (1968) y San Miguel del Episcopado Argentino (1969), que
señalan directivas y el esfuerzo de la iglesia para presentar el Evangelio a los
hombres de hoy, con atención a los signos de los tiempos a fin de rastrear las
huellas de Dios, y lo que el Espíritu Santo va indicando a las Iglesias.
El hombre no olvidaba que una pastoral de conjunto debe contar con la
permanente consulta al pueblo de Dios y a todos los agentes pastorales. Se busca
caminar “con el pueblo y desde el pueblo”. Y todo esto hacerlo:
Aquí entra con fuerza el tema de la religiosidad popular, que son modos de
relacionarse con Dios e interpretar toda la realidad según la cultura e idiosincrasia
de cada pueblo. Son vivencias fuertes y muy arraigadas. Se trata de formas,
estilos y experiencias propias de vivir y expresar la fe que tienen los pueblos. La
Rioja abunda en esas expresiones arraigadas desde los orígenes, y en algunos
aspectos hasta de los pueblos precolombinos.
Hay costumbres y sanas tradiciones en nuestros pueblos que merecen mucho
apremia” (2 Corintios 5, 14).
Se vino una mirada más consciente y exigente sobre la dignidad de la persona
humana y sus múltiples necesidades, como la cuestión del hambre y los sufrimientos
de los pobres en muchos países.
Era necesario revisar con franqueza las relaciones políticas, económicas y sociales,
y el uso correcto y con justicia de los bienes de la tierra, que tienen un destino
universal, y “que deben estar al servicio de todos los hombres y de todo el hombre”
(Pablo VI), para promover la paz y una sana convivencia.
Estábamos cruzando por esos trágicos momentos de nuestra historia argentina:
subversión y represión indiscriminada, secuestros, detenciones arbitrarias, torturas,
desapariciones, muertes violentas.
Así las cosas y, motivados por la situación y las enseñanzas del Concilio Vaticano
II, muchos predicadores del Evangelio, hablando desde el púlpito, denunciaron las
injusticias y las faltas de caridad con los pobres y marginados de la sociedad y los
atropellos contra la vida.
“CON UN OÍDO EN EL EVANGELIO, Y OTRO EN EL PUEBLO”
respeto y consideración: fiestas patronales, novenarios, procesiones,
promesas, peregrinaciones hacia determinados lugares y santuarios, rezos en los
velorios, novenarios de difuntos. Es notable el culto a las sagradas imágenes: del
Santo Cristo, de la Virgen María y de los Santos. También llama mucho la
atención la vestición de los pesebres, y las celebraciones de Navidad.
Angelelli asumió sabiamente todas estas vivencias de fe. Pero se registran dos
puntos centrales en ésta acción pastoral. Angelelli fue un gran promotor del
Tinkunaco- Encuentro del Niño Jesús vestido de Alcalde con la imagen de San
Nicolás. “El Niño está en San Francisco y el Santo en la Catedral…”.
También promovió y enriqueció con la luz del Evangelio la devoción al Señor
de la Peña, principalmente en Semana Santa. Lo mismo debe decirse de las
diferentes advocaciones a la Virgen María, a San Nicolás y a los Santos. Se trata
de anunciar el Evangelio a partir de esas experiencias y devociones populares.
Los Santos no estorban en la iglesia. Los Santos “nos estimulan con su ejemplo y
nos ayudan con su intercesión” (Misal). Angelelli, hombre con “sentir de pueblo”,
captó las intuiciones y la sabiduría de la religiosidad popular de nuestra gente y la
enriqueció con la Palabra de Dios. Así orientó a muchos sacerdotes y
evangelizadores en ese sentido.
A veces partía de las más simples realidades, por ejemplo miraba la imagen
de San Nicolás que lleva un libro en su mano, y decía: “El Santo nos está
mostrando el Evangelio y nos invita a seguir a Jesucristo; miraba a Santa Rita
con el Crucifijo en la mano, y decía: “la Santa nos invita a compartir la pasión de
Cristo”. Hay muchos ejemplos.
Una vez, por el año 1.975, visitando los Llanos con la imagen de San Nicolás
vio en una velada de oración a un hombre campesino que leía el Martín Fierro
delante de la imagen, y le preguntó qué hacía, y el paisano respondió: Padre
Obispo: “ahora comprendo lo que dice el Martín Fierro, cuando afirma:
ción. En una ocasión el P. Cardozo (de unos 37 años) se encuentra con el P. Angelelli
(de unos 35 años), y queda impactado por la amable atención del P. Angelelli. Al día
siguiente el P. Cardozo nos cuenta con admiración: “¡estuve con el P. Angelelli!, y
ponderaba la calidez de esa entrevista… Sin duda una experiencia muy simple, pero
que dice mucho. Son cosas que impactan y que enseñan. Al respecto San Pablo nos
educa diciendo: “que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres”
(Filipenses 4, 5).
Angelelli fue un testigo de Jesucristo. Un líder religioso que inspiró su servicio
pastoral en el Evangelio, en la Palabra de Dios. Pastor de su pueblo, gastó su vida por
las ovejas. Animador de comunidades y forjador de historia, marcó metas y abrió
nuevas picadas. Y lo hizo “con audacia de profeta y prudencia evangélica de pastor”
(Juan Pablo II – año 1979).
7. CAUSAS DE SU MARTIRIO
SIGNO DE CONTRADICCION
Las décadas de 1960-1970 eran tiempos de revoluciones, naciones recién
independizadas, las juventudes hacían muchos reclamos y barullos, el marxismocomunismo pechaba fuerte, aparecieron muchos ideales revolucionarios, cambios de
estructuras y sueños de libertad. En ese tiempo yo estaba en Córdoba y percibía una
cierta ‘candidez’ en algunos sectores. Este ambiente fácilmente podía despertar
algunas confusiones.
La Iglesia Católica celebró el Concilio Vaticano II (1962-1965), un milagro del Papa
Juan XXIII, que con las Encíclicas Sociales y el notable aporte de los teólogos
suscitaron importantes cambios hacia adentro y fuera de la Iglesia. Hubo un nuevo
despertar y recordar las exigencias del Evangelio, porque Dios nos apura:
“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1, 15), y “la caridad de Cristo nos apremia»
“Los hermanos sean unidos,
porque esa es la ley primera…”
Y el Obispo sintió una gran alegría al ver la fe de aquel hombre de campo y su
deseo de buscar a Dios.
Angelelli ha sido un hombre profundamente creyente y al mismo tiempo un gran
evangelizador. Conocía y quería a la gente, conocía y quería a Jesucristo. Y sabía
muy bien cuál es la ley primera. (Ver Mateo 22, 34-40).
Otra vez, y esto fue en Villa Unión en 1.975, iba con la imagen de San Nicolás.
Advierte que una viejita se acercaba con dificultad apoyándose en una silla para tomar
gracia de la imagen. Angelelli la tomó en los brazos y la acercó a la imagen. Y
después la mostró al pueblo y dijo: “aquí está Jesucristo. Hubo aplausos, emociones,
cantos y vivas al Santo. Y la peregrinación siguió hacia la Banda Florida. Andando un
tiempo esa viejita que se llamaba: “Niña Elodia” donó al Obispado su caserón y su
terreno y se levantó un hogar de anciano que lleva el nombre: “Niña Elodia”.
Angelelli no tenía ningún complejo en prender una vela y rezar ante el crucifijo, una
imagen de la Virgen o de los Santos, como lo hace la gente humilde, sencilla y pobre.
Aquí no valen los delirios de grandeza.
Conocí a una religiosa venida de Buenos Aires con títulos de Profesora y otros
galardones, que tampoco tuvo complejo en rezar una novena a San Antonio dando
comienza la cuestión de “UN OÍDO AL PUEBLO”. Lo primero es recibir y escuchar
a la gente.
Siempre estuve convencido que la primera actitud pastoral ante la gente es el
recibimiento, el saludo y la correspondiente atención. Si una oveja se pierde hay que
buscarla, si otra está enredada entre los churquis, hay que socorrerla. Somos
servidores unos de otros. Aquí no vale la “cara de vinagre”. Todos necesitamos ser
atendidos y escuchados. Con mucha inteligencia y sentido común solía decir San
Antonio María Claret (siglo XIX): “más atrae una gota de miel que un barril de
vinagre”.
Pasa que, si un pastor tiene un fino “olfato de lo divino” y al mismo tiempo “olor a
oveja”, y un lenguaje para hacerse entender, se convierte en un buen instrumento en
manos de Dios, en una excelente “cítara del Espíritu Santo”, como se lo llamó a San
Efrén (Siglo IV).
Deseo anotar un recuerdo del año 1958, cuando escuche por primera vez el
nombre de Enrique Angelelli. En ese tiempo yo tenía unos 14 años y estaba en el
seminario menor de los Padres Claretianos en Villa del Rosario (provincia de
Córdoba). El Padre Miguel Ángel Cardozo era el encargado de los postulantes y
prefecto de estudios.
Para valorar estas cosas hay que tener un corazón humilde y despojado de
todo orgullo y vanidad.
Pasa que Angelelli entendió y tomó muy en serio la cuestión de los pobres, de
los humildes y abandonados porque Jesús dice:
Haciendo un poco de historia, digamos que en las décadas de 1960 – 1970,
más o menos, hubo una tendencia bastante fuerte a mirar con algún desprecio
la religiosidad popular como si fuera cosa de ignorantes. Fue una sonsera, pero
forcejeó por entrar. (Ese fenómeno no se dio en la provincia de La Rioja).
Bajo ciertos aspectos esa tendencia estuvo influenciada por posturas
filosóficas como el Racionalismo, el Iluminismo, el Liberalismo, cierto
Positivismo, y el Secularismo que consideran a Dios como algo superfluo, y a
veces como un estorbo para la libertad del hombre. Parte de esas ideas llegaron
a entrar hasta en algunos seminarios; y el resultado fue que algunos curas se
hacían pasar por “modernos”. Hubo algo de eso en la Iglesia Argentina. Pienso
que San Pablo les diría muy afectuosamente: muchachos, “no quieran
sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes, no se crean sabios”
(Romanos 12, 16).
Por su parte, Angelelli procuró corregir esa tendencia falsa, y ayudó mucho
al Episcopado y a los curas a descubrir la riqueza de la religiosidad popular, a
valorarla, iluminarla con la Palabra de Dios y asumirla como Dios y el sentido
común mandan hacerlo.
Así entendió Angelelli su misión evangelizadora. Es cuestión de fidelidad a
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la
unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres…” (Ver Lucas
4,18 –ss.)
Notemos que la expresión “comunión y participación” quedó consagrada y fijada en la
terminología oficial de la iglesia en el Documento de Puebla (año 1979). Pero el espíritu
que conlleva a la expresión “comunión y participación” ya había sido vivido y practicado
con mucha hondura por Monseñor Angelelli y muchos otros. El obispo tuvo una
personalidad agradable y atrayente, que contagiaba y estimulaba en el seguimiento de
Cristo poniéndose al servicio de la gente.
“Estar con los demás”, estar y compartir con la gente, “ser para los demás”, gastar la
vida, brindar el propio tiempo y talento recibido para el servicio de las personas, es lo
que hace el buen pastor para imitar a Jesucristo que, “da su vida por las ovejas” (Juan
10, 11), y que “no vino a ser servido sino a servir” (Marcos 10, 45).
“Ser con los demás y para los demás” implica la aceptación y valoración de los
semejantes, brindarles espacio, escucharlos, tenerlos en cuenta y ponerse a su
servicio.
Es propio del pastor acompañar y estar con las ovejas. Angelelli estuvo presente
compartiendo, dialogando, sirviendo las mesas, tomando mate, conversando y
escuchando, hachando leña… Lo puedo asegurar como testigo ocular.
Era su estilo y él se adaptaba a todo. Le importaban las personas, estar presente y
compartir la vida. El hombre creaba relaciones humanas. Su amor por la gente, su
sentido comunitario e ideales de vida compartida quedan magníficamente expresados
en sus versos:
Siempre lo pude ver actuando con amabilidad y buena disposición. Esto es algo muy
simple, pero no tan simple. Hay que renunciar a la propia comodidad y brindar nuestro
tiempo para recibir, atender amablemente, escuchar. Y debe de ser que por allí
“El pan en el horno florece…
¡es para todos amigos!”
Dios, y fidelidad al Pueblo. Así debe entender su misión la Iglesia y en particular
los eclesiásticos, catequistas, misioneros, evangelizadores y agentes pastorales.
Todo esto va mostrando que Angelelli era un tipo profundamente creyente en
Dios, que amó a la iglesia y a las personas en concreto; un hombre muy inteligente y
respetuoso de la gente, de sus costumbres y tradiciones. Ha sido un gran tipo.
Es muy seguro que este talante y estas cualidades NO las vamos a encontrar en
un guerrillero y matón.
Seamos inteligentes, no nos dejemos engañar. “No nos dejemos robar la esperanza”
(Papa Francisco).
5. ALGUNAS CUALIDADES DE MONSEÑOR ANGELELLI
CAPACIDAD DE ACOGIDA – EL DON DE LA ACOGIDA
Esto era evidente en su saludo, recepción y atención que prestaba. Alguna vez supo
decir: “Dios nos ha regalado el don de la acogida”. Pienso que lo dijo en plural por
modestia, y para invitarnos a entrar en esa dinámica.
Fue un hombre con “sentir de pueblo”
La relación entre las personas
Dice el Papa Juan Pablo II: “el hombre no puede vivir sin amor” (Cristo redentor
del hombre, N° 10). Si falta el amor no puede ser feliz, porque el hombre ha sido
hecho para amar y ser amado.
Los pensadores y filósofos nos enseñan que “existir es convivir”; “que el hombre
es un ser con los demás y para los demás”; “que el hombre es un ser en relación”,
que debe integrarse en una comunidad; “que el hombre es un ser para el encuentro
recíproco”. Estas afirmaciones son muy buenas porque tienden a combatir con fuerza
la “egolatría” del mundo moderno, principalmente de estos cuatro últimos siglos, que
nos lleva a hacernos muy egoístas, encerrados en nuestro propio yo. Nuestra tarea
es promover la sana convivencia, la “comunión y participación” en los trabajos
comunitarios.
Ciertamente que las relaciones humanas pueden estar viciadas y desordenadas a
causa del egoísmo que hay en nosotros, por eso el encuentro entre las personas
debe ser cultivado por una ética adecuada y educado en forma permanente. No sólo
eso. Desde la fe, advertimos que las relaciones humanas deben ser sanadas por la
gracia de Dios, con su ayuda. El pensamiento cristiano asegura que, sin el auxilio de
Dios, el hombre no puede dejar de ser egoísta.
Esta convicción abre caminos para redimir las relaciones humanas orientándolas
hacia Jesucristo, que ordena la vida y el corazón de los hombres y pone en paz todas
las cosas. La actividad pastoral de la Iglesia consiste en promover la unión de los
hombres con Dios y entre sí. Porque el hombre ha sido hecho para el encuentro.
Monseñor Angelelli ha sido un gran maestro en lo que hace a las relaciones
humanas. Muy talentoso para la integración de las personas y la formación de las
comunidades. Promotor del encuentro buscando la “comunión y participación” de las
personas para elaborar proyectos y tomar decisiones en forma conjunta. Hombre de
diálogo y consulta permanente.
Brindar lugar, hacer espacio a otros es lo propio del cristiano. Como Dios nos recibe a
nosotros y nos da todo. Como Abraham recibió a tres personajes misteriosos que lo
visitaron (Génesis 18). Como la Virgen María recibió al Verbo de Dios en su
Encarnación. Como San José recibió a María y al Niño que venía en camino. Como
Santa Isabel recibió la visita de María. Como Lázaro y sus hermanas alojaban a Jesús
en Betania. Como Pedro hacía lugar al Maestro en Cafarnaúm. Como el centurión
Cornelio recibió a Pedro en su casa, en Cesarea (Hechos 10). Debemos destacar que
Angelelli tenía motivaciones hondamente espirituales en su actuar, rastreando las
huellas de Dios.
DESPRENDIMIENTO Y POBREZA
Angelelli no tenía nada. Solamente una Fiat multicarga para andar. También tenía
una manta marrón, una boina y un sobretodo de invierno que lo obtuvo en un ropero
de Cáritas. Y la mercadería y donaciones que traía de Córdoba las compartía en la
Catedral, que de alguna manera, era la casa de todos.
LA POBREZA COMO DEPENDENCIA
En los últimos meses de su vida (por el año 1.976) nos dijo a los sacerdotes
reunidos en Sañogasta: “Somos pobres y dependemos de todo: dependemos de Dios,
de la Sede Apostólica, del Poder Ejecutivo Nacional (P.E.N.), del III Cuerpo de
Ejércitocon asiento en Córdoba, y de nuestra gente que nos busca por tantas cosas y
a cuyo servicio debemos estar disponibles”.
Precisamente Jesús nos enseñó a decir: “danos hoy nuestro pan de cada día” para
que aprendamos a depender y confiar en Dios, sin acaparar nada, y que no andemos
buscando apoyarnos en falsas seguridades que arruinan la vida.
AMISTAD
Amigo sincero y fiel. Se interesaba por los demás, preguntaba por las dificultades,
cuidaba y defendía a los curas, los veía con frecuencia y los visitaba. Consideraba
que no hay que renunciar a la amistad porque es algo sagrado.
6. BUEN PASTOR
“El buen pastor da la vida por las ovejas” (Juan 10, 11)
Mirando a la persona de Monseñor Angelelli observamos que todo este conjunto de
hermosas cualidades y virtudes, que llevadas a la práctica hicieron de él un pastor
con un notable parecido a Jesucristo, “que pasó haciendo el bien”, es decir, haciendo
que la vida sea saludable, procurando hacer felices a los demás.
Trabajar por la felicidad de los hermanos: éste era un propósito que acompañaba su
actividad pastoral. Hay aquí una fuerte semejanza con el propósito del Creador, que
ha venido a “hacerse todo en todas las cosas” (I Corintios 15, 28), “procurando a la vez
su gloria y nuestra felicidad” (ver Concilio Vaticano II – Decreto sobre la actividad
misionera de la Iglesia N° 2)
En el evangelio de San Juan leemos: “la gloria de mi Padre consiste en que
ustedes den fruto abundante… “les he dicho esto para que mi gozo sea el de
ustedes y ese gozo sea perfecto” (Juan 15, 8-11). Y San Ireneo nos enseñará en el
siglo II: “la gloria de Dios es el hombre viviente”.
Se ve claro que la gloria de Dios y la felicidad de los hombres andan acollaradas
y no se pueden separar. Dios es bueno y quiere que el hombre sea feliz. Para eso le
ofrece sus bienes y los medios necesarios, y le marca el camino de las
Bienaventuranzas.
Mostraba cordialidad con toda persona, y de un modo muy particular con los
pobres a quienes escuchaba y tenía en cuenta. El hombre valoraba la persona y
quería a la gente. Todos encontraban eco en su corazón. Era amigo en serio, y no
por conveniencia alguna.
JUSTICIA Y PAZ
Era el lema de su escudo episcopal. Justicia que deba asegurar el pan para todos,
que pueda responder a las necesidades fundamentales de la vida y nos lleve a la
convicción que los bienes de la tierra tienen un sentido universal, y que están al
servicio “de todos los hombres y de todo el hombre” (Pablo VI).
Defendió con fortaleza la justicia en contra de la explotación y opresión, para
favorecer a los pobres, los carentes de recursos y que no tienen voz.
Y la Paz, que es signo y fruto de la sana convivencia entre los hombres, y que ha
de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. (Juan XXIII). Paz que es la
suma de todos los bienes que Dios nos da, y hace posible que la gente sea feliz.
“Hacer felices a los demás” era una frase que Angelelli repetía con mucha
frecuencia.
FIEL A SU PUEBLO, A SU HISTORIA, A SU IDENTIDAD
Esto se hizo evidente en cuanto que asumió y alentó la religiosidad popular, las
estos últimos tiempos que hacen ésta afirmación antropológica: “el hombre es un
ser para los demás”, es decir, el hombre llega a ser feliz y se realiza plenamente
cuando se pone al servicio de los hermanos. Y los teólogos también afirman lo
mismo al considerar que Cristo vivió para los demás, “que nos amó y se entregó por
nosotros”.
El estilo de vida y las opciones de Angelelli giran en torno a la causa y al
seguimiento de Cristo y a su generosidad. Al respecto, San Pablo dice: “Ya. conocen
la generosidad de Nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por
nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (II Corintios 8, 9). Imitar y seguir a
Cristo: esa es la cuestión, y el camino hacia la santidad.
DEVOCIONES PERSONALES
Profesaba un gran amor a la Santísima Virgen María, a San Nicolás y a los
Santos. Tenía un enorme aprecio por la Palabra de Dios y los Sacramentos Para
conocer esto es preciso haber estado cerca y tomado parte. Se observaba una
notable toma de conciencia para la celebración de la misa. Sentía una gran alegría
cuando predicaba en las novenas y fiestas patronales de los pueblos. Las homilías
eran fruto de mucha meditación. A veces las preparaba considerando algunos
misterios cristianos con los curas que estaban cerca.
Recuerdo puntualmente que cuando fue el sepelio de los dos sacerdotes
asesinados en Chamical (Longeville y Murias), en julio de 1976, conversó cerca de
una hora con los sacerdotes que estábamos y pedía que tiremos ideas para armar la
homilía del caso.
Al hombre le gustaba compartir, escuchar a los demás y apreciaba el aporte de
todos. Angelelli ayudaba y se dejaba ayudar.
Este modo de ser y de actuar del Obispo Angelelli ha sido muy notable y causa
admiración. Es bueno que lo podamos imitar costumbres, tradiciones y modos de expresar la fe de la gente.
El respeto por estas cosas es todo lo contrario de la imposición intolerante y de
la invasión. No fue un invasor sino un servidor de la Diócesis, “caminando con el
pueblo y desde el pueblo”, desde “la óptica de los pobres”, es decir, según el modo de
ver las cosas e interpretar la realidad que tienen los pobres. De este modo, Angelelli
procuró imitar a Jesucristo que se identificó con los pobres, hambrientos, sedientos,
forasteros, desnudos, enfermos, presos (Ver Mateo 25).
Esto no ha sido un verso sino una gran realidad en la vida de Angelelli. Esto yo lo
he visto y experimentado muy de cerca. Hay que conocer y entender estas cosas para
estar en la verdad acerca de la persona en cuestión. Ahora bien, los que mintieron y lo
difamaron ignoran esta realidad o se “hacen los locos” y no lo quieren reconocer.
Tenemos que ser honestos, no hay que buscarle sombra al sol, ni cinco patas al gato.
PROMOTOR DEL DIÁLOGO
Porque el diálogo siempre es fecundo y enriquecedor. Nos ayuda a buscar juntos la
verdad. Es una óptima herramienta para un buen discernimiento, a fin de “examinarlo
todo, y retener solamente lo bueno” (San Pablo).
Cuando hay diálogo aprendemos a compartir ideas, situaciones, y a buscar lo
que hace bien, vamos logrando una mayor participación para que las cosas mejoren y
se perfeccionen. El diálogo nos ayuda a construir una Iglesia “en sínodo”, porque
vamos “caminando juntos”. También nos ayuda a escucharnos y valorarnos
mutuamente, y poder crecer juntos, a la vez que los esfuerzos se van sumando,
Angelelli fue un maestro en esta cuestión del diálogo.
SABIDURÍA Y SENTIDO COMÚN
Angelelli era un tipo inteligente, con ideas precisas, claras y distintas. Poseía una
gran capacidad para escuchar a Dios y a la gente. La cuestión de “un oído al
Evangelio y otro al pueblo” es una expresión muy feliz y acertada para entender con
sabiduría el designio del Creador, y entrar por los caminos de Dios. Así, la vida
puede centrarse en el amor a Dios y el amor a los hermanos, y avanzar
pacientemente, realizando el altísimo ideal cristiano: imitar a la Santísima Trinidad.
Angelelli era un hombre creyente y sabio, de un gran sentido común para pensar,
discurrir, entender y darse cuenta de las cosas.
Sobre el tema de la Santísima Trinidad, en Chilecito, (Febrero-marzo de 1973),
con el pizarrón y una tiza en la mano le escuché una magistral y sencilla exposición
ofrecida a los catequistas sobre el misterio de Dios Uno y Trino.
“A mí me dijo un muchacho que sabe” que, en el dicho: “un oído al Evangelio y
otro al pueblo”, Angelelli resumía su pensar y actuar en el servicio pastoral de la
iglesia. Y debe de ser que esto vale para el anuncio del Evangelio en todo tiempo y
lugar, y sirve para captar con humildad y sabiduría los “signos de los tiempos”, y lo
que Dios anda queriendo decir a cada generación humana. Recordemos que la
palabra “escuchar” en la Biblia, también significa obedecer, prestar a Dios “la
obediencia de la fe” (Ver Romanos 16, 26).
GENEROSIDAD
Angelelli no se reservaba nada para sí mismo. No guardaba ni mezquinaba cosa
alguna. Su esfuerzo permanente ha sido para favorecer a los demás. Ya dijimos las
pocas cosas que tenía, solamente lo necesario e indispensable.
La cuestión es “ser para los demás”.